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Reportaje:

La jugada de Ariadna Gil

Tras tener a su segundo hijo, la actriz, de 36 años, vuelve con cinco películas. Un repóquer del que estrena su segunda carta, 'Ausentes'. Un título de suspense, dirigido por Daniel Calparsoro, que protagoniza junto a Jordi Mollà.

Eugenia de la Torriente

A todos nos toca convivir con un tópico. A los actores, un poco más. El de Ariadna Gil es el de la bella fría y misteriosa, un poco distante, pero con un punto de ternura y fragilidad. "Es algo que ella no controla, pero que está ahí", apunta Mariano Barroso, quien la dirigió en su último estreno, Hormigas en la boca, que llegó a los cines el pasado mes de mayo. "El enigma, lo incierto, la distancia. Es un tópico, pero ella lleva ese aire incorporado. Aunque eso no tiene nada que ver con la verdadera Ariadna, que es muy cariñosa. Y lo cálido tiene mucho más impacto cuando procede de alguien con apariencia fría", remata el director.

Ariadna, en un patio en una antigua posada de Alcalá de Henares que hoy es una vivienda familiar donde la han retratado durante horas, oye de nuevo la relación de sus atributos más reiterados mientras picotea embutido. "Es difícil ser consciente en todo momento de lo que uno proyecta. Yo sé lo que me pasa por dentro, pero no lo que los demás ven en mí. Aunque, claro, ya son muchos años de leer los mismos titulares [se ríe], con lo cual ya veo qué transmito y también me doy cuenta de que es muy difícil cambiarlo, aunque lo intente matizar y suavizar. Pero a mí me gustaría siempre ser distinta a lo que soy. Supongo que por eso me dedico a esto". Con la risa mucho más fácil de lo que el tópico predice. Vestida con vaqueros y una camiseta a rayas que alejan su peculiar y distintivo físico de cualquier etérea consideración. Cautelosa con las palabras y contenida, prosigue: "Son cosas que se escriben. Habrá verdad en ello, probablemente, pero no puedo vivir pendiente de eso. Aunque es inevitable que suceda, sobre todo, en épocas de promoción, como ésta, en las que estás más expuesto. Hay que quitarle importancia. Porque no somos tan importantes. Lo importante, si acaso, es que te sientes en el cine y esa mujer -o ese hombre, o esa historia- te emocione, te haga reír o te dé miedo. Eso sí es importante. Nosotros no".

"No la confunde el éxito y no se deja llevar por lo superficial", dice de ella Mariano Barroso

La promoción que la ocupa esta tórrida tarde de finales de agosto es la de la película Ausentes. La segunda que rodó tras dar a luz a su segundo hijo. Aunque su vuelta al trabajo ha sido tan frenética que apenas puede dedicar un par de días a hablar de este filme de suspense de Daniel Calparsoro, del que es protagonista absoluta junto a Jordi Mollà. Una película "que habla del miedo a lo cotidiano, a la normalidad", según Calparsoro, que ha escrito el guión con Ray Loriga y Elio Quiroga. Pero Ariadna, este verano, se encuentra inmersa nada menos que en dos rodajes simultáneos: el de Bienvenido a casa, a las órdenes de su pareja, David Trueba, y el de El laberinto del fauno, con Guillermo del Toro. Si a eso le añadimos Alatriste, que está ya en las salas de montaje, tenemos nada menos que cinco títulos con los que volver a la carga tras la baja por maternidad. Un repóquer capaz de ganar cualquier buena mano. Una buena jugada. ¿Una vuelta con hambre de cine? "Tener un hijo te obliga a parar porque estás a otra cosa. Pero, de todas maneras, ha sido bastante corto. Incluso, trabajé durante el embarazo en una serie para Francia. Y yo siempre tengo ganas de trabajar. Hubo una vez que estuve mucho tiempo sin hacer cine y ahí sí sentí mucha necesidad. Ahora, tal vez, no tanto porque el parón no ha sido tan largo".

