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Columna
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No se quejen

La incompetencia de las instituciones no siempre es mala. Por ejemplo: gracias a la renuncia del Estado a cumplir con sus obligaciones los ciudadanos desarrollaron su sentido cívico y aparecieron las Organizaciones No Gubernamentales. Si el Estado cuidara a los enfermos y ayudara a quien lo necesita, cuánta gente se hubiera quedado sin los beneficiosos efectos de la solidaridad. Además, si el Estado se ocupara de dar servicios sociales, tendría que pagar a todos esos ciudadanos que hoy realizan voluntariamente y sin remuneración una imprescindible labor social acompañando a los ancianos, cuidando a los enfermos y mitigando de mil modos los efectos de las catástrofes o del simple desamparo. Y, claro, eso obligaría a subir los impuestos, que es algo que ningún gobierno quiere hacer. Es mucho mejor, y más astuto, mirar para otro lado; que los ciudadanos se organicen por su cuenta, como en la selva; que funden organizaciones costeadas voluntariamente; que trabajen gratis. De este modo, los necesitados tendrán amparo, nadie protestará por la subida de impuestos y miles de ciudadanos podrán, si así lo desean, hacer el bien.

Viene esta reflexión a cuento de una noticia aparecida en este periódico el miércoles pasado. "La Junta gastará 1.200 millones en arreglar y renovar el 75% de los centros escolares públicos", decía el titular. Espero que este anuncio sea, como es lógico, simple propaganda, y que las infraestructuras de la mayoría de los centros públicos de Andalucía sigan siendo, como hasta ahora, una porquería. ¿Y eso por qué? Porque el lamentable estado de las infraestructuras y las deficiencias generales de la enseñanza pública (fuente: el continuo goteo de cartas al director que sobre el particular ha venido publicando este periódico desde primeros de septiembre), fomentan la unión entre los padres de alumnos y su implicación en la enseñanza de sus hijos. ¿Se le puede pedir algo más a un partido socialista y obrero?

Cada vez son más los padres concienciados: o se apuntan a la asociación de padres del colegio y colaboran hombro con hombro junto a los profesores o el centro se va al garete. Porque pensar que la Consejería solucionará los mil problemas que aparecen durante el curso escolar es pensar en lo excusado. La Consejería es muchas veces un problema más. Y ahí tenemos a nuestros padres (que suelen ser madres, por cierto) presentando escritos, comprando aire acondicionado con el dinero de su bolsillo, entrevistándose con las constructoras que han levantado el colegio para que mejoren las instalaciones, y remangándose algunas veces la camisa para colocar en la cisterna del baño un poquito de silicona. ¿Acaso no es hermosa esta vuelta a la autogestión? ¿No dicen los pedagogos que los padres tienen que implicarse en la educación de los hijos? Pues toma implicación.

Señoras y señores que escriben cartas al director denunciando masificación, chapuzas y desamparo: no se quejen. Si las infraestructuras de nuestros colegios e institutos no fueran tan insuficientes, nuestros hijos estarían más cómodos, pero jamás asistiríamos a estos reconfortantes episodios de camaradería y solidaridad.

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