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El Macba revisa la obra radical y provocadora de Günter Brus

La exposición reúne dibujos, pinturas y vídeos de sus famosas 'acciones'

Puede que su nombre no sea muy conocido, pero sus acciones han pasado a la leyenda y tiñen de rojo buena parte de la creación contemporánea. Günter Brus (Ardning, Austria, 1938) realizó su última acción en 1970 cuando comprendió que el paso más allá de sus automutilaciones era el suicidio. Antes hubo pinturas de un informalismo rabioso y después unos dibujos y textos igualmente subversivos. El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) presenta hasta el 15 de enero la primera retrospectiva en España de Brus.

Las filmaciones de algunas acciones de Brus no son fáciles de mirar. Incluso hoy, cuando ya nos hemos acostumbrado en la realidad y en el arte (de Jordi Benito a La Fura) a ver imágenes fuertes de sangre y sexo, las fotografías y filmes del que para muchos fue el auténtico fundador del body art consiguen impresionar, sobre todo las que realizó a finales de la década de los sesenta cuando se cortaba en brazos y piernas, se cosía la herida en vivo o también cuando orinaba o defecaba en público y se revolvía en sus excrementos. Plantean casi las mismas preguntas sobre el arte y la realidad que entonces.

Brus realizó sus acciones entre 1964 y 1970 en un contexto interno difícil -Austria intentaba borrar su pasado nazi mirando hacia otro lado y buscando reflejar su pasado más en la edulcorada Sisí fílmica que en la barbarie de Mauthausen- y una situación internacional igualmente convulsa, con fuertes movimientos de protesta estudiantiles y obreros en todo el mundo.

El informalismo de posguerra se veía excesivamente autorreferencial y formalista y en diferentes países la performance, el happening o la acción adquirían protagonismo. "Era algo que estaba en el aire, muchos artistas llegaron a lo mismo sin conocerse", explica Monika Faber, comisaria de la retrospectiva sobre Brus que se presenta en el Macba. Compartían el afán de liberación sexual, la exigencia de la participación del espectador y la utilización del cuerpo humano, pero si algunos optaron por las flores y la psicodelia hippy, otros expresaron su rechazo a un entorno hipócrita y cerrado con una rabiosa búsqueda de realismo feísta y provocador. Casi como un exorcismo. Seguramente, el movimiento más radical en este sentido fue el Accionismo Vienés, cuyos principales representantes, además de Brus, fueron Hermann Nitsch (que hoy sigue explotando sus rituales con animales descuartizados y mujeres desnudas), Otto Muehl (que acabó fundando una comuna libertaria y sufrió condena por pederastia) y Rudolf Schwarzkogler (que se suicidó a los 28 años).

El que interesa más a los jóvenes artistas y críticos actuales es, seguramente, Brus, el único que tenía su propio cuerpo como principal referencia. "Su obra es la más coherente del grupo", señala Faber. Se aprecia en la exposición, que abarca desde sus primeras pinturas influidas por el expresionismo abstracto hasta sus últimas obras -en las que combina textos y dibujos- inspiradas en Goya, Artaud o sus compatriotas Egon Schiele y Oskar Kokoschka. En su compleja obra pueden encontrarse también ecos del martirologio católico y de las teorías de Freud que, indica Faber, fue redescubierto en Austria en esta época.

"La sociedad ha cambiado gracias en parte a nuestras actividades, no sólo la mía que es una pequeña aportación, sino a la de muchos otros artistas", explicó ayer Günter Brus en la presentación de la exposición, a la que acudió junto a su esposa, Anna, protagonista de alguna de sus primeras acciones. Fue ella, al parecer, la que le planteó el ultimátum que le animó a dejar las acciones (una de ellas, realizada en 1968 en la Universidad de Viena y durante la cual se masturbó cantando el himno nacional austriaco le costó meses de cárcel). "Ahora mi obra está en los museos públicos, pero pasé 11 años en el exilio, en Berlín. Tuve que huir de mi país a escondidas y viví mucho tiempo en Alemania en situación de clandestinidad".

Brus insistió en el aislamiento de los artistas en aquel momento y negó influencias externas de Yves Klein o Joseph Beuys. "La famosa imagen de Beuys con la cara embadurnada de blanco y una liebre muerta en los brazos es dos años posterior a mis fotografías. Yo me considero un chamán real y a él un engaño de chamán", afirmó Brus, que pese a todo no tiene pretensiones místicas. "Parte del chamanismo se basa en la superación del dolor y en superar el umbral del asco, y esto Beuys no lo hacía". Le quedan cicatrices de sus acciones. "Pero sólo las físicas, porque las mentales las superé. Consideraba mi cuerpo como una escultura que se puede continuar modelando, pero era todo como una preparación al suicidio. Y no tenía sentido llevar el accionismo a este extremo".

Günter Brus, ante su última <i>acción,</i> <i>Prueba de resistencia</i> (1970), realizada en Múnich.
Günter Brus, ante su última acción, Prueba de resistencia (1970), realizada en Múnich.

Una sombra

"El accionismo vienés es la principal aportación de Austria al arte contemporáneo", explicó la semana pasada Edelbert Köb, director del Museo de Arte Moderno de Viena (MUMOK), al grupo de periodistas invitados por los organizadores del programa de Austria en Arco. No habrá en Madrid ninguna exposición dedicada a este movimiento -el Reina Sofía declinó el ofrecimiento-, pero sí que podrá verse la larga sombra que el accionismo extiende sobre las generaciones posteriores. "Hay muchas conexiones, como el interés por la performance o el body art, pero los accionistas iban en serio, no había cinismo en sus acciones, y en los jóvenes hay distancia e ironía. Mi interés no reside en el dolor sino, entre otras cosas, en el humor, que es un gran poder social", comentó Erwin Wurm, artista del que se verá una retrospectiva en el Canal de Isabel II de Madrid con motivo de la presencia de Austria como país invitado en la feria Arco.

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