La fiebre del oro
El que suscribe es vecino de Valencia, del lado del mar, casado, muy afortunado y con 50 años de experiencia de mi tierra, de la que estoy enamorado. Y me quiero referir, por opinión, por despecho y por la esperanza de sumar un pequeño grano de arena a nuestras destrozadas -urbanizadas- costas y bellos lugares del interior.
Todo por el dinero. Todo vale y tonto el último o el que ose discrepar. Aquí nos hemos lanzado políticos, funcionarios, empresarios, promotores, constructores, clubes de fútbol, banqueros y pastosos, laicos o religiosos, en búsqueda de rentabilidad al negocio de la promoción inmobiliaria. No hay burbuja sino pelota o mejor pelotazo inmobiliario.
Es conocido que en la Comunidad Valenciana se construye de forma febril y con muy pocos escrúpulos. Hay factores de coyuntura que lo ponen a huevo, pero son tantos los escándalos que se publican que ya no hacemos ni caso y son muchos más los que se ocultan y yo me muero de rabia porque ya todos lo consideramos normal.
Pero así es la fuerza de la codicia y la avaricia. Uso términos tan severos porque es inmoral el dinero real que ganan promotores, constructores, y resto de su comparsa, y no es imposible enterarse. Porque de todos es sabido la connivencia y participación de bastantes políticos y funcionarios de la Administración autonómica y locales en general. Porque toda esta actividad se vende bien mediáticamente como progreso y desarrollo económico y social, al que tenemos derecho y ahora incluso obligación. Y porque a todos los protagonistas pelotaires les importa un bledo el destinatario final; otro bledo las líneas de deslinde marítimo terrestre o de parques naturales, reservas, humedales y demás tocanarices; y mucho menos que un bledo, la sostenibilidad de su actividad - "¿la qué?, ¿mande?".
Imagine las náuseas que tengo cada vez que admiro las proezas del señor Carlos Fabra, o del señor Díaz Alperi y la rabia de oír al presidente Camps, dando calor y apoyo a aquellos gánsteres. Señor, ¿cómo es posible que estemos tan anestesiados.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.