"La montaña no es un reducto ni machista ni nacionalista"
Cuando cumplía 75 años, la Federación Vasca de Montaña (FVM-EMF), epítome de uno de los reductos más tradicionales de los hombres vascos, el monte, veía llegar a su presidencia a la primera mujer. Arantza Jausoro (Vitoria, 1967) encabeza el equipo de la modernización en una entidad con más de 26.000 federados. Tras seis meses en el cargo, dice que lo suyo es dar trascendencia pública al resto de su "cordada".
Pregunta. ¿Es la montaña vasca un reducto machista?
Respuesta. No. Es un ámbito de buenas vivencias, de amistad, de alegría,...
P. ¿Y nacionalista?
R. Tampoco. Quizá hay una parte sentimental e histórica, vinculada a momentos concretos, a situaciones del pasado, que una generación aún tiene como referencia, pero los jóvenes no la tienen. Entienden la montaña como deporte.
"Los montañeros no tenemos ninguna licencia especial que nos convierta en propietarios exclusivos del monte" "Estamos pidiendo rescates que son extremadamente caros y eso no tiene por qué repercutir en el conjunto de la sociedad"
P. Decía Maurice Herzog que el peor enemigo del montañero es su mujer. ¿Qué le dice a las mujeres de los montañeros?
R. A la mujer del montañero hay que decirle que se anime y comparta las experiencias de su pareja. En una época, cuando uno tenía la afición que le arrancaba de su hogar, había un tira y afloja entre hombre y mujer con el "no vayas", "no hagas el loco",... De eso queda poco. Lo prudente es no coartar la libertad de nadie al disfrutar de cualquier afición. Lo inteligente es compartir.
P. ¿Por qué se presentó a la presidencia de la federación?
R. El hecho de la candidatura no nace en mí. Nunca antes había tenido ningún cargo público. Lo único que hice fue recoger una propuesta del anterior presidente en el sentido de que la federación necesita cambios que deben ser encabezados por un determinado perfil. A él le parecía que una mujer podría romper muchos vicios adquiridos, muchos tabús.
P. ¿Qué término elige para la masificación en la montaña?
R. Se ha democratizado. En cualquier lugar, cualquiera puede calzarse unas zapatillas o unas botas e iniciarse. Eso me parece positivo, aunque esa democratización tiene efectos secundarios a veces no agradables.
P. ¿Habrá que poner carriles "sólo montañeros"?
R. La asignatura pendiente es que los montañeros aceptemos que no somos los únicos que podemos andar por el monte. Y eso, que nos fastidia muchísimo, es difícil de ver, pero no hay otro remedio. Los montañeros no tenemos ninguna licencia especial que nos convierta en propietarios exclusivos del monte.
P. ¿En este año del Quijote, habrá que luchar contra los molinos de los parques eólicos?
R. Hay un impacto estético que no es agradable, pero tampoco comulgo con posturas radicales para eliminar por principio cualquier artefacto de las montañas. Nosotros hemos sido los primeros en poner cruces, placas, buzones, que también habrá a quien no le gusten. Necesitamos infraestructuras, energía y, aunque puede que no sea la mejor idea, debemos convivir con ellas.
P. ¿Y la seguridad?
R. Le diré algo que no será muy popular: el nivel montañero del deportista vasco no es bueno. La media, al menos. Hay países con más cultura y tradición alpina. Allí ves un manejo del material mucho más extendido. Las personas, incluso de edad avanzada, saben manejar una cuerda, un piolet, unos crampones, llevan su casco, aunque sólo sea por precaución. Han sucedido grandes desgracias por no estar formados en lo que es una montaña. Se hacen cursos, pero aún hay mucha gente que piensa que caminar por la montaña es sólo eso. No hay un nivel de autorresponsabilidad.
P. ¿Habría que tener un seguro obligatorio?
R. Pienso que llegará. Asumir una responsabilidad personal tiene que tener un coste. Estamos pidiendo rescates que son extremadamente caros y eso no tiene por qué repercutir en el conjunto de la sociedad.
P. ¿Tiene el montañismo vasco el merecido reconocimiento?
R. Institucionalmente, sí. Socialmente, en el extranjero, también. Vas a cualquier parte del mundo con una montaña y por allí ha pasado un vasco, un navarro, y hasta se han aprendido alguna palabra en euskera.
P. ¿De dónde viene esa pasión por echarse al monte?
R. Me lo he preguntado muchas veces. Llegué a pensar que estaba en el agua que bebíamos (risas). Supongo que en nuestros genes tenemos algo por haber vivido en estos paisajes y quizá un poco de rebeldía.
P. ¿Y el tópico de que el único monte que se les resiste a los vascos es el de Venus?
R. (Carcajada) Eso está muy de moda, pero creo que hay algo. Es un monte que no acabamos de dominar (risas).
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