La nueva izquierda alemana rechaza el neoliberalismo y los recortes sociales
Los disidentes socialdemócratas y los poscomunistas presentan su programa electoral
El Partido de la Izquierda, resultado de la fusión de los poscomunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS) y los disidentes socialdemócratas de la Alternativa por el Trabajo y la Justicia Social (WASG), aprobó ayer en Berlín su programa electoral con un tajante rechazo del neoliberalismo y los recortes sociales de la Agenda 2010 del Gobierno de coalición de socialdemócratas (SPD) y Verdes del canciller Gerhard Schröder. Se presenta como oposición al resto de los partidos alemanes, con el ex presidente del SPD Oskar Lafontaine y el líder del PDS, Gregor Gysi, a la cabeza.
La entrada del Partido de la Izquierda (PI) en el futuro Parlamento federal (Bundestag), que los sondeos dan como segura, altera el panorama político alemán y podría dificultar la formación de gobierno.
El nuevo PI se esforzó ayer en Berlín por mostrar unidad y que no es un engendro artificial y provisional la fusión entre el PDS, un producto del Este de Alemania heredero del antiguo Partido Comunista, que ejerció durante 40 años la dictadura del proletariado, y la WASG, un grupo surgido en el oeste como consecuencia del desencanto de muchos socialdemócratas y sindicalistas con la política de Schröder.
El nuevo partido cuenta con dos líderes que entran en la media docena de políticos más brillantes de Alemania: Gregor Gysi y Oskar Lafontaine. La creación del PI ha reciclado para el proyecto a estos dos políticos que se encontraban ya jubilados. Gysi, de 57 años, ha sufrido graves achaques de salud, infartos y hasta un ataque cerebral que le llevó al quirófano. Lafontaine, de 61 años, tras tirar la toalla como superministro del Gobierno de Schröder y presidente del SPD en marzo de 1999, se dedicaba a escribir libros, artículos y sacar partido a su labia con elevados honorarios por sus intervenciones.
Con estos dos grandes oradores al frente, con enorme talento retórico, capacidad para seducir auditorios y de brillar en los debates televisados, el PI se lanzó a la caza del voto de protesta en toda Alemania. En el Este, el PDS cuenta con una fuerza considerable, por encima del 20% del electorado, está representado en los parlamentos de todos los Estados federados e incluso gobierna en coalición con el SPD en Mecklenburgo-Pomerania Occidental y en Berlín. En las elecciones de 2002, el PDS sólo consiguió dos escaños en el Bundestag. No llegó al 5% de votos y se tuvo que contentar con dos diputadas que ganaron de forma directa sus distritos electorales. Ahora, el viento soplaba más favorable para el PDS con el incremento del descontento en el Este de Alemania, donde se palpa un sentimiento de ser "ciudadanos de segunda" 15 años después de la reunificación.
Los "paisajes florecientes"
La tasa de paro se mantiene en torno al 20% en el Este alemán, los "paisajes florecientes" que en su día prometió el canciller democristiano de la unidad Helmut Kohl (CDU) no se ven, los recortes sociales del Gobierno SPD-Los Verdes les afectan con más dureza. Sobre este terreno abonado trabajaba el PDS con muchas posibilidades de volver al Bundestag y rebasar la barrera fatídica del 5%. A esto se unió la creación en el oeste de la WASG en la que entraron desde disidentes del SPD y sindicalistas decepcionados hasta antiguos maoístas. La WASG no habría tenido ninguna opción de llegar al 5% y sólo habría servido para quitar muchos votos de la izquierda al SPD.
Gracias a la fusión con el PDS, lograda en sólo un par de semanas, se parió un nuevo partido que empezó con gran fuerza en las encuestas que le daban hasta un porcentaje por encima del 10%. El maridaje entre el oriental PDS, con sus antecedentes estalinistas, y los heterogéneos grupúsculos de la WASG ofrece a los poscomunistas la posibilidad de lograr una cabeza de puente en el oeste de Alemania. Para la WASG, el PI significa que podrá contar con representación parlamentaria y escaños en el futuro Bundestag.
La aparición de este nuevo partido supone un obstáculo para formar un gobierno estable y con una mayoría sólida. Los resultados del 18 de septiembre, con el PI en el Bundestag, pueden incluso hacer imposible una coalición entre los democristianos (CDU/CSU) y los liberales (FDP) y abrir las puertas por aritmética electoral a una gran coalición entre los dos grandes partidos, la CDU/CSU y el SPD.
Otro de los efectos colaterales del nacimiento del PI es la desaparición de cualquier posibilidad de que la ultraderecha coseche un éxito electoral. El Partido Nacional Demócrata de Alemania (NPD) y la Unión del Pueblo Alemán (DVU), que habían puesto en marcha un plan para formar una especie de frente de la ultraderecha animados por los éxitos electorales en Sajonia y Brandeburgo, se han quedado sin opciones. El voto de la bronca, de la protesta social, se irá en esta ocasión a la izquierda. Se pone así de manifiesto la labilidad del electorado del este de Alemania. Sumidos en la crisis y la frustración, los votantes del Este alemán dan bandazos de un lado a otro del espectro político.
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