El reto de los predicadores incendiarios
Reino Unido debate cómo acallar a los integristas que defienden los atentados
En Reino Unido hay unos dos millones de musulmanes. Entre ellos, apenas tres predicadores musulmanes han defendido o justificado la masacre del 7 de julio. Les siguen sólo varias docenas de jóvenes. Pero la sociedad británica no tiene claro con qué armas combatirlos. Cómo hacerles callar sin manchar la legendaria reputación del país como garante de la libertad de expresión, de asociación.
¿Qué hacer contra el británico Abu Izzadeen, nacido en Reino Unido, miembro del grupo radical Al Ghurabaa [Los Extranjeros], quien, después de afirmar que no debía lealtad "ni a la reina ni a nadie de la sociedad británica", declaró en una entrevista que gracias a los muyahidin del 7 de julio, "sería posible que la gente se despertara y oliera el café?".
¿Qué hacer contra Abu Zair, antiguo militante del movimiento Al Muhajiroun y ahora miembro del movimiento Secta Salvadora, quien en un programa de la BBC sentenció: "La veda se ha levantado para la yihad dentro de Reino Unido. Está permitido atacar. No vivimos ya en paz con ustedes. La tregua ha terminado"?.
¿Y qué hacer contra el líder de Secta Salvadora, el sirio Sheikh Omar Bakri Mohamed, padre de siete hijos, a quien la policía investigó en varias ocasiones a causa de sus discursos incendiarios sin conseguir nunca pruebas para condenarle?
Bakri, quien, según reconoce, vive del dinero que la Administración británica le otorga como predicador desde hace 18 años, ha declarado en diversas entrevistas que no informaría a la policía si se enterase de que algunos musulmanes preparaban algún atentado, y ha expresado su apoyo a los musulmanes que atacan a los soldados británicos en Irak y Afganistán y ha culpado al Gobierno británico y a los británicos de los atentados de Londres.
Ahora, el fiscal general del Reino Unido, lord Peter Goldsmith, sopesa la posibilidad de acusar a los tres predicadores de delitos de traición a la patria, que pueden acarrear penas de cadena perpetua. Pero tampoco es seguro que consiga reunir pruebas suficientes para probar un delito que retrotrae a tiempos de guerras entre naciones. Bakri, ante la duda, ya se marchó a Líbano, según declaró ayer a la BBC su portavoz, Anjem Chudary.
Mientras tanto, las medidas anunciadas por Blair para combatir el terrorismo siguen generando polémica. Sobre todo, aquellas que hacen referencia a la deportación de quienes fomenten o ensalcen el terrorismo y las que pretenden ilegalizar organizaciones como Hizb ut-Tahrir, a la que pertenecía Bakri.
Inram Waheed, portavoz de Hizb ut-Tahrir en el Reino Unido, es un psiquiatra de 29 años, nacido de padres paquistaníes. En una conversación telefónica desde Birmingham, parafraseó así a Benjamin Franklin: "Cualquiera que pretenda mejorar la seguridad a costa de la libertad, perderá las dos. Y eso es lo que va a pasar aquí. Nuestra organización no justifica la violencia. No lo ha hecho nunca. No sé por qué se nos tiene que ilegalizar".
A la pregunta de si teme ser deportado, Waheed contestó: "¿Adónde me van a deportar? ¿A la Luna? Yo soy británico, en mi organización hay mucha gente con la piel blanca y los ojos azules, gente de todas las razas. ¿Adónde los van a enviar?".
Varias organizaciones de derechos humanos alegan que, si como ha dicho Blair, la lucha contra el terrorismo es una guerra de ideas, el mejor modo de no ganarla es colocando a movimientos como Hizb ut-Tahrir fuera de la ley, porque así sus ideas no podrán ser rebatidas.
Tanto el movimiento de Waheed, que según él mismo dice cuenta con unos 10.000 simpatizantes en Reino Unido, como cualquiera de los grupos a los que pertenecen los tres predicadores sobre lo que pesa la amenaza del delito de traición a la patria, suponen una minoría ínfima dentro de los dos millones de musulmanes que viven en el país. Algunos analistas consideran que con las nuevas medidas se les va a otorgar mucha más fama de la que merecen. Alegan que, en vez de cambiar las reglas de juego, como anunció Blair, se pretende cambiar a la propia sociedad británica, con siglos de tradición democrática. "¿Por qué prohibir movimientos como el de Hizb ut-Tahrir y no los partidos de extrema derecha?", se preguntan las asociaciones musulmanas moderadas.
La abogada directora del grupo de Derechos Humanos Liberty, Shami Chakrabarti, declaró: "Otras generaciones soportaron el terror de la guerra y nos legaron nuestras libertades. Ese legado es más grande que cualquier hombre o momento. Y no puede ser vendido en un verano".
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