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Columna
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Reconstrucción

Aprovechando un viaje, visito en compañía de una persona inteligente y culta las ruinas de una ciudad romana a orillas del Mediterráneo. El puerto, el enorme hipódromo, el teatro, casas con restos de patios, columnas, baños y bellos mosaicos. A la entrada, un vídeo muestra una reconstrucción virtual del lugar y de la vida cotidiana que allí se hacía. Fuera, grupos de turistas escuchan in situ las explicaciones de sus respectivos guías bajo un sol abrasador que incita al consumo intemperado de bebidas carbónicas.

Ese mismo día, los periódicos informan de la muerte de Manfred Korfmann, el arqueólogo cuyas excavaciones en la antigua Troya pusieron patas arriba la imagen del mítico enclave que un siglo atrás había impuesto Schliemann.

Heinrich Schliemann había nacido en 1822 en Neubucow, una diminuta población alemana, y se había criado en Fürstenberg. Cuando encontró los restos de Troya, se conformó con una ciudad cuyas dimensiones respondían a los parámetros de su propia experiencia. Korfmann tenía sobre su compatriota la triste ventaja de haber nacido en Colonia en 1942. Sus primeros recuerdos tuvieron por escenario las ruinas de una auténtica ciudad devastada por la guerra. Aunque Schliemann trabajaba con la Iliada en la mano y a Korfmann sólo le interesaba la exactitud de sus mediciones, la escala de su imaginación era muy distinta cuando ambos empezaron a excavar.

El enclave romano que recorro ha sido parcialmente reconstruido para que la visita no sea un arduo ir y venir por un montón de polvo y piedras carentes de significado para el profano. El teatro ha sido rehecho y en él se celebran festivales de música. Supongo que en la labor de reconstrucción habrá influido, de un modo inconsciente o no, la afluencia de visitantes y espectadores. Sea como sea, es probable que lo que yo veo sólo sea una fantasía, más seria que las películas de romanos, pero no más fiel a la realidad, si es que se puede aplicar esta palabra a lo que desapareció sin dejar más huella que un acertijo insoluble que luego cada época reconstruye con los elementos de que dispone, porque tanto los científicos como los esforzados turistas sólo podemos representar lo que imaginamos y sólo imaginamos lo que nos es dado representar.

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