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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuando el mundo todavía era humano

A Soma Morgenstern (Budzanów, Galitzia oriental, 1890-Nueva York, 1976) lo conocemos ya en España por sus libros de memorias Huida y fin de Joseph Roth y Alban Berg y sus amigos (Pre-Textos). Ambos títulos son en realidad largos fragmentos independientes de una proyectada autobiografía en la que el escritor judío trabajó intensamente durante sus últimos años hasta su muerte. Tanto el novelista Joseph Roth (también oriundo de Galitzia oriental) como el compositor Alban Berg fueron figuras admiradas por Morgenstern durante su etapa más productiva, cuando, tras doctorarse en derecho en Viena, se dedicó a la crítica teatral y al periodismo en Berlín, tras la I Guerra Mundial y en la época anterior a la catástrofe desatada por el nacionalsocialismo. En los citados volúmenes de recuerdos aparece gran parte de la intelectualidad cultural europea de entreguerras, a la que el autor trató muy de cerca. Morgenstern fue uno de esos autores polifacéticos y despabilados que tanto abundaron en aquella Europa cosmopolita, civilizada y burguesa, ominosa y trágica. Amigo de Stefan Zweig, quien lo ayudó a publicar su primera novela, trató también a Musil y a Karl Kraus, a Schoenberg y a Loos, así como al círculo de Alma Mahler.

EN OTRO TIEMPO. AÑOS DE JUVENTUD EN GALITZIA ORIENTAL

Soma Morgenstern

Edición, notas y posfacio de Ingolf Schulte

Traducción de Teresa Ruiz Rosas

Minúscula. Barcelona, 2005

600 páginas. 30 euros

Cuando en 1938 Austria pa

só a ser parte del III Reich alemán, Morgenstern, como tantos otros intelectuales judíos, tuvo que exiliarse. En Francia sufrió confinamiento en campos de refugiados hasta que finalmente pudo cruzar el océano y trasladarse a Norteamérica. Su madre, un hermano y una hermana perecieron en los campos de exterminio nazis. El exilio y la II Guerra Mundial abortaron los inicios de Morgenstern como novelista. Una vez en Nueva York, sobrecogido por los crímenes perpetrados contra los judíos, también él reflejó su visión de los hechos en tres novelas sobre el Holocausto reunidas bajo el título genérico de Destellos en el abismo. Gozó de cierto éxito en círculos reducidos sin llegar a ser nunca un autor popular, aunque continuó escribiendo hasta el final de sus días. Hace apenas unos años, al publicarse en Alemania sus obras completas en una cuidada edición, quedó consagrado como un autor digno de sus coetáneos, quizá tan valioso como el mismo Joseph Roth.

En otro tiempo, el libro que ahora publica Minúscula con tan buen gusto, con útiles notas, un glosario de términos judíos y en una excelente traducción, complementa los dos volúmenes mencionados con los recuerdos de la niñez y la primera juventud. Haciendo gala de un estilo sencillo -"inspirado por la sinceridad"-, Morgenstern -quien puede ser considerado como otro de estos "testigos del siglo XX" imprescindibles- rememora episodios de una infancia casi idílica de niño judío, ambientada en aquel "mundo de ayer" anclado en una Europa irrepetible; en palabras del propio autor, sus recuerdos remiten a un mundo "que todavía era humano", ya que la flagrante inhumanidad que reinaría en el viejo continente años más tarde, al estallar la I Guerra Mundial, estaba aún lejos de contaminar los limpios escenarios de su infancia.

Diversos pueblos de la Ga

litzia oriental -región medio ucrania y medio polaca- constituyen el marco geográfico y social en el que transcurrió la niñez de aquel chico despierto y sereno que era Morgenstern. Su padre fue administrador de varias heredades de ricos hacendados, de ahí los continuos cambios de residencia de una familia en cuyo seno reinaban el amor y la piedad religiosa. Los Morgenstern gozaban del respeto general en una época en la que polacos, ucranios y judíos convivían en armonía. Soma y sus hermanos (dos chicos y dos chicas) eran plurilingües (hablaban yídish, ucranio, polaco y alemán). Disfrutaban de una vida tranquila, rodeados de solícitos criados y de animales domésticos -los caballos hacían las delicias del pequeño Soma-, así como de singulares personajes pintorescos.

Los recuerdos de Morgenstern, felices en general si descontamos los que se refieren a la inesperada muerte del padre, se extienden desde sus primeros años hasta el final del bachillerato, en Tarnopol. El dolor por la pérdida del progenitor marca la línea divisoria entre la infancia luminosa y la adolescencia del autor. Si los capítulos dedicados a la niñez de Morgenstern proporcionan un magnífico retrato de la vida en el mundo rural en el confín del mítico imperio de los Habsburgo, bien resguardada para la eternidad por los ojos de aquel niño observador, la experiencia del muchacho en varias escuelas rurales polacas, los años de adolescencia y de estudio en la ciudad proporcionan una visión de cómo era aquella estupenda educación que recibían los jóvenes europeos orientales de clase media a comienzos del siglo XX. El recuerdo de los libros, los amigos y los maestros del joven Soma, así como su aprendizaje para la vida, constituyen la segunda parte de un libro, en definitiva, gozoso, rebosante de sensibilidad, y de muy grata lectura.

El escritor Soma Morgenstern (1890-1976).
El escritor Soma Morgenstern (1890-1976).

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