Sobre el tráfico de mujeres
En relación con la carta de la señora Graell (EL PAÍS, 4-9-2005), quisiera aclarar algunos extremos:
1. La legislación sueca, mencionada en mi artículo sobre el tráfico de mujeres (EL PAÍS, 31-8-2005), considera la prostitución como una manifestación más de la violencia que se ejerce contra las mujeres y por ello penaliza a los clientes. Dicha medida ha producido, entre otros efectos, uno muy importante que es disuadir a las redes de traficantes de "operar" en ese país (tiene muchos riesgos y no es rentable). Los informes del Gobierno sueco ponen de manifiesto un descenso muy significativo, en los últimos años, de la presencia de mujeres víctimas de tráfico en su territorio.
2. Si las mujeres y los hombres fuéramos realmente "iguales", es decir, si no existiera una discriminación de origen y tuviéramos las mismas oportunidades, comprar y vender sexo podría ser una opción libre para todos y para todas. Pero como dice la señora Graell, retomando los datos de mi artículo, hoy por hoy, el sexo lo compran los hombres y lo venden las mujeres -aunque ni siquiera son ellas las que se benefician del negocio-.
3. Mientras persista un sistema que mantiene a las mujeres -particularmente a aquellas que no han tenido ninguna oportunidad- en una situación de dependencia y subordinación, ellas serán las víctimas de este gran negocio ilegal que consiste en traficar con los seres humanos. Niñas y mujeres serán introducidas clandestinamente en nuestros ricos países y serán explotadas por los traficantes y proxenetas para el disfrute de una clientela que no es consciente de estar contribuyendo a este inhumano mercado de mujeres.
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