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GUIÑOS
Columna
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Desnudos de mujer

Entre los puros de Celedón y los festejos de la Virgen Blanca puede verse durante este mes de agosto, en la sala de cultura Ignacio Aldecoa de la capital alavesa la exposición de Xavier Mollà (Ontinyent, Valencia, 1962). Se presenta con un título tan sugerente como De Neruda a Bukowsky. No obstante, resulta sorprendente el no poder encontrar relación clara entre las fotografías presentadas y la lírica de ambos escritores. Al parecer debió coincidir la preparación de estas imágenes de desnudos con la lectura de ambos autores, pero de ahí a emparentar el resultado obtenido con los criterios de los literatos parece un tanto exagerado. Pero también es cierto que los caminos y fuentes de inspiración son inescrutables, por lo tanto nunca puede aclararse del todo como llegan las ideas.

El discurso del trabajo gráfico aludido se reparte entre la introspección y la descripción. Así encontramos una serie de imágenes abstractas inspiradas en el desnudo de mujer, desde las que el autor valenciano busca trasladarnos a un universo de emociones difusas y complejas. El apartado más figurativo se centran en detalles del cuerpo femenino repletos de sugerencias eróticas.

En esta colección de desnudos en blanco y negro juegan un papel crucial las diferentes técnicas empleadas para realizarlos. Los procesos digitales se ocupan de las fotografías, digamos, más realistas. Unas se presentan sobre fondos oscuros y la figura del cuerpo se ilumina con una luz lateral. Una formula impecable para resaltar lo sinuoso de la geometría humana y conseguir una atracción visual arrolladora. Cuando nuestro fotógrafo recurre a fondos blancos las figuras de trazos grisáceos ocupan un reducido espacio en la parte inferior del encuadre. En estos casos, el peso del espacio en blanco dominante, parece hundir una imagen minimizada hacia un abismo desconocido de donde precisamente surge el gran atractivo de la composición.

Tratando de manifestar sus preocupaciones estéticas, técnicas o conceptuales, el fotógrafo recurre también al sistema de goma bicromatada a dos colores y sobre papel de algodón. De esta manera nos remite al siglo XIX, pero lejos de ofrecer una reproducción fiel del paisaje humano donde ha fijado su mirada nos lanza hacia una inquietante colección de formas indefinidas. Insinúa un concepto diferente del cuerpo humano y abre camino hacia nuevas interpretaciones.

Cuando trabaja las clásicas gelatinas de bromuro de plata parece querer adentrase en un universo donde se funden los dos anteriores. Por un lado está la apariencia real de los cuerpos y junto a ella su propia sombra para emular fantasías abstractas. Toda una propuesta de interés plástico.

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