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LA VENTANA DE GUERRERO
Columna
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¡Ojo con los neumáticos!

En estos tiempos en que las nuevas tecnologías convierten los coches modernos en máquinas cada vez más sofisticadas, emociona ver un coche como el de la foto, de un modelo ya caducado y con los neumáticos al calor de unos cartones. Aquí no se trata de airbags, ni de alerones, ni de motores de 16 válvulas, ni de prestaciones revolucionarias ni de nada que tenga que ver remotamente con el tunning tan a la moda. Aquí la cuestión es otra: la supervivencia con lo mínimo. Se aparca el coche donde se puede y, para protegerlo de las inclemencias del sol, se tapan las ruedas con unos cartones recogidos en cualquier esquina. Y a vivir, que son dos días, o a comerse una paella sin prisas, o a marcarse una siesta para burlar el calor implacable del verano.

Que aprendan los señores de Michelin, que no fueron capaces de encontrar una solución para que no se degradasen los neumáticos en Indianápolis

Viendo el Seat 850 de la foto, a uno le viene a la mente la gran polémica del pasado mes de junio, cuando la poderosa marca de neumáticos Michelin decidió no correr el Gran Premio de Indianápolis porque no podía garantizar la seguridad de los pilotos de fórmula 1. ¡Tanta tecnología punta para esto! Uno se pregunta, viendo hasta dónde llega la inventiva popular, si el asunto no habría podido solucionarse con unos cuantos cartones bien puestos. Pero, claro, los técnicos cobran lo que cobran para buscar soluciones caras y complicadas, y no para acabar recorriendo a unos cartones rescatados de un vertedero. Recordemos que en aquella carrera de Indianápolis tan sólo compitieron seis coches, con lo que, de haberse apuntado el 850 de la foto, podría haber quedado perfectamente en séptimo lugar, que no está nada mal. Todo consiste en una puesta a punto arregladilla, en conseguir que el coche no te deje tirado y en cuidar los neumáticos con esmero. Y de ahí a la gloria tan sólo hay un paso.

Otro detalle que emociona de este 850 es la estilizada pegatina de El Pont de Suert que luce en un lateral. Había muchas así hace años, sobre todo de Sant Miquel del Fai, pero el tiempo las ha ido consumiendo. En los sesenta, y también en buena parte de los setenta, los 850 parecían salir de la fábrica con la pegatina de Sant Miquel del Fai. Todos la llevaban con un orgullo evidente. Habían estado en aquel paraje natural un fin de semana y había que pregonarlo a todo el mundo. Más adelante vendría la moda de la playa y de los viajes al extranjero, pero en aquellos tiempos bastaba con una pegatina de Sant Miquel del Fai o de El Pont de Suert para acreditar que eras un viajero consumado, dispuesto a comerte el mundo si hacía falta. Ahora los coches lucen pegatinas de Finlandia o de Bulgaria como si nada, o de las discotecas de moda. Algunos, sin embargo, prefieren dibujar en su parte posterior la silueta de un toro o de un burro a modo de bandera posmoderna, pero lo que está claro es que la pegatina tipo Sant Miquel del Fai ya no se lleva. Qué le vamos a hacer: los tiempos cambian e incluso las pegatinas se modernizan.

Volviendo a los neumáticos ocultos bajo los cartones, obsérvese el detalle de la piedra que los aguanta. Aquí no se deja nada al azar. El orgulloso propietario del 850 ha pensado incluso en la posibilidad de que el viento pudiera boicotear sus cuidados. Como diría Joan Laporta, que n'aprenguin! Sí, señor, que aprendan los señores de Michelin, que en un par de años no fueron capaces de encontrar una solución para que no se degradasen los neumáticos de la fórmula 1 en Indianápolis. Que n'aprenguin! Y a ver si en un futuro se dejan de ingenieros millonarios y contratan a alguien imaginativo como el propietario de este 850, alguien que supo recurrir a lo mínimo para sacar el máximo rendimiento de su bólido.

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