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CRÓNICAS DEL SITIO
Columna
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¿Qué caos?

He pasado el mes de agosto en el Mediterráneo sumergida en un agradable caos. Gino, que por algo ha sido matemático antes que cocinero, me lo explicó. El caos es un lugar donde lo determinado lucha por volverse impredecible, a la vez que el desorden comienza a apaciguarse. Todo un programa de vida latina.

Al regreso, pongo las teles y sólo oigo hablar de caos en Nueva Orleans, pero ha de tratarse de un caos distinto, o es que los presentadores de televisión no han sido nunca cocineros.

Cuando salió a hablar el presidente Bush, yo no esperaba que arrojara luz sobre los propietarios de los culos en fuga, a los que se refería el alcalde de los afroamericanos ahogados en la indiferencia. Pero arrojó esto: "La gente quiere ley y orden, así que he dado orden de tirar a matar".

Todo un programa de desorden, para restablecer el velo que mantenía ocultos a cien mil habitantes sin identidad cívica. En junio, su compadre británico también mostró su habilidad para el ocultamiento bajo la excusa del caos. Hoy sabemos que encontrar la muerte en el metro de Londres a manos de las fuerzas del orden mientras hojeas un periódico gratuito no es el precio de la libertad. La política del dedo en el gatillo es consecuencia de que quienes gobiernan creen en el fracaso de nuestro sistema democrático frente al terrorismo islamista. O, lo que es peor, pretenden que lo creamos nosotros.

Me dirán ustedes que tengo que ordenar un poco las ideas y tendrán razón, porque he venido de vacaciones un poco errática, pero estarán conmigo en que las cosas han cambiado de sitio. ¿Cómo explicar a mis alumnos que el Tercer Mundo se encuentra a cinco paradas de metro de su propia ciudad? Ya no vale de nada la nostalgia de aquellos jóvenes tercermundistas enamorados de la imagen del Che, aunque sus pintadas las hicieran en el Casco Viejo.

Pero entonces había una televisión, que era como vivir en una habitación con ventana al patio. En cuanto multiplicaron y digitalizaron los canales, lo lejos y lo cerca se mezcló. A pesar de que los muñecos de Barrio Sésamo lucharon heroicamente por mantener las distinciones esenciales. A esa mezcla llamamos globalización. Ahora se necesita un tornado en Luisiana para desencadenar el aleteo de una mariposa en Donostia.

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Como consecuencia descubrimos que allí hay negros y que son pobres, de manera que si su ciudad choca con un iceberg, serán ellos los que se ahogarán porque no hay coches salvavidas para todos.

Es que un tornado puede ser una poderosa arma de destrucción masiva cuando el dinero para reparar los diques se gasta en protegernos de las armas de destrucción masiva que Sadam Hussein no tiene. Y eso, más que con el caos, tiene que ver con la desfachatez.

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