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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Heroína comunista

En 1923 llegó a la Residencia de Señoritas de Madrid Matilde Landa, una joven extremeña que iba a estudiar Ciencias en la Universidad Central. La joven había nacido en Badajoz, en 1904, dentro de una familia vinculada a la Institución Libre de Enseñanza. Apenas veinte años después, en la tarde del 26 de septiembre de 1942, Matilde Landa, presa en Palma de Mallorca, se subió a la balaustrada de la terraza de la cárcel y se arrojó de espaldas al vacío. Las monjas de la prisión, al recoger su cuerpo a punto de expirar, guardaron un sobre que la presa llevaba en el pecho. En aquel sobre explicaba el porqué de su decisión. Aquella muerte encerraba un misterio. ¿Qué tuvo que suceder para que aquella joven de formación racionalista eligiera la muerte antes que caer en la traición y el descrédito al que la empujaban las sinuosidades del chantaje religioso?

MATILDE LANDA

David Ginard i Ferón

Flor del Viento. Barcelona, 2005

294 páginas. 22 euros

El suicidio de aquella universitaria que abrazó la mística comunista poco antes de la Guerra Civil española fue uno de los episodios más siniestros de las cárceles franquistas. El historiador mallorquín David Ginard reconstruye su vida y presenta pruebas y cartas que confluyen en el acto de su desaparición. A pesar del tono academicista y en ocasiones repetitivo, la parte final, la del acoso religioso, tiene cierto aire de thriller. Pero para llegar a ese desenlace no hay que olvidar quién era Matilde Landa antes de llegar a Palma de Mallorca. Miembro del Comité Nacional contra la Guerra y el Fascismo, al estallar la contienda trabajó en el Hospital Obrero y ayudó en la evacuación de refugiados a través de Socorro Rojo Internacional. Los que la conocieron en esa época hablan ya de una obstinada abnegación. Tras la derrota republicana, el PCE ordenó que permaneciera en el país para organizar la clandestinidad. Detenida en los primeros días de la victoria, fue llevada a la cárcel de Ventas.

Al ser hija de abogado y descubrir que a muchas presas se les había condenado por acusaciones de oídas o por su relación con líderes de izquierdas, se convierte en su valedora. Gracias a su insistencia ante la dirección, algunos casos se revisan. Su peso moral crece y ella misma, condenada a muerte, plantea un dilema a sus guardianes. Ejecutarla les resulta incómodo; mantenerla en Ventas, arriesgado. Finalmente recibe el indulto, pero la trasladan a Palma de Mallorca. Allí, la insoportable presión de una inteligente señora de Acción Católica que la visitó y que logró su confianza hizo que la comunista se sintiera acorralada. Abierta al diálogo, aceptó estudiar algún texto religioso, pero la señora de Acción Católica ya había prometido su conversión a las autoridades religiosas de la isla. Landa era su trofeo. Para la presa, convertirse suponía una traición a sus ideas y a sus compañeras, aunque gracias a ella, tal vez comieran mejor. La presión la condujo a la muerte, erigida en martirio por el partido comunista.

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