"Los mayores éxitos del nacionalismo han sido los estatutos de autonomía"
José Luis de la Granja (Almadén, 1954), catedrático de Historia de la UPV y autor, entre otras obras, de El siglo de Euskadi sostiene que "Euskadi nació como realidad jurídica e institucional el 1 de octubre de 1936", fecha de la aprobación por las Cortes de la II República del primer Estatuto vasco.
Pregunta. ¿Su tesis sobre el nacimiento real de Euskadi no choca con esa idea tan extendida de que somos el pueblo más antiguo de Europa?
Respuesta. Esa es una concepción esencialista e historicista del pueblo vasco de Sabino Arana. Es en el 36 cuando se reconoce por primera vez a Euskadi como sujeto político. Irujo, que vio que con un Estatuto como el de Estella (1931), clerical y antirrepublicano, no se iba a ninguna parte, dijo que lo importante no eran las competencias, sino que hubiera Estatuto, porque "la existencia del Estatuto es tanto como la existencia de Euskadi", decía.
"Euskadi nació como realidad jurídica e institucional el 1 de octubre de 1936, cuando las Cortes aprobaron el primer estatuto"
"Todos los pueblos y naciones necesitan símbolos, pero no hace falta alimentar mitos falsos. La función de historiador es desmitificar"
P. ¿Y esas historias de reyes navarros de todos los vascos?
R. No valen precedentes milenarios que no son sino falsificaciones de la historia, como lo de Sancho el Mayor. En puridad, tampoco se puede hablar de España como nación en un sentido moderno y liberal hasta la Constitución de Cádiz, en 1812.
P. ¿A qué obedecen las reticencias del Gobierno vasco para celebrar entonces esa fecha o la del actual Estatuto?
R. Es que eso es algo que ha sucedido en los últimos años. Los gobiernos de Ardanza sí ponían en valor el Estatuto. En 1999, en pleno Pacto de Estella, no se quiso conmemorar el veinte aniversario. Ni tampoco el año pasado. Conmemorar no significa aferrarse a un texto inmutable. Los mayores éxitos del nacionalismo han sido los dos estatutos. En los 110 años de historia del PNV, yo pregunto, ¿cuáles son sus logros políticos más importantes si no son el Estatuto del 36 y el de Gernika?
P. Alguien le podría responder que mantenerse en el poder.
R. Y es cierto. La paradoja para mí es que el partido que más ha rentabilizado los dos estatutos, ahora lo dé por superado.
P. ¿Por qué se retrasó tanto la aprobación del primer Estatuto vasco en la II República?
R. Hubo muchos errores por todas partes, pero los principales problemas fueron internos: la falta de acuerdo político entre los partidos vascos y la instrumentalización que todas hicieron de la autonomía. En el 31, el Estatuto de Estella es un arma de los carlistas para atacar a la República; para los republicanos, lo fundamental no era el estatuto, sino consolidar el régimen, y los nacionalistas no se conformaban con el estatuto y pedían la restauración foral y más soberanía.
P. ¿No es entendible que en el 31 el PNV, un partido católico y de derechas, se aliara con los carlistas y la derecha católica para conseguir un estatuto de cuatro provincias?
R. El de Estella no fue el único estatuto que incluía Navarra. Lo hacía también el de la Sociedad de Estudios Vascos y el del 32, el las comisiones gestoras provinciales. El pacto con el carlismo tiene una lógica perfecta por la cuestión religiosa, pero no por la autonomía; era un bloque católico por el Concordato vasco. Y al PNV le fue bien porque atrajo al electorado católico independiente, que le volvió a votar en el 33, cuando logró 12 diputados.
P. Pero para entonces su objetivo, según Irujo, era el estatuto.
R. Por eso hablo yo del primer error del PNV en Estella. No sólo porque el Estatuto fuera inconstitucional, sino porque las fuerzas que lo defendían eran antisistema, antirrepublicanas. Y sin pacto interno con el PSOE.
P. Como en el plan Ibarretxe
R. Efectivamente, ir a un estatuto de máximos o a un proyecto exclusivamente de los nacionalistas, ya se vio dónde acaba: en un fracaso en las Cortes. Lo que enseña la etapa de la República es que con consenso interno y con un acuerdo con la mayoría en el Congreso, hay estatuto. No se puede aprobar un estatuto con el 51% del Parlamento.
P. Cree que con las reformas de los estatutos se está produciendo un "cambio de régimen en España", como dice el PP.
R. En absoluto. Puede que sea más lógico hacer la reforma constitucional antes que la estatutaria. Ahora, el Congreso deberá estudiar el Estatatuto catalán y ver si es o no constitucional. Las Cortes no son un convidado de piedra en esa tramitación.
P. ¿El hecho de que los catalanes hayan dejado en el preámbulo la definición de Cataluña como nación, facilita las cosas?
R. Considerablemente, porque el preámbulo no tiene la fuerza normativa del articulado. Pero es una discusión más nominal y doctrinal que otra cosa.
P. ¿Cómo interpreta el revisionismo histórico sobre la II República y la Guerra Civil?
R. Hay que evitar la mitificación que en algún caso se hizo de la II República. Fue la primera democracia española, no fue perfecta, pero ninguna lo fue en el periodo de entreguerras. Y la Guerra Civil fue fruto de un golpe militar fracasado contra un régimen legítimo. No se puede equiparar a Azaña con Franco, ni a los presidentes de sus gobiernos con los generales sublevados.
P. ¿En qué se convierte un historiador cuando la razón cede ante el mito?
R. Una de nuestras funciones actuales es la desmitificación. Estudiar los mitos y las tradiciones inventadas con vocación racionalizadora. La historia es la racionalización del pasado. Todos los pueblos y naciones necesitan símbolos, pero no hace falta alimentar mitos falsos.
P. Algunos autores han denunciado la recreación de la historia por parte del nacionalismo. ¿Sólo ellos la han manipulado?
R. La manipulan todos los partidos, pero unos más que otros. Los nacionalistas la utilizan mucho porque la historia es un elemento clave de su idea de nación. Arana la reinventó, y la clave era su idea de los fueros como sinónimo de independencia y soberanía tradicional. Eso se ha mantenido hasta hoy, cuando Ibarretxe dice que son nuestra auténtica constitución. Los fueros eran la inserción de los territorios vascos en la monarquía tradicional española, pero no una constitución moderna.
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