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Filmoteca de verano | GENTE
Columna
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Viajar con mascota

En un programa de radio, escucho a la propietaria de la tienda de animales Hobby Zoo, de Argentona, afirmar que el que no viaja con su mascota es porque no quiere. Por lo visto, la creciente demanda de especies de compañía ha generado toda una industria del motor-home animal, incluso un artilugio llamado flexarium que permite colocar a serpientes y arácnidos en un entorno decente. En 1942, cuando se estrenó Tarzán en Nueva York, las cosas eran todavía más fáciles. El Rey de la Selva y su reina Jane viajan a Nueva York acompañados por Cheetah, el chimpancé mediático. El motivo del viaje de esta familia con mascota es el secuestro de Boy, hijo adoptivo de Tarzán y heredero al trono selvático. El niño está retenido por unos empresarios basura que exprimen su talento amaestrando elefantes y leones. Indignados, sus padres acuden al rescate, acompañados por el chimpancé, que habla por teléfono o se emborracha a base de colonias. Para justificar la presencia del simio, Jane le dice al recepcionista del hotel lo mismo que dicen los que viajan con mascotas: "El chimpancé es como de la familia" (frase que, por cierto, suelen pronunciar con más cariño que cuando se refieren a su auténtica familia).

Tarzán puede parecer simple, pero su corazón es grande y su filosofía de la obviedad sigue vigente

La película, apta para todos los públicos menos para los defensores de los animales, da fe de una discriminación intolerable: así como el mono se mueve por Nueva York en pelotas, Tarzán se ve obligado a ponerse traje y corbata. El traje, sin embargo, no afecta a su capacidad para la oratoria. Cuando desde la ventanilla del avión contempla la ciudad, recurre a una metáfora zen: "Una selva de piedra". Al llegar al hotel, se mete vestido bajo la ducha y, después de emitir el grito más imitado de la historia, se expresa así: "Lluvia buena". Pues vale. Tarzán puede parecer simple, pero su corazón es grande y su filosofía de la obviedad sigue vigente entre los sacerdotes de la autoayuda y bastantes políticos en activo. Durante un juicio en el que se decide si Tarzán está capacitado para criar a Boy, el abogado de la acusación le exige más respeto por la ley. "Ley hombre blanco, palabras. Ley selva más fácil, allí hombre vive la vida", responde Tarzán. El abogado insiste y le pregunta si prefiere el código de la selva a la ley civilizada, y quizá porque estábamos en 1942 y ésta es la única licencia antibelicista que se permitieron los guionistas, el Rey de la Selva declara: "En la selva hombre sólo mata animales malos. En la civilización, hombre mata hombre buenos".

Afortunadamente, Tarzán no viajó a Nueva York con todas sus mascotas y se limitó a elegir un representante al que, en nombre del espectáculo, explotan durante toda la película. Entonces Hollywood todavía no se preocupaba de que ningún animal fuera maltratado en los rodajes. Es más: si animales y actores andaban a la greña, mejor para la promoción. Maureen O'Sullivan confesó que durante los años que dedicó al papel de Jane tuvo problemas con todos los chimpancés que interpretaron a Cheetah. "Sentían celos de mí y cuando me ponía al lado de Johnny (Weissmuller), me pegaban. Fijaos que en las fotografías en las que aparecemos Johnny, Boy, yo y Cheetah, el chimpancé siempre está al lado de Tarzán, no de mí". O sea, que si entran en alguna habitación de un hotel en el que se admiten mascotas, no les extrañe ver a un humano dormir en la bañera o en el suelo mientras la tarántula o iguana de compañía ocupa la cama de matrimonio. A eso se le llama marcar territorio, y teniendo en cuenta la cantidad de molestias que a veces nos tomamos por nuestros animales de compañía, quizá habrá que ir pensando si no seremos nosotros sus mascotas y no al revés.

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