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HISTORIA DE SEVILLANA DE ELECTRICIDAD
Columna
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¿Una eléctrica andaluza?

El pasado 5 de septiembre, el mismo día que Catalana de Gas lanzaba por sorpresa su oferta pública de adquisición (OPA) sobre Endesa, el presidente de la compañía atacante, Salvador Gabarró, descolgaba el teléfono dos veces. Una, para informar de la operación al Presidente de la Generalitat, Pascual Maragall. Otra, con idéntico propósito, al presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves. En ambos casos se trataba, aparentemente, de un simple gesto "de cortesía". En realidad, buscaba tranquilizar a sus interlocutores ante la que se venía encima. Dos días después, Ricard Fornesa, presidente de la Caixa de Cataluña, la aliada financiera de la compañía de gas, y la caja de ahorros más poderosa de España, se reunía con Maragall a puerta cerrada para explicarle los pormenores del asunto. Ahí se acababa la simetría con Andalucía. Ningún actor equivalente andaluz tenía nada que decir en tamaña operación. (Sumados los activos de las seis cajas andaluzas no alcanzan la mitad de los de la Caixa). Seguro que Chaves se acordó ese día de su malograda iniciativa de fusionar todas las cajas andaluzas en una sola (y de quienes se la entorpecieron), para poder ocupar el espacio que a Andalucía le corresponde en sectores estratégicos como el de la energía, aunque sólo sea por la cantidad de sus consumidores. De hecho, nuestra región aporta cuatro de los once millones de clientes españoles de Endesa, aunque Cataluña nos supera en facturación. Un dato, este último, nada despreciable para entender lo que está pasando, como también el hecho de que Endesa carezca de mercado en su sede madrileña, aunque tribute allí.

Esta situación de desventaja para Andalucía es consecuencia de una larga historia, la historia de la Compañía Sevillana de Electricidad, que muy bien pudiera tomarse como caso paradigmático de cómo el capitalismo protegido de la etapa franquista se fue adaptando a la nueva situación democrática. Incluso hay elementos suficientes para pensar que Sevillana sirvió de modelo experimental durante la transición, habida cuenta de que, también en Sevilla, se forjó el nuevo espíritu de la socialdemocracia española, en torno a la figura de Felipe González, quien siempre estuvo muy atento a los avatares de la compañía. Algunos de sus colaboradores eran a su vez activos militantes sindicales de la eléctrica (y algún ejecutivo, más o menos camuflado). En general, puede decirse que el PSOE y la UGT tuvieron en Sevillana un banco de pruebas, y viceversa: el neoliberalismo español auscultaba los movimientos de la clase política emergente, para medir, con ella o frente a ella, cómo evolucionar, e incluso cómo pactar los fundamentos de la transición. Grosso modo, en ese tira y afloja de huelgas y convenios de los 70, los años decisivos, se vino a perfilar el futuro de la nueva situación, en un país carente de experiencia democrática. Y más o menos implícitamente quedó pactado, a través del modelo de Sevillana, que el sector público industrial no podía superar al privado, sino que había que ir liberando recursos estratégicos del primero hacia el segundo, hasta quedar en una situación de cierto equilibrio. Felipe González, con Carlos Solchaga como muñidor, fue cumpliendo ese acuerdo, y en lo que a Sevillana se refiere, aunque le mordió el 51%, a través de Endesa, mantuvo viva la personalidad jurídica de la primitiva compañía. Paradójicamente, es la etapa más andaluza de Sevillana, justo cuando está en minoría accionarial, por lo que enseguida veremos.

