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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nada nuevo bajo el sol

Ha pasado mucho tiempo desde la época en que Gianni Vattimo circulaba por los escenarios europeos dando conferencias sobre la posmodernidad. Recuerdo que apuntaba, entre otros, tres signos característicos de aquel presente lejano: el fin de la esperanza utópica, la imposibilidad de un nuevo liderazgo carismático y el abandono de la categoría de lo nuevo. La primera sobrevive como nostalgia de redención, entre otras razones porque entre la nostalgia y la esperanza históricas hay una diferencia de matiz. La segunda ha quedado invalidada por la multitud de pequeños aspirantes a Führer que se cuentan entre los que predican las irracionales consignas del nacionalismo, de distinto pelaje y confesión (por no mencionar el papel que cumple entre los musulmanes Osama Bin Laden). Sólo la cuestión de la (im)posibilidad de algo nuevo sigue siendo una temática genuinamente "posmoderna".

SOBRE LO NUEVO: ENSAYO DE UNA ECONOMÍA CULTURAL

Boris Groys

Traducción de Manuel

Fontán del Junco

Pre-Textos. Valencia, 2005

250 páginas. 19 euros

Y éste es justamente el asun-

to del libro. Estamos pues ante un típico ensayo sobre "lo posmoderno", le guste o no esa categoría a Boris Groys, autor prácticamente desconocido entre nosotros. El subtítulo de la obra habla de "economía cultural", lo cual hace presuponer al lector que se encontrará con un estudio del concepto de marras no en cuanto sustancia o materia per se sino como un elemento en proceso, algo que se produce de algún modo. En efecto, no se trata aquí de exponer la cualidad o la especificidad de lo nuevo sino más bien de discurrir sobre cómo se establece o se diferencia o se constituye algo como nuevo, en un contexto -dicho sea de paso- exclusivamente cultural. El libro pertenece pues a lo que los norteamericanos denominan cultural studies, aunque el autor es alemán y con una larga experiencia y formación en la desaparecida Unión Soviética.

Tras una primera parte dedicada a examinar un repertorio de diferencias entre lo nuevo y la utopía, lo otro (es decir, algo diferente), la autenticidad, lo original, la moda y la ocurrencia como expresión de la libertad individual, Boris Groys se decanta por una definición partiendo de valor -lo nuevo genera una transmutación de valores- y de interpretación: "Cada innovación tiene éxito a través de nuevas contextualizaciones o descontextualizaciones de acciones o actitudes culturales" (página 69). Ninguna de estas afirmaciones es, por cierto, muy novedosa que digamos, puesto que ya las difundió hasta el cansancio Friedrich Nietzsche hace más de cien años.

El repertorio de las diferencias, por otra parte, aunque es preciso y minucioso, y algo tedioso también, a menudo roza la perogrullada, por mucho que Groys se esfuerce en introducir rótulos nuevos y rebautice la tradición como "archivo cultural", y la innovación como "espacio profano".

Descartada la tecnología y

la ciencia, donde es obvio que la aparición de la novedad es bastante más que una "transmutación de valor", la segunda parte del libro se ocupa del verdadero terreno en el que las reflexiones de Groys parecen pertinentes: el arte. Hete aquí que la cultura era en realidad el arte, y lo nuevo, una cualidad que ejemplifican las obras de los artistas de la vanguardia de inspiración dadaísta; Duchamp, en particular, típico lugar común de este modelo de análisis, y Malevich, por su radicalidad. El ensayo, no obstante, gana en interés, entre otras razones porque la obra de Duchamp es insuperablemente novedosa pese a que los readymades, de los cuales Groys hace certeras observaciones, también tienen casi un siglo de antigüedad. Su idea es que no nos encontramos ante el fin de la novedad sino que lo nuevo después de Duchamp (lo que no ha sido archivado y, por tanto, es profano) se refugia en el marco de un arte institucionalizado, lo cual reclama una nueva "ecología de los intercambios y las innovaciones" (tercera parte) que dé somera cuenta de cómo se generan y administran los productos culturales en nuestra época.

La función de esta ecología y economía cultural sería, en definitiva, comprender la tensión entre la tradición y lo nuevo (o entre el archivo y lo profano) no como una dialéctica donde algo se destruye o queda superado, sino como un intercambio simbólico, como el descrito por Jean Baudrillard hace (de nuevo) treinta años. Intercambio que puede ser del orden sacrificial (aquí asoma Georges Bataille) pero que daría alternativa a trascender como sea el atolladero posmoderno. ¿Para que se salve la transgresión quizás?

El texto de Groys es consistente y, como todas las fórmulas ideológicas, por momentos resulta incluso convincente, aunque habría que someterlo a su propio concepto: ¿dice algo nuevo? La verdad es que no. Todo aquí es dejà vu. Aunque Groys tiene una coartada perfecta: también en materia de teorías la novedad se regiría por el intercambio entre el archivo y lo profano, es decir, se puede "innovar" repitiendo lo que ya ha sido dicho, pero de otra manera. Sus ideas serían una revalorización, una transmutación de algo ya pensado. Lo malo es, al final, que promueve una especie de pos-posmoderno y, llegado este punto, el sufrido lector, que lleva décadas viendo cómo se da vueltas a la noria en la cultura contemporánea, se queda con la impresión de que, como de costumbre, no hay nada nuevo bajo el sol.

Librería francesa en el paseo de Gràcia de Barcelona.
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