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Columna
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Pollo y capón de El Prat

El origen de la raza del pollo y el capón de El Prat es mediterráneo y se remonta a muchos siglos atrás, en la crianza tradicional que las familias llevaban a cabo en las masías de la zona del último tramo del Llobregat. Eran gallinas rústicas de piel blanca, patas azules o grises y huevos grises o de color rosado.

En el siglo XIX llegaron a Europa las razas asiáticas, de características muy distintas, que sirvieron para mejorar la raza autóctona. En 1880, los avicultores catalanes que acudían a las exposiciones europeas, especialmente la de París, compraron la raza conchinchina, llamada también gallina de Shangai, que se cruzó con las aves de aquí. Pronto se dieron cuenta de que las gallinas de El Prat eran más grandes y con más peso que las normales, mejor ponedoras y que su carne era más apreciada en los mercados de Barcelona. Los payeses de la zona empezaron a seleccionarlas porque se vendían mejor, igual que sus magníficos capones rubios. Actualmente la raza conchinchina tiene un valor meramente ornamental.

Los pollos y capones se crían en el suelo, con una densidad inferior a los 8 animales por metro cuadrado. El 70% de lo que comen son cereales

Poco a poco se afianzó la raza de pollos de cresta grande y dentada, orejas blancas, patas azules y sin plumas y cola vistosa, con plumas que caen hacia atrás. En la década de 1920 aparecieron importantes explotadores que se presentaban a los concursos de puesta en Tarragona, Valencia y Sevilla y siempre eran de los ganadores. También en esta época se expandió la raza de El Prat por Cuba, Chile, Uruguay y Argentina.

En este país se llegaron a censar 8.000 gallinas seleccionadas como de El Prat, y con el sello de catalana de la Plata. En la década de 1930, con la llegada de la genética americana, la raza estuvo a punto de desaparecer y fue en 1975, gracias a la voluntad de gente de El Prat, cuando se organizó la Fira Agrícola, que aglutina a los payeses de la zona y se convierte en un fenómeno social. Desde entonces la feria se celebra cada año, antes de Navidad.

Actualmente, la zona con IGP comprende los pollos y capones criados en los municipios colindantes con el río Llobregat: Sant Boi, Sant Climent, Sant Feliu, Cornellà, Viladecans, Santa Coloma de Cervelló y Castelldefels, aunque el principal centro de producción sigue siendo El Prat. Los pollos y capones se crían en el suelo, con una densidad que no supera los ocho animales por metro cuadrado. Comen el 70% de cereales y está prohibida la utilización de cualquier factor que ayude a incrementar su crecimiento. Los pollos se sacrifican a los 90 días y los capones a los 182. La fecha límite de venta es de siete días después de sacrificado. De esta manera el prestigio de la raza de El Prat se mantiene incólume hasta nuestros días.

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Con los años la producción ha superado la temporalidad del producto y se vende de manera continuada durante todo el año. Existen dos granjas de producción inscritas y dos envasadores, pero hay pequeños núcleos productivos dedicados a la crianza tradicional del gallo y en muchas masías aún los alimentan para ser sacrificados en casa. Todos ellos están adheridos a la Associació de Criadors d'Aviram de Raça de El Prat, que se encarga de la conservación y mantenimiento de las características de esta raza.

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