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Columna
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La sanidad

Para saber lo que pasa hay que empezar los periódicos por detrás. O sea, por la sección de Economía, que cada vez es más extensa, tiene más páginas que se mueven como dunas hacia el centro del diario, quizá dispuestas a anexionarse Deportes, Cultura o Sociedad, y más titulares-espía infiltrados no sólo en esos departamentos del sur de la actualidad, sino también, por el frente norte, en Nacional e Internacional. Uno ya casi teme que llegue el momento en que la Economía llegue al principio, asuma el control absoluto de la portada y, desde la página 2 de cada día, empiece a reescribir la historia de la humanidad adaptándola a sus propios sistemas de valores: en realidad, Aristóteles y Ovidio están muy sobrevalorados y los que de verdad crearon la Grecia y la Roma clásicas fueron unos banqueros llamados, respectivamente, Ybarrapoulos y Botinus.

Por ejemplo, fíjense en la Sanidad. ¿De acuerdo? Y ahora, quítenle la ese mayúscula y véanla como lo que se supone que es: algo que, a ras de suelo, debiera ocuparse de nuestra salud, hacer posible que algunas de nuestras enfermedades se curen, muchos de nuestros dolores se aplaquen y las últimas horas de nuestro cruel destino de seres mortales se puedan sobrellevar de la manera más digna posible. Ahora vuelvan a ponerle la ese capital y podrán observar el modo en que la palabra se llena de números, tantos por ciento, ministros y alcaldes. La conclusión fundamental de este revelador experimento es que cuando la Sanidad pasa de la Ciencia a la Economía, deja de ser un derecho para convertirse en un problema. Y entonces lo que dicen las noticias es que la Sanidad es deficitaria, y lo que eso significa es que cuando nos ponemos malos y necesitamos medicinas, nos convertimos en un lastre. Iba a escribir "en un peso muerto", pero mejor no.

¿Quién se hace cargo de esa lacra perteneciente al ámbito de los números rojos? A veces, se tiene la inquietante sospecha de que a algunos políticos les gustaría hacerle a la Sanidad pública lo mismo que Iberia le ha hecho a los menús de sus aviones: seguir cobrando lo mismo o un poco más por el billete y vender aparte la comida que antes iba en el precio. O, mejor aún, hacer lo que las compañías de seguros médicos, cuyo negocio consiste en cobrar a la gente cuando está sana y, si es posible, retirarles la póliza cuando están en el hospital más de lo debido. Algo por el estilo.

De modo que al Gobierno se le ha ocurrido que las autonomías adquieran más competencias fiscales y, a cambio, ayuden a financiar la Sanidad y a sacarla del pozo en el que se encuentra y que convierte los pasillos de tantos sanatorios en un auténtico corredor de la muerte. Y resulta que la presidenta de la Comunidad de Madrid, que aunque parezca mentira es la que menos recursos por habitante invierte en Sanidad, el 3,56% de su producto interior bruto, cuando la media del resto de comunidades es del 5,16%, se niega a las dos cosas: por una parte, no quiere más poder a la hora de recaudar, y con el que ya es suyo no sólo es que no piense subir los impuestos, sino que los baja; por otra parte, exige que sea el Ejecutivo central el que pague las facturas pendientes. ¿Alguien no lo entiende? Pues es muy fácil: al enemigo, ni agua; y a los ciudadanos, otro vaso de lo mismo. Todo puede convertirse en una bandera, hasta la sábana que cubre un cadáver.

A lo mejor es que la Sanidad no se debería calcular en millones de euros, sino en pacientes curados, o en número de camas por habitante. O en nuevos sanatorios. Entre el Ministerio de Fomento, la Comunidad y el Ayuntamiento, en estos mismos instantes hay casi cien grandes obras públicas en marcha. ¿Puedo hacer una pregunta? ¿Cuántos ambulatorios, clínicas y hospitales hay entre ellas? Si cuando si se encuentran mal empiezan a oír una voz que les dice: "El déficit sanitario de las comunidades autónomas es de cuatro mil ochocientos millones, cuatro mil ochocientos millones, cuatro mil ochocientos millones..."; y como consecuencia de esa voz les dan ganas de entrar en la farmacia sin pasar por las recetas, no lo hagan: la culpa no es de ustedes, sino de ellos. Por cierto, la Sanidad es deficitaria, pero, como ya recordamos hace poco, 17 de las 35 empresas que componen el índice Ibex de la Bolsa -entre ellas, todas las constructoras e inmobiliarias- han logrado ganancias que suponen sus máximos históricos y otros siete valores -por ejemplo, los grandes bancos, BBVA y SCH- han batido su récord anual. Lo digo respetuosamente, por si se pudiera llegar a un punto intermedio.

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