A pesar de ello, alguien puede haber echado de menos en la cartelera a esta actriz de 36 años, que lleva ya 20 trabajando, y que no aparecía en pantalla desde que en marzo de 2003 se estrenó Soldados de Salamina. Porque algo tiene Ariadna que engancha. A los directores, desde luego. Según Calparsoro, "trabajar con ella ha sido una gozada por la disposición y la entrega. Se supone que siempre tiene que ser así, pero no es lo corriente. De todas formas, no me sorprendió. Sabía y esperaba que fuera muy profesional. Lo que sí es cierto es que siempre esperas mucho más de lo que al final consigues y, en este caso, he conseguido todo lo que quería. Con el añadido de que la película descansa sobre sus hombros. Es uno de mis mejores trabajos, y ella está espectacular". La laboriosa Ariadna se revuelve un punto a la mención elogiosa de su entrega profesional. "Es la única manera que entiendo de trabajar. Y en este caso era un personaje que estaba durante toda la película y no había otra manera de hacerlo. Uno tiene que pasárselo bien, entregarse al director y dejar que te guíe. Fue un trabajo muy intenso. Nunca había rodado una película apareciendo en todos los planos. Siempre la compartes y te nutres de los otros actores, pero esta vez he estado mucho tiempo sola y no lo había hecho jamás. Y con Daniel nos entendimos muy bien, después de la inevitable desconfianza mutua de no conocerse", explica justo después de compartir trucos de jardinería con la afable propietaria de la casa. La parra de su jardín preocupa a Ariadna, y la mujer, que vive en esta espléndida casa desde 1958 y posee un jardín envidiable, le recomienda fumigarla.

Mariano Barroso no sólo repetiría experiencia con la actriz barcelonesa tras Hormigas en la boca. Es que ya sabe, incluso, qué le gustaría hacer: "Puedo decir muchas cosas de Ariadna y todas son buenas. Pero su arma más poderosa es la sonrisa. De hecho, quiero volver a trabajar con ella para utilizarla más. El personaje de Hormigas en la boca no le permitió mostrar todas sus posibilidades y me he quedado con ganas de explorar más. Ella está a favor de la película, de lo creativo. Toda su gente es gente de cine y ella es una auténtica creadora. Pocas actrices de su edad tienen esa experiencia y han conseguido que no se les vaya la olla. Pero a ella no la confunden las luces del éxito y no se deja llevar por la parte más superficial". El fantasma de la fama. Es cierto que ha sorteado ese escollo con elegancia. Hoy, por ejemplo, el fotógrafo la coloca en la entrada de la casa, en una calle especialmente concurrida. Son días de fiesta mayor y la casa está en la ruta hacia la plaza, así que la gente pasa sin parar. Algunos se paran y la miran. "¿Quién es?", se preguntan los curiosos. "¿Inés Sastre?", apunta una mujer que empuja un carrito de bebé.

Y es que una de las mejores actrices de su generación, que cuenta en su haber con títulos como Amo tu cama rica, Belle époque, Libertarias, Lágrimas negras o El embrujo de Shanghai, no se prodiga en exceso en otros focos que no sean el de la cámara de cine. Aunque sí da la cara, como ahora, cuando estrena un nuevo filme. ¿Cómo le sienta esta exposición a su natural discreto? "A los actores lo que nos gusta es actuar. Esto es una parte que hay que asumir. Ahora, si me preguntan si es lo que más me gusta, diré que no. Creo que hay gente que disfruta más que yo con esto. Aunque al principio lo sufría mucho más. Empecé muy joven, y a esa edad, ¿qué vas a contar de ti? Y en una entrevista tienes que ser brillante y saber vender. Y para eso hay gente que está muy dotada y otros que no lo están tanto".

-Usted ha llegado a afirmar que no se considera alguien suficientemente interesante como para ser entrevistado.

-Es que, en general, incluso si se trata de actores que admiro y me interesan, yo veo las fotos, pero rara vez leo profundamente una entrevista. Puedo explicar y hablar de cómo se ha hecho una película y un personaje, pero lo interesante es ver la película y, al final, ¿qué importa si fue duro o intenso, si me llevé bien o mal…? Cuando dije eso, creo que me refería a que hay mucha gente sin espacio en los medios que tiene cosas mucho más interesantes que decir o que puede ayudar a la sociedad.

