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Columna
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Andalucía / Cataluña (y III)

Quedamos la semana pasada en que son aproximadamente millón y medio los andaluces que han ayudado a construir la Cataluña actual. No aquella idílica región de no se sabe cuándo ni dónde, sino la que Franco decidió impulsar con el sudor de los pobrecitos sureños. Lo mismo que hizo con el País Vasco. Me refiero, claro está, a la Cataluña de SEAT y al País Vasco de los bancos Bilbao y Vizcaya, que crecieron y se desarrollaron cuando el Régimen impedía industrializarse a otras regiones, y gracias también a las plusvalías agrarias que los señores andaluces -muy amados del Generalísimo, desde luego- transferían a los bancos centrales y norteños. Pero sobre todo al esfuerzo físico, y al desgarro moral, de miles de criaturas en su obligadas emigraciones, de hasta pueblos enteros con su cura y todo.

La paradoja franquista de Cataluña y de Euskadi es que con una mano el dictador les reprimía la identidad y con la otra les permitía un desarrollo que a los demás negaba. Ya comprendo que de estas cosas no se quiera hablar, y sí de otras más lindas. Pero Franco se murió en la cama y ni comunistas, ni socialistas, ni nacionalistas, ni todos juntos, fuimos capaces de derribarlo. El día que asumamos eso, de verdad, veremos otras muchas cosas más claras. Veremos que el pacto de la transición a la democracia (ese que ahora reivindican hasta los que no votaron la Constitución, tiene bemoles) fue seguramente el logro político más inteligente de la modernidad, y que la España de las Autonomías ya es en buena medida una España federal, aunque no se le llame así. En realidad sólo le falta que el Senado se convierta de una vez en la cámara de las comunidades, y deje de ser un cementerio de elefantes.

Lo que el nuevo Estatuto de Cataluña pretende impulsar no es un estado federal, sino un aglomerado de "naciones", donde los ricos ponen las reglas del juego y reparten lo que creen que deben repartir, para que los pobres les sigan comprando, y ellos seguir siendo ricos. Vean, si no, lo que dice el afamado proyecto de Estatut: "La Generalitat dispone de unas finanzas autónomas y de los recursos financieros suficientes para hacer frente al adecuado ejercicio de su autogobierno" (203.1). Semejante jactancia de ricachones -vaya usted a saber, sin embargo, cuál es el verdadero estado de las arcas catalanas, y si todo el embrollo del Estatut no será más que la típica fuga hacia adelante- sólo es comprensible desde un punto de vista calculado: cuando el Congreso les diga NO, poder seguir quejándose ante sus electores, previamente manejados en sus sentimientos: ¿Lo ven? No podemos atender a todas nuestras necesidades, porque hemos de seguir sufragando a Andalucía y a otras regiones, que no acaban de despegar como nosotros. El mismísimo Maragall nos lo tiene advertido con una de sus oscuras genialidades: "yo te ayudo si tú te ayudas".

Pues, hombre, sí, y viceversa, pero con tal de que no nos quieras repercutir, por ejemplo, la nueva crisis de SEAT, como ya ocurrió en otras épocas. Eso sí que se ha terminado.

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