¿Consenso?
Al grito de: ¡todos contra el botellón! llevamos unos cuantos años corriendo, en busca del milagro de disipar la "disoluta" costumbre de los jóvenes de tomar la calle para bebérsela los fines de semana. Hemos hablado de Pactos por la Noche, Botellódromos y otros inventos, con impotencia y la más absoluta ineficacia, no por que haya faltado buena voluntad, sino porque hay que tener muchas narices para acabar con la fuerza de la unión de miles de jóvenes, exactamente adolescentes en circunstancia de libertad, estrenando la aventura de tomar la noche y toda su promesa de alcohol a discreción.
Les hemos dejado, nos hemos abandonado, hemos actuado con todo el complejo con el que actúan los que no tuvieron algo, ante los que lo tienen todo, ese algo fue precisamente la libertad de horario, que los jóvenes se tomaron como un derecho intocable ante nuestra absoluta inexperiencia en esa lid, la de la libertad digo. En fin, la calle es de ellos, y hay que ordenar la cosa. Después de muchas vueltas, la Junta de Andalucía ha tomado cartas en el asunto y prepara una ley que va a permitir a los ayuntamientos regular el consumo de alcohol en la calle.
Reconocido como está que aquí no hay quien duerma, si el aquí es encima de un bar o de una calle tomada por jóvenes en estado de felicidad nocturna, y visto el fracaso de todos los intentos anteriores, la Junta ha decidido adelantarse a cualquier otra comunidad en España y hacer una ley, que sirva de marco para que los ayuntamientos puedan, a su vez, acotar los lugares y establecer las normas para el consumo de alcohol en la calle. La Junta quiere que el texto definitivo de esa ley para que cada ayuntamiento pueda hacer sus propias ordenanzas sea consensuado precisamente con los ayuntamientos. Esperemos que la suerte acompañe a la intención, porque aunque es cierto que todos los ayuntamientos han pedido a la Junta que haga algo para recuperar el silencio y el equilibrio las noches de los fines de semana -también se debería hablar de la salud de los hígados juveniles- cada vez que alguien pronuncia la palabra consenso, empieza a debilitarse la posibilidad de conseguirlo. Nunca tanta llamada al acuerdo ha tenido tanto desacuerdo, si nos fijamos en todos los asuntos políticos que tenemos pendientes.
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