El camino abierto por Pablo Cusí
La historia de Pablo Cusí atrajo durante unos días la atención de los medios de comunicación. El chaval, que padece distrofia muscular progresiva, una grave enfermedad congénita, obtuvo el premio extraordinario de licenciatura de la Facultad de Economía de Valencia y pocos días después fue recibido por el presidente de la Generalitat.
Lo que Cusí quería era trabajar y hoy es becario en el despacho de abogados Garrigues, donde realiza informes desde su casa. "Su caso fue extraordinario", recuerda Francisco Alcantud, delegado del Rector para la integración de los discapacitados en la Universitat de València, "porque una profesional lo recogía cada mañana en su casa [Buñol] y lo acompañaba todo el día". Cusí sentó un precedente, añade Alcantud, y la persona que lo asistía en comisión de servicio fue contratada por la universidad. Ahora acompaña a cuatro estudiantes con una patología "tan grave que hace unos años hubiera sido impensable que vinieran a clase".
El número de discapacitados universitarios no deja de crecer pero su inserción laboral es complicada. Muchos empiezan una segunda y una tercera carrera.
"Yo mentalmente soy capaz de mucho, pero físicamente tengo limitaciones", dice Mari Carmen Polo, usuaria de una silla de ruedas. "A lo mejor necesito que reformen un despacho, y eso es un gasto que a la empresa privada no le compensa".
La otra opción es opositar, "pero si tienes 26 años y llevas toda la vida estudiando", dice Marta Astrúe, "lo que quieres es trabajar, no pasarte dos o tres años preparando un examen sin saber si lo vas a aprobar".
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