-Una de las veces en las que se la ha visto más expuesta fue con motivo de la movilización contra la guerra en Irak. ¿El cine debe comprometerse políticamente?

-Es que yo creo que el cine no es nada. El cine está hecho de personas, y lo que sucedió fue un clamor popular. Y, entre muchos ciudadanos, estábamos nosotros. Lo que me sorprendió fue la importancia que se nos dio, cuando parece que no valemos nada para otras cosas, cuando no se cuida y se ridiculiza a los actores mayores maravillosos que tenemos en este país. Además, yo no iba en nombre de mi gremio, sino en el mío, y me sorprendió la importancia y el odio que generó en una parte de la opinión pública el hecho de que diéramos nuestro punto de vista.

-Es hija de un significado abogado laboralista, August Gil Matamala. Usted es actriz, y sus hermanos, músicos. ¿Qué opinan sus padres de sus profesiones?

-[Se ríe]. Que a ver qué han hecho ellos para merecer esto, para merecer tanta bohemia en su familia. Y claro que algo han hecho. Principalmente, dejarnos escoger, dejarnos libres. No guiarnos desde pequeños. Sólo darnos y darnos… Es curioso, porque ¿por qué te dedicas a lo que te dedicas? ¿En qué momento lo decides? Creo que con algo artístico todo es mucho más irracional.

-¿Aspira a mantener esa actitud con sus hijos?

-A mí no se me ocurre decirle a nadie, y menos a mis hijos, lo que tiene o no tiene que hacer. Soy incapaz. Con los hijos tienes que estar ahí, pero los consejos son muy difíciles de dar bien. El consejo se da todo el rato, pero en realidad hay que ser muy sabio para darlo.

-¿Usted los pide?

-Sí, desesperadamente [se ríe]. Cuando dudo, escucho, pero al final quien decide soy yo. Puedo pasar del negro al blanco y al revés 200 veces hasta que tomo una decisión, pero la tomo. Aunque soy muy lenta y dudo mucho, eso sí. Por eso, todo el tiempo estoy escuchando a ver si algo me deja por fin aclararme. Por eso pido y pido, y escucho y miro.

-¿Los años no disipan las dudas?

-No, siguen parecidas. La experiencia te ayuda con algunas cosas. Pero de repente llega algo y vuelves a estar como hace 15 años. Igual.

-¿Qué es lo que no cambia?

-El día del estreno, por ejemplo. Es el peor momento. Te sientes muy vulnerable. Si pudiera, me quedaría en casa para no ver las reacciones. Mi cabeza me dice que la gente no ha venido a juzgarme y que tengo que tener seguridad en mí misma y en el trabajo que he hecho, pero la pierdo totalmente. Y es patético [se ríe]. Me siento a merced de la mirada de cada uno de los que salen del estreno. Aunque, luego, todo pasa y no es tan grave, a unos les gustas y a otros no. Da igual.

-¿Es peor que las críticas?

-Las críticas no me importan tanto. Supongo que si viniera el crítico a decírmelo a la cara, sería distinto. Pero escritas, te joden cuando dicen algo que no te gusta y te alegran cuando es algo bonito. Aunque tiendo a creerme mucho lo malo y relativizar lo bueno. Así que me afecta mucho más una mala crítica que una buena. Con una mala crítica puedo estar jodida muchos días. Cuando pone, por ejemplo, "sonrisa dentiflor" [se ríe] y yo ahí dándole vueltas sin parar. En cambio, algo bonito lo lees, te impresiona mucho y a tu familia le hace feliz [más risas], pero inmediatamente lo olvidas.

-¿Se queda siempre con lo malo?

