"Siempre elijo a los mejores escritores"
El mercader de Venecia, de William Shakespeare, es una obra casi prohibida en la industria de Hollywood, nunca adaptada a la pantalla desde los tiempos del cine mudo y que en 1962 vio cancelada la versión de George C. Scott ante las protestas de la Asociación Neoyorquina de Rabinos por lo que consideraban un trabajo "antisemita". Una maldición que el realizador Michael Radford ha roto gracias a su adaptación histórica, aunque no literal, de esta obra rodada en Venecia y para la que necesitó de una estrella para el papel de Shylock, que reclutó para el filme a sugerencia de Marlon Brando: Al Pacino.
"Shakespeare se ha defendido muy bien durante los últimos 400 años. No me necesita. Le ha ido muy bien sin mí. Soy yo el que le necesita como un buen pianista busca las obras de Mozart o de Beethoven cuando quiere interpretar lo mejor. Yo siempre voy buscando a los mejores escritores", afirma este hijo de sicilianos de 65 años y considerado uno de los mejores actores de las últimas décadas.
"Yo me olvido de un personaje en cuanto acabo la película. A veces incluso el día anterior. Ésa es la verdad"
"Supongo que como en Hollywood todavía me ven como alguien capaz de hacer dinero en la taquilla no me ofrecen películas para dirigir"
A pesar de su modestia, Pacino sabe que esta vez fue el papel del judío avaricioso y torturado por haber perdido a su hija el que vino en su búsqueda, porque el actor no tenía un gran interés en este trabajo. Su amor por Shakespeare es indudable, como demuestra su único filme como director, Looking for Richard, centrado en la puesta en escena de Ricardo III, pero El mercader de Venecia no le atraía. "Conocía la versión teatral de Laurence Olivier, de Dustin Hoffman, incluso de George C. Scott, pero las olvidé en cuanto las vi. Sólo cuando leí el guión de Michael Radford tuve la sensación de que había alguien ahí al que podía acercarme", confiesa el actor. Radford demostró su sensibilidad para los clásicos con El cartero (y Pablo Neruda), y con El mercader de Venecia no pensaba amilanarse ante una obra de la que, como dice, todos parecen tener una opinión. "Es un clásico y eso te suele llevar a hacer algo demasiado teatral, casi como si fuera una obra en otro idioma", detalla de los problemas que acompañan a una adaptación así. Además, está el supuesto antisemitismo de la obra, un aspecto en el que, como judío, no está en absoluto de acuerdo. "Para mí, es una historia más cercana a Nashville sobre un grupo de personajes todos ellos humanos, todos con fallos, todos con algo de bueno y de malo", comenta Radford. El realizador, nacido en India y criado en Inglaterra, también equipara su visión de El mercader de Venecia con otra película más actual, como Quiero ser como Beckham. "Ahí también tienes un padre que vive en una comunidad que no es la suya y no soporta que su hija se aleje de los suyos", añade.
Para el intérprete de El precio del poder, Tarde de perros o Esencia de mujer, lo que más le atrajo del Shylock de Radford fue la soledad de su personaje, un sentimiento trágico que ya demostró en algunos de los trabajos con los que aspiró al Oscar, como el Michael Corleone de El Padrino o incluso Serpico. "Tienes que escoger ese elemento con el que encuentras una conexión... y lanzarte al fondo", afirma el actor en una de esas frases tan suyas que comienzan con una gran promesa y que acaba dejando incompletas antes de quedarse sumido en sus propias meditaciones.
Aunque Pacino se muestra jovial y siempre dispuesto a contestar a otra pregunta, es ya conocido en Hollywood que ése al que a veces apodan cappucino no le gustan las entrevistas. Rehúye toda pregunta que haga referencia a su vida personal o incluso a su método de trabajo. En su opinión, cuanto menos sepa el público, mejor. Por eso prefiere desviar la conversación hacia el reparto que le acompaña en su trabajo, en especial a esas nuevas generaciones a la que pertenece Joseph Fiennes.
"En mi opinión, son mucho mejores en el cine de lo que fuimos nunca. Nunca se puede generalizar, pero estos actores crecieron en el medio, no tuvieron que hacer la transición del teatro al cine y su comprensión y su relación con la cámara es mucho mayor que la que hubo nunca en mi generación", admite sin reparos.
En su lista de protegidos, el número uno es Johnny Depp. "Sean Penn también está en lo más alto", añade. "Me gusta Ed Norton y, por supuesto, Kevin Spacey. Es brillante". También sigue con atención la carrera de sus compañeros de generación y hasta se diría que con algo de envidia cuando habla de comedias como Los padres de él. "Ya me gustaría hacer algo así, pero la verdad es que no me llegan guiones de ésos. Supongo que cuando piensan en mí no les doy la impresión de ser divertido", se ríe.
"La verdad es que yo me olvido de un personaje en cuanto acabo la película. A veces incluso el día anterior. Ésa es la verdad", añade divertido y ya pensando en otro estreno pendiente en Estados Unidos junto a Matthew McConaughey bajo el título de Two for the money. "Ya estoy esperando lo nuevo y por primera vez de lo que tengo más ganas es de volver a dirigir. Es lo que más me apetece. Ya son casi diez años desde Looking for Richard y es la primera vez que tengo este apetito. Lo que ocurre es que no he encontrado nada que me interese hacer". Y se sume en una nueva de sus meditaciones antes de salir por un instante con una mirada de picardía en esos que la prensa suele describir como "los ojos más famosos del cine". "Supongo que como en Hollywood todavía me ven como alguien capaz de hacer dinero en la taquilla, pues no me ofrecen películas para dirigir", asegura volviendo a reírse.
Babelia
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