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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Misión incumplida

Veintiocho meses después de la caída de Sadam Husein y de que George Bush declarara su famosa "misión cumplida", Irak ha cerrado el borrador de Constitución que se someterá al pueblo en referéndum el 15 de octubre. No cabe decir que se haya "aprobado", pues sólo ha sido apoyada en la comisión que la redactó, tras largos tira y afloja, y sus promotores se han limitado a presentarla al Parlamento, que optó ayer por no votarlo para no poner en evidencia el rotundo rechazo suní al contenido federal del texto propuesto. Pese a las presiones de EE UU sobre unos y otros y a la liberación de un millar de presos de la cárcel de Abu Ghraib -¿por qué no antes?-, la minoría suní, que inevitablemente pierde poder, no ha dado su brazo a torcer al rechazar el principio mismo del federalismo. No obstante, y pese a apelar a la intervención de la ONU y la Liga Árabe, las facciones suníes que han participado en la negociación han manifestado su deseo de seguir en el proceso político.

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A esta Constitución le pasa un poco lo que a la guerra de Bush: no está terminada, y será difícil rematarla. Aún se puede complicar de aquí a un referéndum cuyo resultado no está garantizado, y, que, quizás inevitablemente, tiene muchos cabos sueltos. Ni siquiera los chiíes están unidos, como demostraron los recientes enfrentamientos protagonizados por los seguidores de Al Sáder, contrario a una Constitución que considera impuesta por Estados Unidos. Lo más preocupante, sin embargo, es que, hoy por hoy, esta Constitución de poco sirve para resolver los problemas de gobernabilidad y violencia de Irak. Y mientras en el papel se reparte el poder, en la calle son las diversas milicias las que imponen su ley armada.

Pese a las grandilocuentes palabras ayer del presidente Bush, su Administración da la sensación de no saber por dónde tirar, mientras su política está ya siendo cuestionada. Un 62% de los americanos están hoy contra esta guerra. Un caso particular, el de Cindy Sheeman, madre de un soldado fallecido en Irak, ha servido para catalizar un movimiento de protesta en torno al rancho de Crawford donde Bush pasa sus vacaciones, aunque en las cercanías campen y se manifiesten también partidarios de esta guerra que, a diferencia de la de Vietnam, libran sólo soldados profesionales y no reclutados.

Ahora, los manifestantes de Crawford se moverán hacia Washington donde la Administración planea mezclar el cuarto aniversario del 11-S con la invasión de Irak. Pero las condiciones han cambiado para Bush. Está perdiendo la confianza de la opinión pública. Una parte de los medios estadounidenses ha salido finalmente del sopor en el que cayó tras los atentados del 11-S de 2001 para criticar incluso este borrador de Constitución iraquí que, de aprobarse, va a crear una Estado de tipo islasmista donde no lo había. ¿Era ésa la misión?

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