Tiempo de corrupciones
Es posible que en las próximas elecciones municipales el votante elija directamente candidaturas de constructores, de su ciudad, de su barrio y hasta de su propia casa, con lo que se ahorrarán tráficos de influencias, atenciones a los intermediarios y algunos que otros imprevistos, que luego repercuten en el precio de la vivienda. Como hoy las ciudades se han convertido en espacios de especulación, más que gobernantes, que probablemente solo saben poner al cazo, lo que se precisa para despacharlas con soltura y buen ojo -demolición, por aquí; edificaciones, por allá- son intrépidos capitanes de empresas inmobiliarias, que tienen la vista larga y conocen muy bien por dónde cae su futuro y por dónde el de los demás. Unas elecciones así, pondría fuera de rumores, sospechas y denuncias a los sacrificados políticos de turno, algunos de los cuales van ahora de la suspicacia a la duda, y de la duda a los pasillos del juzgado. Qué cruz la de esa llamada clase política tan zarandeada, y no solo por las presuntas irregularidades urbanísticas, sino también por las presuntas prevaricaciones y fraudes fiscales. Los primeros días del otoño, con escasas novedades meteorológicas, han sido pródigos en acusaciones de corrupción, entre partidos y facciones de un mismo partido. Espectáculo nada edificante que empalaga, en ocasiones, y en las más, todavía tiene la capacidad de escandalizar a los ciudadanos de nuestra Comunidad, Y así, a la sombra de la reforma de un Estatut en flor, se enzarzaron dialécticamente Camps y Pla, y se arrojaron los escombros, hasta que el secretario general del PSPV sacó de quicio al president: la pieza ojival del caso Fabra arrasó y, como de costumbre, sumió a Camps en un silencio muy elocuente. En la misma herida, golpeó Joan Ribó, portavoz de EU- L'Entesa, quien calificó el caso Fabra como el "caso de corrupción política más importante en estos momentos en España". Y de nuevo, Camps, guardó silencio. Silencio que propicia conjeturas, recelos y acciones temerarias, hasta el punto de que un responsable de EU, entregara en el registro del Ayuntamiento de Castellón un traje de presidiario y un escrito en el que se solicita que Fabra abandone su concejalía "porque su sitio está en la cárcel". Cuánta previsión y en qué farsa puede dar tan empañado caso. Y luego esa convulsa calentura del ladrillo que recorre la comunidad: Alicante, Elda, Orihuela quieren construir miles de viviendas, dándole esquinazo a sus respectivos PGOU, y provocando polémicas, alegaciones y enfrentamientos, y levantando no pocas presunciones y denuncias de turbiedades urbanísticas. En Orihuela, el alcalde José Manuel Medina, de la cuerda campista, consiguió que se aprobaran dos proyectos, con los votos de sus fieles, del Centro Liberal y el de un edil rocambolesco, Isidro Hernández, que ha militado tan campante en las filas socialistas y en las populares. José Manuel Medina les ganó la partida a ocho de sus concejales, pero del sector zaplanista, entre ellos, la presidenta del PP de Orihuela, Mónica Lorente, Luego, sobre las anchas espaldas de Zaplana lloraron los derrotados. Mientras, al fiscal anticorrupción, Felipe Briones, se le acumula el trabajo: solo los socialistas oriolanos le han presentado papeles de 14 supuestas corrupciones y corruptelas. Es otoño y en medio de la hojarasca, cuánta basura, señor fiscal.
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