El dislate o la guerra de posiciones
Especialistas reflexionan sobre la crispación del discurso político y social en torno al agua
El debate sobre el agua se ha envenenado de nuevo. El ruido de la bronca política a propósito del trasvase Júcar-Vinalopó, que se ha trasladado a los sectores sociales afectados (agricultores y regantes, empresarios, etcétera), ha acabado por ahogar los argumentos técnicos y el debate se ha simplificado al mismo ritmo que crecía la crispación. Algunos sociólogos e historiadores consultados por este periódico creen que la guerra de declaraciones públicas es un "dislate" y se asemeja a una "guerra de posiciones", y todos advierten de que el enfrentamiento entre políticos y afectados ha derivado más en una contienda electoral y partidista que en el lógico contraste de políticas e ideas. Ninguno de los sociólogos resta importancia al debate del agua: "Los conflictos del agua despiertan pasiones ancestrales", reconocen y todos coinciden en que el radicalismo de posturas amenaza la cohesión social.
"La masa no recordará las ideas más simples si no es a fuerza de oírlas cientos de veces"
"Tengo la impresión de que cada actor mantiene una posición coherente con sus intereses, lo que pasa es que el grado de simplificación del planteamiento es enorme. Hay un discurso manipulado hasta unos niveles casi de delirio", opina el sociólogo Ernest Garcia. "¿Por qué llega a ser así?", plantea. El académico apunta a la consolidación de un estilo de nulo diálogo del poder con la sociedad y que conduce a que un planteamiento de interés político y con rentabilidad electoral, exija que todo el mundo lo acepte. "La discusión es bastante racional, si bien las formas son delirantes: Los núcleos de interés están definidos y los argumentos responden al interés respectivo: el Consell porque saca votos y tiene un argumento para desgastar a la oposición; los regantes y empresarios de Alicante porque mientras llega el agua desde donde fuera podrá prolongar unos años más un modelo que les ha sido rentable, y la gente de La Ribera porque se ha dado cuenta de que esto [la toma de agua desde Cortes de Pallás] les conduce al desastre", resume Garcia.
Otro elemento que, según el sociólogo alicantino, es difícil de explicar es por qué los sectores sociales geográficos perjudicados por el trasvase del Júcar han tardado tanto tiempo en reaccionar. "La Ribera se ha posicionado en contra del trasvase de una manera muy masiva, ésta es quizá la novedad más importante, pero en toda la fase anterior de discusión del Plan Hidrológico este posicionamiento no había sido tan claro. El retraso de algunos sectores sociales en reaccionar ha favorecido también la simplificación porque al no haber una oposición fuerte desde el principio se ha favorecido la manipulación". Pero ¿cala esta polémica entre la gente de a pie? "El problema del agua no es uno de los primeros para los valencianos. Preocupa relativamente poco", dice Garcia.
Justo Serna, profesor de Historia Contemporánea, añade que en un asunto como el agua, "un bien escasísimo, muchos invocan a la colectividad, pero el fin es particular". Serna alude al libro de Jean-Marie Domenach, titulado La propaganda política, y se detiene en el método más eficaz en términos de opinión pública. Es una guerra de posiciones, donde existen cinco reglas para obtener ventaja en la liza. "La primera era la simplificación o el enemigo único: un partido o un movimiento sugieren que las divisiones de sus adversarios no son sino artificios destinados a confundir al pueblo y que en realidad esos enemigos sólo son uno. Este método de simplificación lo hemos podido ver reflejado en ciertas declaraciones de nuestros representantes civiles y políticos", observa el profesor. El resto tiene que ver con la exageración o desfiguración -"se trata de inflar todas las informaciones que son pertinentes a los propios intereses hasta el punto de esquematizar y estigmatizar al enemigo, declarándolo, por ejemplo, persona non grata"-, y la orquestación: "La propaganda ha de limitarse a un pequeño número de ideas y a repetirlas incansablemente. La masa no recordará las ideas más simples si no es a fuerza de oír repetirlas centenares y centenares de veces". La cuarta y quinta regla son la transfusión -"opera sobre un sustrato preexistente"- y la unanimidad o el contagio.
El sociólogo José Miguel Iribas manifiesta una preocupación por la distancia creciente entre valencianos y alicantinos a propósito de debates como el del agua y menciona el riesgo de que la fractura sea cada vez mayor. "Sólo se discute del agua en un escenario donde se lucha denodadamente pero sin aportar soluciones", apunta. Serna apunta en la misma dirección: "Reavivar el sentimiento provincial y crear un enemigo único reconocible, es una vieja técnica, eficaz para los propios fines, pero desastrosa para la cohesión social".
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