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Óscar Vautherin hace de sus instalaciones una invitación a reflexionar

El artista muestra en San Sebastián su inquietud por asuntos como la inmigración

Óscar Vautherin (Madrid, 1970) no nació para pintar flores. Las instalaciones de este artista suponen particulares instantáneas de la realidad que incitan al espectador a reflexionar sobre diversas cuestiones. Sus últimos trabajos recalan estos días en la galería donostiarra Kur (Paseo de La Zurriola, 6) y abren interrogantes sobre la inmigración o sobre esas estructuras dogmáticas que intentan apresar y controlar la vida de las personas.

Vautherin comenzó pintando, pero cinco años después saltó a la escultura y enseguida a las instalaciones. Ha pasado una década y sigue cómodo con este lenguaje artístico. "Al servirme de varias fórmulas de expresión, la complejidad de la lectura permite una reflexión", comenta. Presenta su trabajo como "una invitación a la meditación", como un medio para suscitar en el público "las mismas dudas o parecidas" a las que él mismo alberga y que inspiran su obra.

Aunque considera que existe una continuidad en todo su quehacer a lo largo de los años, el artista se detiene en la exposición de Kur en "el miedo contemplado desde aquello que atenta contra nuestras pequeñas seguridades". "Me inquietan las jaulas o las estructuras dogmáticas en torno a cualquiera de nuestras formas de afrontar la vida", comenta.

Movido por estas inquietudes, Vautherin muestra en la galería donostiarra una patera de papel de periódico "condenada al naufragio antes de partir". A sus pies descansan ocho palas doradas que representan otros tantos "intereses para enterrar la esperanza de un viaje". Es su personal retrato de la inmigración, pero subraya que no está para "dar lecciones a nadie". Él observa, extrapola y descontextualiza. Es su manera de instar a pensar a quienes observan sus instalaciones.

La barca comparte espacio con otras piezas, como un montón de ovejas de hierro colocadas en círculo. "Se siguen unas a otras. El juego es cuál sigue a cuál. Hay una de ellas que, a modo de jaula, encierra un periquito, un pájaro doméstico que termina siempre enjaulado. Para colmo, está muerto", apunta.

¿Su trabajo rezuma pesimismo? "No lo pretendo. Mi voluntad es que sea constructivo, un principio para seguir caminando", responde Vautherin. Admite, eso sí, que, de entrada, sus propuestas, que se podrán ver en San Sebastián hasta el 4 de noviembre, pueden suponer "un bofetón" para el espectador.

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