"Las multitudes me agobian"

Residente en Larrabetzu, la escritora Toti Martínez de Lezea (Vitoria, 1949) no olvida nunca referirse a sus orígenes alaveses. Sin embargo, la autora de La abadesa o La calle de la judería no es amiga de fiestas, ni siquiera las de su ciudad natal, pese a que su carácter, divertido y jovial, ofrece la impresión contraria.

Pregunta. ¿Cuándo estuvo en La Blanca por última vez?

Respuesta. Hace cinco años, y porque tuve que ir a enseñarle las fiestas a mi yerno. Afortunadamente, no he tenido más compromisos.

P. Una sorpresa en alguien como usted, con un carácter tan extravertido.

R. Es que las multitudes me agobian, no sólo en fiestas, sino en conciertos o en cualquier otra convocatoria de masas.

P. ¿También en su juventud?

R. Entonces, la bajada del Celedón no estaba tan abarrotada como ahora, ni mucho menos, pero sí salía a la calle con los amigos, claro. Las fiestas eran muy parecidas a las de ahora.

P. ¿Y en la Edad Media? Usted es buena conocedora de las costumbres de esa época.

R. Eran celebraciones dedicadas a los santos, con misa y procesión. Como mucho, igual se soltaban unas luminarias, fuegos artificiales rudimentarios que nada tenían que ver con los actuales, pero esa idea que ahora se muestra en los mercados medievales es completamente falsa.

P. ¿Ni siquiera había romerías?

R. Tampoco es para tanto. Siempre ha habido fiestas, porque a las autoridades les gusta contentar al pueblo.

P. Y la gente se acostaba antes.

R. También teníamos otro ritmo. Hoy, a la hora que nosotros nos íbamos a casa, es cuando salen los hijos de marcha. Está claro que la fiesta de día ya sólo es para abuelos y nietos. Y, luego está el botellón.

P. Le veo crítica con las costumbres juveniles.

R. En este momento, estoy en un periodo de cierta calma, pero sigo con preocupación las salidas nocturnas, como todas las madres.