Cuando el paisaje habla
Cinco enclaves para disfrutar de los sonidos de la naturaleza
Si se le pide a alguien que piense en un paisaje, evocará una imagen de bosques, montañas, playas... Y, casi seguro, olvidará incluir un elemento esencial: la banda sonora. A menudo se pasan por alto los sonidos de la naturaleza; sin embargo, éstos pueden ser tan estimulantes como las vistas más espectaculares. En España, aunque la ley permite crear reservas naturales para proteger sus valores acústicos, todavía se está muy lejos de otros países europeos o norteamericanos, donde no sólo existe gran afición a escuchar a los animales, sino que también hay organizaciones de defensa del paisaje sonoro, como la Nature Sounds Society de California, en Estados Unidos. La bióloga catalana Eloísa Matheu lleva más de 18 años persiguiendo con sus micrófonos los registros más extraordinarios de la naturaleza para grabarlos. Según dice, "es como tomar una fotografía sonora". Junto a ella, proponemos cinco paisajes sonoros de distintos ecosistemas de España.
1 El eco del bosque
POTES (CANTABRIA)
Cuando se adentra uno en los bosques mixtos del sur de los Picos de Europa y del valle de Liébana, la primera sorpresa es la particular sonoridad de este espacio: da la impresión de que las notas rebotan en la madera de los árboles y de que todo el bosque actúa como una gigantesca caja de resonancia. La sintonía va cambiando con las estaciones. En invierno rugen los torrentes que se abalanzan montaña abajo, y el aire fresco agita las ramas de los robles. En primavera, en las partes más altas del bosque, el pico picapinos hace hablar a la madera con su espasmódico tamborilear sobre los troncos, y otras aves como currucas y pinzones silban al aire. En verano, el estruendo del agua se amortigua, y estalla el bullicio de los insectos. Aunque, en estos bosques, nada es tan asombroso como el potente bramido de los ciervos al llegar el otoño. Es tiempo de berrea y merece la pena entonces, a la salida o la puesta del sol, acercarse a los alrededores de Cosgaya para escuchar el mugido de los astados en celo.
2 El rumor de la estepa
BELCHITE (ZARAGOZA)
¿Se puede oír realmente el silencio? En un paisaje semidesértico como el de las estepas de la reserva ornitológica del Planerón, en Belchite, se llega a pensar que a veces la naturaleza también enmudece. Sin embargo, Matheu se muestra clara: "Nunca he escuchado el silencio total, siempre se oye algo". Aunque todo parezca callado, si se afina el oído, se aprecia el rumor permanente que recorre la estepa. La música del aire.
Al amanecer, cuando mejor se escucha a la naturaleza, aún puede sobresaltar al visitante el maullido lastimero del mochuelo despidiendo la noche. La sonoridad es muy distinta a la del bosque. Mientras que en los espacios cerrados todo suena en tonos graves, en áreas abiertas como ésta dominan los agudos. Desde el cielo caen las notas de un virtuoso del canto, la calandria, que lanza en vuelo sus trinos. Y a ras de suelo, sonidos más discretos delatan la presencia de las grandes aves esteparias. Una voz descubre a las furtivas gangas, y un siseo, el batir de las alas del sisón macho a la fuga.
3 Ritmos nocturnos en la laguna
PEDRO MUÑOZ (CIUDAD REAL)
Para ver las lagunas del pueblo de Pedro Muñoz es preferible la luz del día, pero para descubrir a qué suenan, mejor aguardar a la noche. En la oscuridad, en un paseo por los humedales, se asiste a un asombroso concierto. Abren el repertorio los anfibios: el aflautado y breve pitido del sapo partero, el pausado croar del sapillo pintojo o el frenético gorjeo del sapo corredor, que cada segundo emite una señal que puede oírse a dos kilómetros. Siguen las aves acuáticas, con el explosivo canto del ruiseñor bastardo o el trompeteo de la focha. Y finalmente cierran el espectáculo los ritmos de los insectos, entre los que destaca el pertinaz grillo. A diferencia de sapos o aves, los insectos no modulan el sonido en su garganta, sino que lo producen por fricción de partes de su cuerpo. Su catálogo de reclamos es por ello muy simple. Ahora bien, sus ritmos pueden llegar a hipnotizar.
4 La armonía de la dehesa
CANDELEDA (ÁVILA)
Cuando despierta el sol en el horizonte del valle del Tiétar, se levanta a veces una suave brisa que arranca un murmullo de las ramas y las hojas de los árboles. En Candeleda, la peculiar armonía de la dehesa y los humanos también queda patente en la riqueza de sus sonidos. Así, junto al vigoroso trino del pinzón y el toque de oboe de la oropéndola, retumba una vieja voz metálica. Es el tañido de los cencerros, acompañado por los balidos de los rebaños de ovejas. Resuena en la dehesa el juguetón cucú del escurridizo cuco. "Lo importante no es saber identificar qué animal está cantando", precisa Matheu, que ha creado su propio sello discográfico, Alosa, "sino escuchar de forma activa la naturaleza y seguir sus cambios como si se tratase de una orquesta".
5 La sinfonía del mar
CEDEIRA (GALICIA)
Pocos sonidos hay tan atrayentes como el del suave rugido del mar, acompasado por el viento y los gritos de las gaviotas. En las rías de Galicia se puede comprobar además cómo no hay un mar, sino muchos. El que rompe suavemente en la playa de arena, el que arrastra ruidosas piedras cada vez que embiste contra la tierra, el que truena en los acantilados o el que se ahoga en las cuevas marinas.
GUÍA PRÁCTICA
Información- Oficina de turismo de Potes (942 73 07 87). Independencia, 30. Potes, Cantabria. www.turismo.cantabria.org- Planerón / Seo-Zaragoza (679 55 20 90). www.seo.org.- Ayuntamiento de Pedro Muñoz (926 58 60 01). www.pedro-munoz.com.- Ayuntamiento de Candeleda (920 38 00 01). www.infocandeleda.com.- Oficina de turismo de Cedeira (981 48 21 87). Ezequiel López, 17. Cedeira (A Coruña). www.cedeira.org- Sello discográfico Alosa de sonidos de la naturaleza (934 24 19 65; www.sonidosdelanaturaleza.com). El sonido de la naturaleza en diferentes paisajes, como el africano. En 1997 editaron Paisajes ibéricos (15 euros), y trabajan en la segunda parte.
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