-Bueno, no lo sé… Lo malo me afecta mucho. Es verdad que tiendo a borrarlo, pero me afecta muchísimo cuando pasa. Mucho más de lo que sería deseable para mi equilibrio. Y, bueno, intento quedarme con las cosas buenas, pero soy un poco exagerada con todo. Bueno, con lo bueno no tanto, la verdad. Más con lo malo. Me encantaría ser más fría, pero mi cabeza funciona así. A pesar de la imagen que doy [se ríe].

La imagen de Ariadna. Otra vez. A Agustín Díaz Yanes, por ejemplo, esa imagen le sedujo para el papel de María de Castro en Alatriste, la adaptación de la obra de Arturo Pérez-Reverte que la actriz rodó justo después de Ausentes. "La elegí desde que empecé a escribir el guión. No quiero sonar cursi, pero lo hice porque me gustan las actrices italianas de los años cuarenta y a ella la veo un poco Silvana Mangano. Siempre me ha parecido muy buena, pero con la edad es cada vez mejor. Creo que el mejor momento para una actriz es entre los 30 y los 40 años, y ella ahora está en su punto álgido. Es muy entregada y, a la vez, nada pesada. Se lo curra mucho en su casa, pero cuando luego viene al rodaje no está dando la torrija con mil preguntas. En realidad tiene muchas virtudes y ningún defecto. Es muy fácil trabajar con ella, es una verdadera joya", dice el director de Sin noticias de Dios. El tiempo pasa, pero el frenesí laboral en el que se encuentra inmersa demuestra que el interés por Ariadna no cesa, más de 40 películas después de que, con 16 años, debutara en Lola, de Bigas Luna. ¿Cuáles son para ella los puntos de inflexión de la que ya es una larga carrera? "Nunca me he planteado algo así, pero si tengo que pensarlo, el primero sería Lola, la primera película que hice. Y precisamente por ser la primera. Luego, Amo tu cama rica, porque fue la primera que rodé en Madrid y me permitió hacer una prueba para Belle époque. Y Belle époque sería el tercero, indudablemente. Fue la vez en la que se juntó el personaje, el guión, el rodaje, todo lo que sucedió después y lo maravillosa que es la película. Es, quizá, la única en la que he estado que siento que ha sido tocada por esa varita mágica. Luego, claro, hay muchas películas muy importantes para mí, como actriz y como persona, pero no ha habido otro punto de inflexión. Creo que no ha llegado todavía".

Oscurece. Son casi las diez de la noche y hay que volver a Madrid. Pero Ariadna, que ha estado rodando con Guillermo del Toro desde las siete de la mañana, no tiene prisa. Habla de Barcelona ("Es mi ciudad y vuelvo constantemente, pero soy una persona muy inquieta y aún sueño con vivir temporadas en muchos otros sitios"), de trabajar con la pareja ("Cada vez creo que nos llevamos mejor. Aunque trabajando no nos hemos llevado mal nunca, yo cada vez lo disfruto más y en esta ocasión está siendo increíble"), de la música de sus hermanos y los papeles femeninos. También de trabajar fuera del cine. Nunca ha hecho televisión, pero sí teatro. Barroso la recuerda especialmente en La gaviota, de Josep Maria Flotats. "El cine es lo que más me gusta. Tal vez haga más teatro, pero más adelante. Televisión, en principio, no. Necesito cambiar, y no me atrae la idea de estar haciendo lo mismo durante muchos meses o incluso años. Además sé que en la tele se trabaja muy rápido, y eso me asusta. A lo mejor acabo por hacer algo, pero depende de qué. Al final, cine, tele, teatro… son palabras que no significan nada. Depende de qué y de qué manera".

En el camino de vuelta, Ariadna guía al conductor de la furgoneta hasta su casa por varias calles desiertas que no duda en hacer tomar en dirección contraria. Se despide cariñosamente del equipo y, cuando la puerta del coche se cierra, flota en el aire una sensación. Cargando con el peso del tópico, siempre hay una persona que, a ratos, lo contradice. Otros, lo confirma.

La película "Ausentes" se proyecta en cines de toda España. Más información en www.ausentesfilm.com

Ariadna Gil
Ariadna GilJERÓNIMO ÁLVAREZ

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