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Reportaje:

Karzai se lanza a conquistar el corazón de los afganos

Ángeles Espinosa

"No se interpongan, quiero saludarles a todos". La orden de Hamid Karzai a su jefe de guardaespaldas deja claro el mensaje de este viaje a Herat, al oeste de Afganistán. El presidente afgano desea acabar con la imagen de alcalde de Kabul que le han deparado la inseguridad de su país y su dependencia de tropas extranjeras. En el salón de audiencias del palacio del gobernador le reciben medio millar de heratíes venidos de todos los rincones de la provincia. Pero la reunión no va a ser un mero acto protocolario como cabría esperar. La lista de peticiones es tan larga como la de críticas. Los afganos tienen muy claro lo que esperan de las próximas elecciones parlamentarias y de la democracia.

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"Salam aleikum", la paz sea con vosotros, va repitiendo Karzai mientras saluda a notables, jefes tribales, intelectuales, clérigos, profesores... Hay también un grupo de mujeres, que han conseguido el mejor sitio de la sala, un par de mesas a la derecha de donde va a sentarse el presidente. Los encargados de la seguridad se ponen nerviosos. En lugar de dirigirse directamente a su silla, Karzai ha decido hacer el paseíllo y por un momento es el caos. Todos quieren estrechar su mano. A sus guardaespaldas no les pilla de sorpresa. En el camino del aeropuerto, Karzai ha parado dos veces el coche para saludar a la gente que había salido a recibirle.

"Con las bendiciones del profeta, damos la bienvenida a nuestro presidente", exclama finalmente un anciano dando por concluido el saludo. Toma entonces la palabra el nuevo gobernador de Herat, Sayed Husein Anuari. Su sola presencia es ya un síntoma de cambio. Hasta hace unos meses, Herat era el feudo de Ismail Khan, un señor de la guerra local que controlaba la provincia como si fuera de su propiedad. Karzai le hizo ministro de Energía y se lo llevo a Kabul, una táctica que también ha seguido con otros cabecillas que como Khan veían con recelo el surgimiento de un poder central después de tres décadas de campar por sus respetos.

Anuari expresa su apoyo a las elecciones del próximo domingo y su esperanza de que traigan la democracia. Es lo que se espera de él. Pero enseguida saca su lista de peticiones. Las obras de la universidad de Herat aún no han empezado, necesitan más profesores, viviendas sociales, escuelas y centros de salud. Hay que reconstruir la gran mezquita, el aeropuerto y las carreteras, ayudar a la industria, reducir la burocracia en las aduanas...

"Las elecciones son los pilares de esa democracia, pero el trabajo de reconstrucción apenas acaba de comenzar", responde Karzai. "Una vez que ha concluido el Proceso de Bonn [en diciembre de 2001, las facciones afganas se reúnen bajo la supervisión de la ONU en la ciudad alemana, donde se decide la formación del Gobierno interino de Karzai], tenemos un Gobierno legítimo y Afganistán en las manos de los afganos, con una Constitución y un sistema judicial propios. La Administración mejora día a día", les asegura. Aun así, subraya la escasez de medios con que cuenta el país. "Pido a la comunidad internacional que tras las elecciones siga con nosotros, ayudándonos a reforzar nuestro Ejército, nuestra policía y nuestro sistema judicial; que no reduzca sino que incremente su asistencia financiera".

Luego pasa a responder a las peticiones del gobernador. "Debiéramos tener buenas universidades y escuelas en todo el país. Me voy a ocupar de que eso ocurra. Voy a hablar con el ministro de Educación para que venga a visitaros", promete. Pero también les recuerda que Herat es una provincia privilegiada. "Hay otras, como Uruzgán, Kunar o Zabul, que carecen de ingresos de las aduanas y también son parte de este país. Creo que los ingresos nacionales debieran repartirse entre todos, ¿qué os parece?", inquiere. Los asistentes le responden con un aplauso aprobatorio.

Entonces, se rompe el respetuoso silencio con que le han escuchado y empiezan las intervenciones espontáneas. Alguien le pregunta por la reapertura de la mina de carbón. Karzai admite desconocer el asunto y promete informarse en Kabul. Luego varios maestros se quejan de que no les han entregado los terrenos prometidos, un incentivo para que puedan construirse sus viviendas dado lo magro de sus sueldos. El director provincial de Educación asegura que sí se ha hecho. El presidente pide aclaraciones. Alguien alza la voz al fondo y dice que sólo en la capital, pero no en las comarcas.

En una sociedad esencialmente tribal como la afgana, las asambleas de notables no son una novedad. Sin embargo, Karzai trata de fomentar un debate democrático a partir de esa tradición. "Es la primera vez que los afganos acuden a una reunión como ésta y pueden hablar contra el Gobierno", apunta uno de sus portavoces, Khaleeq Ahmad, al pequeño grupo de periodistas que han acompañado al presidente desde Kabul. Con ese fin ya ha visitado Jalalabad, Bamiyán, Gardez, Kunduz y Par-wan. Esta vez quería haber celebrado en Herat el Consejo de Ministros de esta semana y luego hacerlo en otras ciudades, pero ha pospuesto el plan hasta después de las elecciones.

Entusiasmados por la oportunidad de dirigirse directamente al presidente, los heratíes continúan sus quejas. "No nos dan documentos de identidad", denuncia un refugiado que ha regresado hace pocos meses de Irán. "Tienen que preocuparse más de los retornados, con los 20 dólares [unos 16 euros] que nos proporcionan no llega ni para el taxi", interviene otro, sin considerar que de eso se encarga la ONU y no el Gobierno. Karzai escucha con paciencia, interpela a los ministros y altos funcionarios que le acompañan o les hace que tomen nota.

"¿Seguimos así o dejamos que hablen los ancianos?", pregunta tratando de reconducir la reunión. "Así, así", responde la mayoría, pero finalmente, uno de los ministros pide que se dé la palabra a los ancianos y un clérigo aprovecha para pedir "ayuda en nombre de las familias de los mártires de la yihad". Un murmullo en la sala le niega ese derecho. Ha tocado una fibra delicada. La yihad contra los soviéticos fue una empresa nacional. Sin embargo, de ella salieron los comandantes guerrilleros que luego sumieron el país en una guerra civil aún más cruenta. Algunos se presentan a las elecciones del próximo domingo a pesar de las renuencias de una gran parte de la población.

"Somos un país musulmán y entendemos las necesidades de esas familias", interviene conciliador el presidente, antes de cerrar la sesión. "La democracia no significa ausencia de normas y leyes, sino la libertad de elegir a través del voto", subraya a modo de conclusión. Pero mientras, se empieza a servir la comida que todos van a compartir, en la sala resuenan las palabras de uno de los heratíes: "Señor Karzai, no es la primera vez que viene a Herat y nos hace promesas, esperamos que la próxima vez que vuelva no estemos en la misma situación".

Hamid Karzai escucha las críticas y peticiones de sus conciudadanos, ayer en Herat.
Hamid Karzai escucha las críticas y peticiones de sus conciudadanos, ayer en Herat.AP

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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