"Eran imparables. Aquello nos desbordó"
"Yo sólo vi que se me venían encima un montón, 200, 300. Disparé pelotas de goma, las que pude, porque me quedé enseguida sin material. Se pararon y cuando me quise dar cuenta ya estaban en la valla. Enseguida comenzaron a sonar las alarmas. Eran imparables, venían con las escaleras y comenzaron a saltar". Éste es el testimonio de uno de los agentes que vigilaba el entorno de la Finca Berrocal durante la madrugada del jueves.
"No pudimos reaccionar. Era una avalancha como nunca antes había visto. Fue impactante y confuso, porque saltaban y corrían paralelos a la valla hacia abajo hasta la grada [torreta] dos [en dirección hacia el Polígono del Tarajal]", subraya. "Al momento vinieron los compañeros. Hicimos lo que pudimos, porque aquello nos desbordaba. Había gente tirada por todos los lados". Los pocos guardias que intentaron contener la avalancha pensaron que muchos de los inmigrantes estaban muertos o muy malheridos "porque caían al suelo y no se movían".
Cuando vieron que no podían impedir que siguieran entrando, los agentes se dedicaron a recogerlos del suelo, a reanimarlos y atenderlos. "Como si fuéramos enfermeros", añade. La mayoría de los subsaharianos había quedado en la franja que separa las dos verjas fronterizas y hasta que llegaron efectivos del 061 fueron los agentes los que les atendieron. "Nunca había visto nada igual. Había mucha sangre y mucha ropa a lo largo de 300 metros de verja. Muchos hombres y una mujer tirados en el suelo, llorando, con los pies y las manos hechas polvo", comenta otro agente.
Esa escena también se ha quedado grabada en la retina de José Antonio, uno de los seis bomberos de guardia aquella noche y a los que llamaron a las 3.45 "porque un inmigrante se había enganchado en la valla. Eso fue lo único que nos dijeron por la radio". Otras veces, muy pocas, había ocurrido, "pero no nos imaginábamos aquello". Cuando llegó su camión ni siquiera estaban allí las primeras ambulancias. "Había camisetas, pantalones, zapatos. Todo enganchado en la verja y muchos chicos tirados, sin moverse. Creían que había muchos más muertos. No sabíamos por dónde empezar", confiesa.
José Antonio se encargó de descolgar a un joven subsahariano de lo alto de la primera valla, la más próxima a territorio marroquí. No lo pudo hacer hasta que no llegó el forense y la juez de guardia. Era uno de los dos muertos que cayeron en suelo español y el único que quedó enganchado en lo alto de la concertina. Recuerda que iba repleto de ropa. "Imagino que para no herirse", comenta.
"Llevaba puestos dos pantalones, cuatro chalecos y un pasamontañas que le tapaba toda la cabeza. Cuando lo inspeccioné no me pareció que tuviera heridas de la valla. Creo que se quedó enganchado en el alambre de espino cuando le pegaron el tiro, y ahí murió. Nos llamó la atención cómo quedó y que no tuviera ni un rasguño, al menos aparente. No sé por qué dijeron que había muerto desangrado porque a mí no me pareció ver mucha sangre", recuerda.
A los 25 efectivos que componen la Unidad de Intervención Rápida (UIR) de la Policía Local les sacaron casi de la cama, relata el director general de Gobernación, Ángel Gómez. Estos policías habían terminado su turno poco antes. "Les pedimos a todos que se personaran. No hubo ni una queja", relata. Estos efectivos, "que llevaban casco y una defensa antidisturbios", se concentraron sobre todo en el Puente del Biutz, recientemente abierto entre España y Marruecos sólo para el paso de mercancías. "La situación era de tal envergadura que empezamos a llevarnos inmigrantes a ambulatorios y al hospital", explica. Gómez, con casi 30 años en la Policía Local, no recuerda nada así, "ni siquiera lo ocurrido en el Angulo (disturbios entre civiles e inmigrantes el 11 de octubre de 1995 en unas murallas del centro de Ceuta). Aquello no fue nada comparado con esto".
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