Fracaso escolar
Con motivo del comienzo de curso y de los sangrantes informes de la OCDE (uno, de finales de 2004 y otro muy reciente, referidos, respectivamente, al nivel educativo y al fracaso escolar), nuestros gobernantes insisten en ofrecer remedios a esas enfermedades.
Desde el Gobierno central su presidente anuncia 40.000 nuevas becas, creación de 300.000 plazas de educación infantil (tres a seis años) con el consiguiente aumento de profesorado, 300 programas de apoyo y refuerzo en otros tantos centros, que se redoblarán el año que viene. Por su parte, desde el Gobierno autonómico de Galicia la conselleira de Educación intenta poner coto al acoso escolar y pondera la ayuda que supone para los padres la gratuidad de los libros de texto. ¿Quién en su sano juicio puede ver mal estas medidas?
Pero resulta curioso (y esta enfermedad se está haciendo crónica por momentos) que, entre los medios para curarla, no se mencione siquiera a los protagonistas de la enseñanza: alumnos y profesores. Los medios económicos y técnicos
son indispensables, pero no suficientes. Mientras las leyes y los padres no devuelvan a los profesores el respaldo del que fueron despojándolos y no exijan un mayor esfuerzo a los alumnos, el bajísimo nivel educativo y el fracaso escolar continuarán. No se trata de volver a "la letra con sangre entra", pero sí de convencernos de que sin unas exigencias mínimas no se adquieren los conocimientos más elementales. La pedagogía de "aprender jugando" es ideal en el sentido de excelente, pero también en el de que sólo existe en el pensamiento.
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