Geografía íntima de Virginia Woolf
Un recorrido por los escenarios de su amistad con Vita Sackville-West
Cuando el tren llegó a la estación de Sevenoaks, en el condado de Kent, el sol iluminaba el andén con una luz extrañamente mediterránea, pues ni una nube, ni siquiera un ligero velo de niebla, empañaba la mañana. De manera que cuando el taxi se detuvo frente a la impresionante fachada de Knole, después de recorrer los tres kilómetros que distan entre la estación y el palacio, media docena de ciervos había buscado cobijo a la sombra de árboles legendarios.
Era miércoles, el día señalado semanalmente por lord Sackville para que el visitante pudiera acceder al jardín, una zona privada que abrazaba desde hacía quinientos años uno de los laterales de la casa. Así que paseé por senderos, terrazas y avenidas, y me adentré en corredores vegetales que dejaban oír el latido de animales en libertad: pisadas sobre musgo fresco, ramas que se desplazaban y el silencio sonoro de un universo de insectos. En ocasiones, una vereda era engullida por la vegetación para luego resurgir en un espectacular claro donde el paisaje se abría permitiendo apreciar ángulos ocultos y muy bellos del edificio que alguien describió como "demasiado hogareño para ser un palacio y demasiado palaciego para ser un hogar".
La casa de las 365 habitaciones de 'Orlando' no es otra que Knole, la mansión familiar de Vita Sackville-West, poetisa y cómplice de la novelista. Cerca, Sissinghurst y su extraordinario jardín.
Estaba en Knole, la mansión que enamoró a Enrique VIII hasta tal punto que obligó al arzobispo de Canterbury a que se la regalara. Y en Knole había nacido (1892) y crecido Victoria (Vita) Sackville-West, cuya familia era la propietaria de este lugar desde el siglo XVII. Knole era también la famosa casa de 365 habitaciones que la escritora Virginia Woolf imaginó para Orlando, álter ego de su amiga Vita, con quien mantuvo un intenso amor. "Te he echado de menos. Te echo de menos. Te echaré de menos", le escribe Virginia a Vita el 26 de enero de 1926. "Y, si no lo crees, eres un asno y un búho de largas orejas".
A veces el punto de partida de un viaje se encuentra escondido entre las páginas de un libro, y así era en este caso, pues fueron ellos lo que me empujaron a Knole y más tarde a Sissinghurst, en el sureste de Inglaterra. Entre otros estaba el diario de Vita, también su correspondencia, y Pepita, la biografía que escribió de su abuela española, la bailarina Josefa Durán; y naturalmente estaba Orlando, de Virginia Woolf. Era ya mediodía cuando abrieron las puertas de Knole, y allí, en el Great Hall, un facsímil del manuscrito de la novela daba la bienvenida a los visitantes. Seguí obediente las indicaciones que marcaban el recorrido y fue al llegar a la escalera regia cuando hallé el primer leopardo esculpido, el emblema secular de los Sackville; después continué camino por galerías, camarines, antesalas y dormitorios que pregonaban boato, protocolo e intrigas, y fui desfilando ante muebles, alfombras, tapices, cuadros y vajillas provenientes de siglos olvidados, que se mostraban con una extravagante decadencia. "Aquí vivieron por más siglos de los que puedo contar las oscuras generaciones de mi propia familia", se escucha en Orlando.
Vita Sackville-West se casó en Knole con Harold Nicolson, con quien compartiría 50 años de un matrimonio cómplice. Pero hubo de abandonar la mansión familiar por lo que ella con sorna definía como un "fallo técnico". Al morir su padre, la herencia de la propiedad continuó por línea masculina. Y Knole pasó a manos de su tío. En Orlando, Virginia Woolf hace regresar a su personaje a la casa, era una manera de desagraviar a su amiga. Virginia Woolf dedicó la novela a Vita. Y Vita Sackville-West dedicó a Virginia su poema Sissinghurst.
Para llegar a Sissinghurst, el singular jardín creado en 1930 por Vita Sackville-West y Harold Nicolson, no se ha de detener uno en Sevenoaks, sino seguir en tren durante media hora más hasta llegar a la estación de Staplehurst, y a unos cuatro kilómetros se encuentra Sissinghurst, que a través de los siglos fue fortaleza, casa palaciega, prisión, granja y ruina, y ésa era su condición cuando fue adquirida por el matrimonio Nicolson. Buscaban algo especial que sustituyera a Long Barn, la casa próxima a Knole, donde residían. Sissinghurst fue para ellos un desafío. Imaginaron un jardín diferente y consiguieron hacerlo real. Crearon un jardín que a su vez dividieron en zonas independientes pero enlazadas entre sí. De este modo, cada una de las partes tenía su propio carácter y su particular belleza.
Un jardín exquisito
Mientras Vita aportó cierto desenfreno y dejaba improvisar a la naturaleza, Harold era más convencional en el orden de las plantas. La combinación de ambos tuvo como consecuencia un exquisito jardín. Una de esas zonas fue diseñada y cultivada casi en exclusiva por Harold. Se trata de una pequeña avenida con árboles a los lados, donde intercaló macetas para darle cierto color. Al principio y final del paseo, una estatua. Con su habitual humor, Vita le dijo a Harold: "Parece el andén 5 de Charing Cross". Refiriéndose a la estación de Londres desde donde parte el tren que lleva a Knole (estación Sevenoaks) y a Sissinghurst (estación de Staplehurst).
Hasta 76 escalones hay que subir para alcanzar lo alto de un torreón que ya existía en el siglo XV y que ofrece las mejores y más completas vistas del jardín. Durante la empinada ascensión, en el bucle infinito de la escalera, me encontré con la habitación de trabajo de Vita, que permanece inalterada desde su muerte, en 1962. Sobre el escritorio hay una fotografía de las hermanas Brontë y un retrato de Virginia Woolf. Ya en la terraza, vi centellear el agua de los estanques y observé a los visitantes, con ese aspecto tan británico de experto jardinero. Acercaban su nariz a las rosas. Era un placer del que yo había disfrutado y que nadie debe perderse.
Sissinghurst no es muy grande, pero se necesita tiempo para poder administrar bien su belleza y su carácter. Así que me tomé un descanso y, como los ciervos de Knole, busqué cobijo a la sombra de un árbol y me tumbé en el césped. Después acudí a los antiguos establos, que los Nicolson habían convertido en una magnífica biblioteca. Un retrato de Vita a los 18 años corona la chimenea, también hay una estupenda mesa de roble y un escritorio de principios del siglo XVII y una réplica de una pareja de espejos de pared que hay en Knole.
Sissinghurst es un jardín de delicias. Vita escribió: "Cuando un día de primavera de 1930 vi Sissinghurst por primera vez, se instaló en mi corazón y mi imaginación. Me enamoré; fue un amor a primera vista...". Y así les viene sucediendo a los visitantes que se acercan a este jardín.
GUÍA PRÁCTICA
VisitasKnole (00 44 17 32 46 21 00). Sevenoaks, Kent (a tres kilómetros de la estación; en taxi, unos 9 euros). De miércoles a domingo (hasta el 30 de octubre), de 12.00 a 16.00. Jardín, los miércoles, de 11.00 a 16.00. Entrada: a la casa, 9,42; al jardín, 2,95 euros.Sissinghurst Castle Garden (00 44 15 80 71 07 00). Sissinghurst, Cranbrook, Kent. Estación de Staplehurst (Sissinghurst, a cinco kilómetros de la estación; en taxi, unos 18 euros). Jardín y casa abren de viernes a martes, de 11.00 a 17.30. Entrada: 11 euros. - www.nationaltrust.org.uk
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