De suma importancia en esta historia es recordar que antes de "comerse" la mayoría de Sevillana de Electricidad, Felipe González prepara a la empresa estatal, Endesa, para su privatización parcial, haciéndola más apetecible en el voraz mercado de la energía. ¿Cómo? Ampliando su negocio hacia el transporte y la distribución. Para ello hace participar a Endesa en otras varias compañías del sector, pero principalmente en dos de ellas: en Sevillana, andaluza, y en FECSA, catalana. Ojo. Este último dato es fundamental para aproximarse al menos a lo que acaba de ocurrir con la OPA en cuestión, pues el lobby de la industria catalana, descendiente de la antigua FECSA, fue tomando posiciones en el interior de Endesa, incluso en la etapa de José María Aznar. Este, desde luego, vino a desbaratar los proyectos de Felipe González, que había diseñado un plan de la energía eléctrica en España con la visión de un verdadero estratega. A través de FECSA, por la proximidad de Cataluña con Francia, se garantizaba la compra de energía barata procedente del sector nuclear francés, gracias a su amistad con Mitterand, y de paso liberaba a España de tener que construir más centrales nucleares. A través de Sevillana, establecía acuerdos de suministro, no menos importantes, con Marruecos (cable de Tarifa), procurándose así un aliado agradecido en el turbulento norte de África.

Pero ya hemos dicho que cuando Aznar llega a la Moncloa, todo ese diseño es pulverizado, metódicamente, con ayuda de las fuerzas neoconservadoras y centralistas que arropan al PP. Endesa pasa a ser completamente privada, pero manteniendo el Gobierno a sus hombres de confianza en la dirección de la compañía, Martín Villa en primer lugar. Un modelo aberrante que en modo alguno casa con los principios de la socialdemocracia europea, pero ni siquiera con los del neoliberalismo. El hecho es que, cuando en 1997 Sevillana es absorbida completamente por Endesa, Andalucía se ve privada drásticamente de su último bastión en el sector energético, y sólo le deja un Consejo Asesor de carácter meramente ornamental, con inclusión de algunos satélites del PSOE.

Mas para ser del todo veraces en esta importante historia, la tendencia a quitarle a Andalucía su más emblemática industria venía de más atrás. En la etapa franquista, las decisiones de mayor calado de la compañía ya no se tomaban en la Avenida de la Borbolla, pese a que Sevillana era entonces una compañía jurídica y mercantilmente andaluza, sino en la calle Orense de Madrid. Allí un reducido y selecto grupo de personas, constituidos en Comité de Gerencia, dirigían los destinos de la sociedad en sus reuniones mensuales. Entre ellos, y en pleno 1975, anoten estos nombres, de entre los más poderosos gestores del franquismo empresarial: Presidente, Carlos Mendoza Gimeno (fue Vicepresidente de Las Cortes), Manuel María de Gortázar, Emilio Botín, padre; José Mª Aguirre Gonzalo, Javier Benjumea, Julio Calleja, Demetrio Garceller, Gregorio Valero... Juntos venían a representar lo más granado de la banca norteña, las constructoras del Régimen, los medios de comunicación...y, mucho más decisivo, parte de la industria pesada y la tecnología que demandaba Sevillana para su funcionamiento. Bien es verdad que también la inversión que necesitaba la empresa provenía de esos mismos comensales, ninguno andaluz, salvo Abengoa. Quiere decirse que, en la práctica, lo que Aznar llevó a cabo con "nuestra" industria principal fue mera continuación de la política centralista más implacable del franquismo, tal como haría, o intentaría hacer, en otros muchos ámbitos de la vida política y social española. Nunca valoraremos adecuadamente de lo que nos hemos librado.

Es pronto para saber si la nueva situación puede favorecer o perjudicar -todavía más-, a nuestra comunidad autónoma, que bastante ha padecido la minusvalía político-energética en estos últimos veranos, con los dichosos apagones. Chaves ha declarado que le gustaría que la futura Endesa pague impuestos en Andalucía, a través de las centrales de generación, presentes y futuras, lo cual, por cierto, es una de las claves del asunto. Difícil será. De todos modos, también será difícil que padezcamos más de lo que ya padecemos. Y lo más triste, que tengamos que pedir y que no podamos exigir.

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