Demonios de tristeza
Javier Corcobado es músico, letrista y poeta y ahora, a los 42 años, publica su primera novela, que tiene muchos de los defectos habituales en estos casos y a la vez muestra una agradable y sorprendente solvencia narrativa, que le permite pisar con notable seguridad el mundo de la ficción. Es una novela ambiciosa y a la que se ha arrojado de cabeza sin mirar hacia abajo y sin el temor de abrirse la crisma. Nos ofrece un desenfrenado mosaico de pasiones y amores truncados y embadurnados, algunos, por los demonios de la tristeza, por los fármacos contra el dolor. Corcobado se ha desmelenado comprimiendo cuatro o cinco novelas en el mismo título, se ha dejado llevar por el entusiasmo, por la fiebre de la ficción, pero, con todo, el edificio resiste muy bien el peso. Como les pasa a esas películas americanas en las que alguien pelea a muerte, en la apoteosis última, y cuando cree que todo ha acabado, el malvado aún mueve un brazo y le agarra la pierna, pues aquí ocurre lo mismo. Hay quizás un exceso de tensión, mezcla demasiadas historias: ficciones de fármacos prohibidos y gestos cómplices hacia un futuro inmediato, familias echadas a perder en zonas residenciales próximas a la Casa de Campo, misterios de cajitas cerradas, una cierta ingenuidad en historias de amor con su abundante dosis de melodrama -el marinero gallego, la puta de buen corazón, el amor incestuoso cuyo final se ve venir-, que se mezcla con no menos abundantes dosis de sexo explícito, violencia gratuita y desagradable, drogas, música, todo. Lo cierto es que estas historias -aunque son, ya digo, demasiadas- van enlazándose unas con otras, y si no nos las explica el autor.
EL AMOR NO ESTÁ EN EL TIEMPO
Javier Corcobado
Tropismos. Salamanca, 2005
441 páginas. 21 euros
Hay tal empacho narrativo
en estas cuatrocientas y pico de páginas, de texto apretado, que se corre el peligro de que nos falte aire, pero la sensación -con nudo corredizo o no- acaba resultando placentera. A Corcobado se le nota mucho que es letrista y fatiga demasiado sus páginas con frases un tanto forzadas ("sonreía a los árboles del jardín
...", "nívea vestimenta", "sarampión bromista", "sus lágrimas eran terciopelo resbalando", hay tantas). Y con todo -y con todo, repito- contagia ese ímpetu que pone al escribir; es creíble su entusiasmo (algunas cosas son menos verosímiles, las estancias mexicanas, por ejemplo, pero bueno), y lo transmite. Corcobado ha escrito una novela, con todos los defectos reseñados, y otros más, que resulta auténtica, que se puede, que se debe leer. Espero nuevas entregas. Con curiosidad. Con interés.
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