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Columna
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Novedades

A los dirigentes de Batasuna no debió de parecerles suficientemente entusiasta la acogida que tuvo en los medios informativos la presentación del enésimo proceso de búsqueda de sí misma que inicia la izquierda abertzale. Así que Joseba Permach se sintió obligado el viernes a ponerse ante los micrófonos para remarcar lo que ya había destacado el día anterior su compañero Pernando Barrena: que supone "una novedad" el planteamiento, incorporado en el debate Bide Egiñez (Haciendo camino), de reconocer "la realidad institucional actual" de Euskadi, Navarra y el País Vasco francés como punto de partida de su empeño para sustituirla y construir la Euskal Herria soñada.

Es nuevo, en efecto, que el mundo de Batasuna admita la evidencia. La impugnación radical del marco político nacido de la transición -o de la Revolución Francesa, en el caso de Iparralde- no debería estar reñida con el principio de realidad, pero lo cierto es que éste se ha dado de bruces con la teoría y la praxis políticas de la izquierda abertzale; o al contrario. La existencia y el éxito incluso del diseño institucional de Euskadi y Navarra es un dato que puede gustar poco o nada según la ideología que se tenga, pero es un dato que no puede obviarse.

También es nuevo que, de Anoeta a esta parte, los responsables de Batasuna se sientan obligados a llamar la atención de sus fieles y del público no creyente sobre los cambios que va introduciendo en su doctrina desde que se ha visto arrojada al limbo legal. Se trata de correcciones mínimas de rumbo pero que, dentro de una trayectoria de granítico inmovilismo, puede parecerles a sus protagonistas concesiones de enorme trascendencia. O quizá estamos experimentando la versión inversa del cuento del pastor y el lobo. La izquierda abertzale ha removido (y torcido) tanto los conceptos durante tanto tiempo para disimular su parálisis, que a lo mejor ahora se ha dejado de prestar la atención que merecerían sus movimientos. Le corresponde a ella sacar las consecuencias de este desinterés teñido de incredulidad.

La sociedad vasca puede hacer un esfuerzo de generosidad para reincorporar al juego democrático a la comunidad del rechazo, que se autoexcluyó del mismo y lo ha impugnado -dicho con propiedad- con todas las armas. Lo que no puede hacer esa sociedad es pararse y esperarle. Y menos aún deshacer todo lo andado desde la muerte de Franco para volver al punto de partida y empezar el camino desde cero, siguiendo el rumbo marcado por el sector que entonces se situó en los márgenes.

"La estrategia nacional no significa que se tengan que aplicar las mismas decisiones y medidas para toda Euskal Herria", proclama con aires de hallazgo de laboratorio el documento de Batasuna. Un recorrido sin anteojeras por ese territorio ansiado que se extiende desde el Ebro hasta el Adour habría permitido a cualquier nacionalista vasco llegar a la misma conclusión bastantes décadas atrás. La txapela diseñada para el territorio Udalbiltza no termina de encajar en la cabeza mucho más amplia y diversa de la Euskal Herria de verdad. De la misma forma que el concepto "pueblo vasco" que manejan Arnaldo Otegi y los suyos jibariza las dimensiones y complejidades de las sociedades que pretende abarcar con él. ¿Será éste -el reconocimiento de la pluralidad de identidades y sentimientos nacionales de esa Euskal Herria- el siguiente peldaño en el lento acercamiento de Batasuna a la realidad? Ojalá.

Cabe, sin embargo, preguntarse cuál es la razón de fondo de este aterrizaje. O, dicho de otro modo, si se habría dado en el caso de que la izquierda abertzale confiara todavía en que las realidades indeseadas pueden ser borradas (y sustituidas) mediante el uso sistemático y persistente de la violencia. Ha tenido que producirse el debilitamiento, con visos de irreversibilidad, de ETA para que Batasuna comience a balbucear tímidas alternativas a su planteamiento tradicional del todo o nada.

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Seguramente será necesaria la desaparición definitiva de la organización terrorista para que su ala política empiece definitivamente a hacer eso, política.

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