Ajuste de cuentas

La retirada israelí de Gaza, que habrá de completarse el próximo lunes con el repliegue de los últimos soldados, deja la franja mediterránea al teórico control de la Autoridad Palestina, pero también crea graves problemas suplementarios. ¿Quién va a imponer su ley en el territorio? ¿Las fuerzas de seguridad del presidente Mahmud Abbas, Hamás o la cohorte de organizaciones del terrorismo palestino?

El asesinato de Abu Musa Arafat, primo del fallecido Yasir Arafat, a manos de unos 80 terroristas de filiación hasta hoy desconocida, que tomaron ayer su residencia por asalto y mataron también a varios guardaespaldas, es un mal augurio de una lucha violenta por el poder, que daña sobre todo al propio pueblo palestino. Abu Musa Arafat era consejero militar de Abbas, apenas un cargo simbólico para no dejarle en la estacada. Nombrado jefe militar de Gaza por su primo, representaba todo lo que más aborrece la opinión palestina: corrupción, dejación de responsabilidades, nepotismo. Pocos le echarán de menos.

Pero los israelíes que tienen nulo interés por reanudar en serio las negociaciones de paz pueden argumentar ahora que lo primero que tiene que hacer Abbas es demostrar que gobierna en la franja. Y para ello Israel sólo tiene una receta: la liquidación por la fuerza del terror, pero sin que eso signifique el cumplimiento de su parte de la Hoja de Ruta, el fin de la implantación colonial en los territorios ocupados.

Moratinos ha sido el primer ministro de Exteriores de la UE en visitar Israel en paralelo a la retirada, y ha pedido a la Autoridad Palestina que ponga fin a los actos terroristas, sin excusar por ello al primer ministro Sharon de sus responsabilidades. Evitar una guerra civil palestina, sin mostrar debilidad ante Hamás, es el principal cometido de Abbas. El de Israel debe ser no impedir, con acciones u omisiones, que se inicien al menos los contactos previos para una negociación seria.