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Columna
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La incomprendida

Los celosos gestores políticos suelen ser víctimas de nuestra incomprensión y puede que un día se harten todos, nos dejen y tenga que mediar la Iglesia, tocando sus campanas a rebato, para apelar a hombres buenos que acepten el sacrificio de figurar en los carteles electorales. Si no fuera porque la presidenta de la Comunidad es una mujer de tanto aguante, además de una servidora pública muy esclavizada, temería uno que en cualquier momento, ya hasta el moño, nos abandonara. Que es lo que habrá estado a punto de pasarle ahora al oír cómo la acusaban poco menos que de prevaricadora -a ella, tan imparcial siempre, dado su liberalismo conspicuo y su elegancia connatural-, a propósito del polémico reparto de las emisoras locales de televisión. Y es que si nunca llueve a gusto de todos, ahora menos. A la presidenta le llegaron las candidaturas y la mesa de contratación las examinó y tuvo en cuenta lo que pesaba en ellas. Lo que pesaba enormemente era, por supuesto, "la pluralidad informativa, la calidad de la programación y la creación de empleo" (sic). Así lo dijo, impertérrito, su vicepresidente, Ignacio González. Y seguro que Aguirre nos juraría sobre la Biblia, palabrita del Niño Jesús, que no hay color, que en lo que al pluralismo se refiere, donde estén las candidaturas de la Iglesia católica, que se ha hecho con cinco emisoras, no hay color. Si por algo se distingue la Iglesia normalmente, pero sobre todo en el ámbito de la comunicación y especialmente en esta hora de España, es por su pluralismo, amén de la calidad de la programación que viene de tan lejos como de Radio Vaticana y puede haber sido influenciada ahora por la modernidad de Radio María y Radio Luz.

Pero, eso sí, con mucha más publicidad, dada la cicatería de los fieles a la hora de la declaración de la renta. Tanto es así, que no se excluye la publicidad en la transmisión de la misa: a nadie daña que, mientras los fieles comulgan, se recomienden unos puritos, unas cervecitas para el body, una laca de uñas o unas compresas. Y en lo que toca a creación de empleo, que habrá sido uno de los aspectos de las candidaturas que más llegaran al corazón de la presidenta, tan social, y de la Iglesia, evidentemente, después de Enrique Cerezo, que toca la casualidad de que es presidente del Atlético de Madrid, no había candidato alguno más dispuesto que la Iglesia a crear empleo virtual. Y, aunque no sabe uno si otras pobres iglesias de otros pobres dioses fueron candidatos o renunciaron a entrar en un negocio tan caro como la tele, hay que reconocer que algún aspecto más que esos tres tan fundamentales para la mesa de contratación pudo haber sido tenido en cuenta por la presidenta y los suyos. Por ejemplo: la descristianización de España. Ante este fenómeno, tan desarrollado por Zapatero, y hasta tanto Rajoy no llegue a La Moncloa, es preciso compensar los efectos de la salvaje laicidad que sufre nuestro país con una evangelización televisiva. Y si bien se ve, esto afecta igual a la pluralidad informativa, al efecto de no dejar tan sin voz y marginado al arzobispado de Madrid que tenga que salir a predicar a la calle, con lo poco que le gusta a Rouco, como a la calidad de la programación que reviste una extraordinaria categoría y abolengo en el prestigioso plató de la catedral de la Almudena.

No se corre, además, el riesgo de que en esas programaciones sean incluidos consultorios eróticos o secciones de contacto sexual, como en los periódicos católicos, ni mucho menos películas porno. Pero a ver quién le explica todo esto, tan razonable, a un comunista como Fausto Fernández, que le ha dicho a la presidenta que ha tomado la Comunidad por su cortijo. Porque si Rafael Simancas califica su decisión de despótica y unilateral y la lleva a los tribunales, a eso ya está acostumbrada ella, pero que Fausto la llame alevosa y descarada y que diga que lo suyo ha sido un atentado a la libertad de expresión y que compromete aún más su credibilidad democrática, eso es mucho y de muy mala educación; como para irse mañana.

Zapatero está pensando en marcharse desde que su Gobierno autorizó a Sogecable a emitir en abierto las 24 horas del día y Ángel Acebes le dijo que se trataba de "una extraordinaria cacicada y una tropelía". El presidente no pudo soportar los efectos sobre su conciencia de la alta y reputada autoridad moral de Ángel Acebes. Y a Esperanza Aguirre terminará pasándole lo mismo que a Zapatero. De lo contrario, no podría elevar la vista ante la mirada de su verdadero líder, tan recto, tan veraz y con tan buena memoria.

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