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Columna
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Paternalismos

La Ley Electoral de Andalucía ha sido reformada con el apoyo de PSOE, IU y PA para obligar a los partidos a incorporar a sus candidaturas hombres y mujeres de forma alternativa. La igualdad, entre las personas de distinto sexo, tiene que ser real. No es, pues, una reforma hecha para los gestos. Es una reforma que quiere invertir el sistema paternalista que está incrustado en la sociedad. Además lo hace en lo público y como ejemplo. Se acabó el predicar y no dar trigo.

La sociedad ha cambiado porque la mujer ha cambiado su papel. No quiere que se la vea dentro de un refranero que la quiere en casa y con la pata quebrada. La igualdad con el hombre debe ser efectiva y no puede serlo sin legislación. La Ley de Violencia de Género ya lo ha hecho. No cabe decir, como se ha dicho y se dice, que la violencia la practican hombres y mujeres indistintamente y que una ley que añada un plus de sanción, en el caso de violencia ejercida por el hombre, sea discriminatoria. Las situaciones son diferentes. Cuando la mujer sufre violencia, la recibe por el hecho de ser mujer; por no aceptar el papel en el que el hombre la ha encajado históricamente. Era, pues, obligada una ley que publique a buena voz que las cosas ya no son así.

En el fondo responde a las mismas razones que la reforma que la Ley Electoral andaluza. No basta con decir que la mujer tiene los mismos derechos que el hombre. El hombre no es quien debe fijar el goteo de los derechos de la mujer. Es la ley quien los establece. Es la política adecuada a estos tiempos y a esta sociedad. No más posiciones de inferioridad de las que las saque el hombre.

Tal vez por estas razones, y otras muchas, no se entienda que el PP haya recurrido ante el Tribunal Constitucional la reforma de una ley que recoge el sentir de la sociedad. Una reforma que lejos de atentar contra el pluralismo político, como sostiene este grupo recurrente, lo que hace es impedir quitar trabas para que la mujer, como en la España del toro, cumpliendo su destino universal en silencio, a oscuras y en su intimidad. No más padres que la protejan, la premien y la corrijan. El PP parece que todavía no se ha enterado. A lo mejor, cuando el Estatuto de Andalucía, faculte al presidente a convocar consultas populares se termine por enterar.

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