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Reportaje:LOS PROBLEMAS DE LOS INMIGRANTES

El Polisario busca desaparecidos

Los independentistas saharauis y la ONU peinan el desierto para localizar a inmigrantes que hayan podido fallecer

Carlos E. Cué

A cuentagotas, los subsaharianos abandonados por Marruecos en el muro del Sáhara son localizados en medio del desierto, sedientos, hambrientos, con los pies destrozados de caminar sin rumbo y con la piel resquebrajada por el sol. El domingo por la noche llegaron otros tres africanos al campamento improvisado de Bir Lehlu, en la zona controlada por el Frente Polisario. Dos son de Gambia y uno, de Ghana. La misión de pacificación de la ONU en el Sáhara Occidental, la Minurso, participa intensamente en la búsqueda.

El viernes, Marruecos reclamó a la ONU que dejaran de colaborar con el Polisario en el peinado del desierto, pero los militares internacionales no hacen caso. Todos los días acuden al campamento para ver cómo están de salud los ya localizados, y ayer les llevaron raciones alimentarias. Además, salen por la mañana y por la tarde acompañados de un saharaui con sus todoterreno -los helicópteros no pueden volar desde el sábado por las tormentas de arena- para buscar supervivientes y, sobre todo, cadáveres. Los tres africanos localizados el domingo hablan de una mujer embarazada que fue abandonada con ellos, pero nadie logra confirmarlo.

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La política se está mezclando con la crisis humanitaria. Los saharauis atienden a los inmigrantes, pero, a la vez, no desaprovechan la oportunidad para tratar de debilitar la imagen de Marruecos, su enemigo mortal, que los tiene condenados a vivir en campamentos de refugiados en Argelia desde 1975.

De hecho, patrullas del Polisario buscan ansiosamente a las posibles mujeres muertas (no se ha encontrado ninguna viva) para poder demostrar con mayor crudeza la actitud marroquí. El comandante saharaui de la zona, Abdelahi Mulai Ahmed, un veterano que perdió un ojo y la mitad de la cara en la guerra, se queja: "Hay órdenes del presidente para encontrar a las mujeres muertas. No hay ninguna, no nos las podemos inventar; yo creo que no las soltaron aquí, se las quedaron los marroquíes para violarlas". En Bir Lehlu hay ya 95 inmigrantes. A 250 kilómetros, en Mhairiz, otra base militar del Polisario, se ha recogido a otros 22 en la última semana.

Los inmigrantes recibieron ayer la ayuda de la ONU y de la Media Luna Roja saharaui. Uno de los militares de la Minurso, de apellido Lawluvi, es de Ghana, y ayer atendía a siete compatriotas suyos acogidos allí, mientras su Gobierno no quiere hacerse cargo de ellos. Lawluvi llamó por teléfono desde la sede de la Minurso a los familiares de sus compatriotas. Poco a poco, los militares van contactando con las familias para avisar de que los africanos no han muerto en el desierto, como seguramente pensarán. "Tu padre me ha dicho que te pida que vuelvas a casa", le decía ayer un militar francés a un gambiano. "No puedo; sin dinero no puedo. Tengo que llegar a Europa", le respondía el chaval, de 19 años.

La zona donde fueron encontrados los africanos, visitada ayer por un grupo de periodistas acompañados por los saharauis, es un desierto donde no hay nada más que algún camello suelto, restos de la guerra entre el Polisario y Marruecos, y muchas minas. De hecho, los dos gambianos que llegaron el domingo aseguran que unas horas después de haberse separado de su grupo escucharon una explosión. Ellos creen que una mina reventó a uno de sus compañeros, aunque no volvieron atrás para comprobarlo. Sin embargo, podría ser un camello perdido.

"Los marroquíes se quitan a los inmigrantes de encima y nos los echan a nosotros. Creían que podrían decir, como siempre, que somos terroristas y tratamos mal a la gente. Pero se han equivocado", se ríe el comandante Abdelahi. De hecho, los saharauis ya han acogido durante más de seis meses en Tifariti, cerca de Bir Lehlu, a medio centenar de inmigrantes de Bangladesh. Sólo ahora parece que su país va a repatriarlos. Algunos militares saharauis piensan que el final de los subsaharianos será el mismo, aunque ellos repiten que en ningún caso volverán a su país.

Ayer llovió un rato en el desierto. Eso sin duda ayudará a los africanos exhaustos que andan perdidos por la hamada, el interminable manto de piedras y arena naranja. De hecho, los que han sobrevivido narran que los charcos dejados por las pocas horas de lluvia de la semana pasada les salvaron la vida. Todos, inmigrantes, saharauis y hasta los militares de la Minurso, están convencidos de que tiene que haber aún mucha gente perdida. Cada uno de los que llega pregunta inmediatamente por otros compañeros, sobre todo por los compatriotas. En el desierto, en pleno drama, las nacionalidades cuentan, y aún más las amistades. Cualquier pequeña discusión sobre cómo, cuándo y por dónde seguir divide a un grupo.

Mientras un gambiano con la rodilla reventada narraba el domingo cómo dos compatriotas lo llevaron a hombros hasta que los localizaron, un ghanés, el último en llegar, se quedó sólo porque sus tres compañeros no podían seguir. Abdula Ibrahim Tambo es, a sus 35 años, el abuelo de un grupo que ronda los 20 años. Se queja de un pie que tiene abierto. Una herida recuerdo de su estancia en Nador, en el bosque, cuando esperaba cruzar a Melilla. Apenas puede caminar, pero ha sobrevivido. Tiene los pies totalmente hinchados tras cinco días caminando. Da igual. Sólo piensa en volver a intentarlo.

Miembros de la Media Luna Roja descargan provisiones para los inmigrantes en Bir Lehlu.
Miembros de la Media Luna Roja descargan provisiones para los inmigrantes en Bir Lehlu.RICARDO GUTIÉRREZ

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