El oscuro carisma de The Cure
La apabullante banda británica corona la primera jornada de Benicássim, en la que destacaron Yo La Tengo y Basment Jaxx
Unos clásicos como The Cure fueron los encargados de orlar con señorío la segunda noche de Benicàssim. Mediante un concierto intachable, la banda británica impuso su jerarquía autoafirmando sonido, carisma y repertorio ante la multitud que se apostó frente al escenario principal. Ésta perdió algo de acento inglés, diluido por la presencia de más público nacional que en la jornada de apertura. Al margen de The Cure, los norteamericanos Yo La Tengo apabullaron con otro de los conciertos más intensos de una jornada en la que también destacaron Basement Jaxx. El sábado trajo el luto, y la muerte de un fiber, un joven irlandés de 28 años que, al parecer y según las primeras investigaciones, padecía asma y que fue encontrado sin vida dentro de su tienda de campaña.
Obviando los clásicos más notorios, The Cure parecieron reivindicar más su sonido que sus canciones
La solvencia de The Cure quedó patente ya en el mismo inicio del concierto. Hay artistas, entre ellos los artistas que de verdad pesan, que por el mero hecho de pisar escenario crecen cinco palmos. Es el caso de Robert Smith. Desde los primeros compases de su actuación se percibió el empaque y presencia de un grupo que llenó la atestada explanada de connotaciones lóbregas, ambientaciones en claroscuro y un tono opresivo propio de habitaciones sofocantes. Y con candelabros. Era el sonido Cure, una vez más claustrofóbico. Podrá gustar o no, pero The Cure dieron una lección de cómo defenderlo. Es más, lo hicieron sin el tradicional concurso de los teclados, fiando el acabado de los temas al excelente trabajo de una única guitarra solista, encargada de perfilar las melodías de acompañamiento a la línea principal de las canciones. Robert Smith, con guitarra rítmica, un bajista que por actitud parecía salido de una banda punk, y una batería completaron el grupo. Menos fue más. Al frente de todo ello, un personaje que un niño atribuiría a la imaginación de Tim Burton. Con el pelo despuntado, un borrón de carmín recorriendo los labios en trazo grueso, ojos sombreados de pestaña a cejas y vestimenta oscura. Robert Smith, el icono. Plantado allá en el escenario para imponer una voz que sonó plena, rotunda, con agallas para subir hasta lo más alto de los estribillos. No hubo muchos populares. Obviando los clásicos más consabidos, The Cure parecieron reivindicar más su sonido que sus canciones, imponiendo personalidad por encima de logros puntuales. Fue así un concierto oscuro que resplandeció cuando por ejemplo, en Just like heaven, las cegadoras del escenario iluminaron las caras de la multitud, cruzadas por sonrisas. El público disfrutaba, y pocas cosas hay tan luminosas como una multitud disfrutando. Robert Smith lo consiguió. Hizo bien su trabajo. Le sigue teniendo respeto.
Antes de The Cure el protagonismo recayó en tres artistas sin pinta de artistas. Destacan por otros motivos. Si hay futbolistas de los que se dice "tienen gol", hay músicos de los que se puede asegurar "tienen música". Son músicos imaginativos, abiertos, creativos y fantasiosos que expresan con total soltura y naturalidad todo ese mundo de sonidos que sus cabezas albergan. Son músicos como Yo La Tengo, artistas con recursos para intercambiarse instrumentos, roles y responsabilidades en función de cada pieza. Son grupos que en este caso, con la formación más básica del rock, un trío, comparten con el público un mundo complejo y versátil en el que conviven canciones convencionales con estribillo junto a arañazos de distorsión, ritmos secos y ciclones de electricidad desmandada.
Eso fue el excelente concierto de Yo La Tengo, un concierto de ideas expresadas con imaginación e intención. Habiendo eso no hace falta más que tres músicos, que, incluso sin pinta de artistas, llenarán de emoción sus canciones. Otros iconos. Estos del indie-rock. Yo La Tengo, un concierto con mayúsculas.
Y una fiesta con mayúsculas fue lo que luego organizaron Basement Jaxx con un concierto verbenero a más no poder. Muchos músicos en escena, ¿se habrán olvidado algunos de que los samplers se inventaron para algo?, sirviendo una ración de soul, house y funk encarnados en dos coristas de película. Movían sus abundantes carnes de una manera tan contagiosa que el público no podía sino contagiarse y bailar. En realidad es para lo único que sirve la música de Basement Jaxx, música de chiringuito fino. Para desnudarse sirve la de Peaches, que lo hizo sólo parcialmente mientras actuaban The Cure.
Más tarde, Prefuse 73 hizo hip-hop instrumental y cupo preguntarse qué hacía Scott Herren además de algún scratch. It's crowded sonó igual que en disco, sólo que con dos baterías. No fue para flipar, que se dice. Ya muy tarde, Doves se pusieron líricos cerrando el escenario principal y el segundo día de Benicàssim enfiló camino al recuerdo. Un brillante recuerdo en negro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.