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Reportaje:EL ENTORNO METROPOLITANO DE BARCELONA / 3

L'Hospitalet, el orgullo de la medalla de plata

La ciudad está empeñada en potenciar el sector servicios y en suprimir las grandes cicatrices que cuartean su trama urbana

L'Hospitalet de Llobregat, segunda ciudad de Cataluña en número de habitantes (259.130), ha superado sus viejas reticencias por vivir pegada a Barcelona y las consecuencias de esta asociación desigual. "Antes, Barcelona exportaba todos los equipamientos molestos; ahora esto no sucede porque ya sólo le quedan cosas buenas que llevar a las ciudades de su alrededor como, en nuestro caso, la ampliación de la Fira o la Ciudad Judicial", señala la primera teniente de alcalde, Núria Marín.

La ciudad ha tomado conciencia de que es la segunda de Cataluña y ha asumido que forma parte de un continuo urbano que nace en Badalona y llega hasta Cornellà. Eso sí, busca un puesto propio en el entorno de la gran capital, una idea de ciudad posible que le sirva para recuperar su autoestima y proyectarse hacia el siglo XXI. Para ello ha hecho una apuesta clara por crecer apoyada en el sector terciario y por hacer desaparecer las grandes cicatrices de la trama urbana que aíslan sus barrios. En ellos se hace vida de barrio, pero no de ciudad. Recuperar el sentido de ciudad, de pertenencia a una comunidad, es otra de las prioridades.

El AVE permitirá recuperar 108.000 metros cuadrados para equipamientos
Forma parte de un continuo urbano que nace en Badalona y llega hasta Cornellà

"Hoy ya nadie fabrica nada. Todo se produce en Marruecos o en el sureste asiático. Las ofertas que recibimos son mayoritariamente del sector servicios. Nos pasa lo mismo, salvando las distancias, que al resto de las ciudades europeas, que han hecho una apuesta clara por el sector terciario y éste es el predominante", precisa Antoni Noguès, gerente de la Agencia de Desarrollo Urbanístico de L'Hospitalet.

La ciudad -en esto coincide con algunas de las poblaciones del área metropolitana de Barcelona- ha ido perdiendo el rastro de aquella industria tradicional que en las décadas de 1960 y 1970 daba trabajo a las oleadas de inmigrantes que llegaban a millares cada semana. La apuesta por los servicios es obligada: L'Hospitalet tiene terreno para acoger un determinado tipo de empresas, un proyecto urbanístico en marcha -el primero de su historia- y ganas de recuperar el tiempo perdido y modernizar sus estructuras.

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La ciudad que se encuentran los ediles democráticos está desmadejada y con un urbanismo irracional fruto de la especulación y de haber tenido que albergar al enorme flujo migratorio de la segunda mitad del siglo pasado. Era y es una ciudad que tiene también en común con sus poblaciones vecinas el haber crecido sin criterio, sin planificación y sin servicios, precisa Núria Martín. Puestos a no tener, el barrio de Bellvitge, hoy ajardinado y limpio, no tuvo canalización integral de alcantarillas hasta que hubo ayuntamientos democráticos.

Cuarteada por las vías de Renfe y Ferrocarrils de la Generalitat y por la Gran Via, desmembrada y degradada por la especulación propiciada por los consistorios franquistas, hacía muchos años que L'Hospitalet había desaparecido como ciudad y se había diluido en una desordenada agrupación de barrios que vivían unos a espaldas de los otros. Y serán precisamente estas vías y autovías que hacían imposible la relación y la trama urbana continua que facilita la comunicación entre vecinos lo que, paradójicamente, acabará haciendo posible la unión de esta extraña federación de barrios en una ciudad.

Para modernizar su tejido económico y transformar su trama urbana, L'Hospitalet cuenta con con dos elementos: uno externo y otro interno, propio. El primero viene dado por la llegada del AVE, que supondrá la cobertura de más de 2,5 kilómetros de vías de Renfe y recuperar 108.000 metros cuadrados de espacio donde construir viviendas, equipamientos sociales y zonas verdes de las que anda tan falta, señala Noguès. Pero, siendo importante esta ganancia de terreno para dotar a los barrios de servicios, lo más significativo de esta operación de cobertura de vías es que permitirá de una vez por todas comunicar barrios entre sí y con el centro histórico de la ciudad. Se eliminarán barreras físicas que los separaban y se recoserá el tejido urbano roto desde siempre por el tren.

El segundo elemento para dotar de racionalidad el caótico plano de L'Hospitalet consiste en convertir la Gran Via, la autovía de Castelledefels, de vía rápida que hoy ejerce de costurón e impide la comunicación con los barrios del sur, en una avenida y en eje del futuro distrito financiero, en el que convivirán por igual oficinas y viviendas. Para ello, hay que -en lenguaje urbanístico- deprimir (hundir ) y cubrir la mitad del eje central de la autovía, obras que están en curso.

Dentro de poco, entre Bellvitge y la plaza de Cerdà habrá una avenida de 1,5 kilómetros con pasos a nivel para coches y peatones, que ya no encontrarán barreras para acceder a los centros comerciales de Gran Via 2, a la Fira o al futuro distrito financiero.

Estos proyectos tienen por objeto una ciudad que desde hace unos años acoge la tercera oleada de inmigración -la primera se produjo a mediados de los años veinte; la segunda, entre los sesenta y los ochenta-. L'Hospitalet asiste, de momento sin demasiados problemas, a este fenómeno migratorio procedente de los países extracomunitarios. La ciudad ha pasado de tener en 1994 el 0,6% de población extracomunitaria al 18,6% de la actualidad. Los inmigrantes, sobre todo de América Latina, con ecuatorianos y peruanos al frente, hacen crecer la población a un ritmo del 1% trimestral.

L'H, la imagen de marca

A mediados de los noventa, cuando la ciudad ya había puesto un poco de orden y acabado las infraestructuras básicas, los gestores de L'Hospitalet se propusieron una segunda gran transformación. Al mismo tiempo, se creó un logotipo: L'H, dos mayúsculas y un apóstrofo que nacieron de la voluntad de diferenciarse, de crear una imagen de marca para la ciudad que hoy la distingue. La modernización tiene como eje las 400 hectáreas que la ciudad posee en el polígono Pedrosa, junto a la Gran Via, al lado del área comercial, las mejores del área metropolitana por su proximidad al aeropuerto y a las rondas y autopistas, precisan fuentes del consistorio.

Frente a la ampliación de Fira, que realiza el japonés Toyo Ito, está previsto levantar el distrito financiero; la mitad de su superficie será destinada a oficinas y la otra a viviendas. Su centro neurálgico será la futura plaza de Europa, de 33 hectáreas, más de la mitad de ellas destinadas a espacios abiertos y jardines.

La plaza de Europa tendrá una torre singular en cada una de sus cuatro esquinas y un total de 28 edificios, uno de los cuales será un hotel que diseña el arquitecto francés Jean Nouvel, el autor de la Torre Agbar, de la plaza de las Glòries de Barcelona. Se prevé que en esta zona, cuando esté en pleno funcionamiento, trabajen 30.000 personas. La futura línea 9 del metro, la que ha de llegar al aeropuerto, tendrá parada en la plaza de Europa, donde conectará con Ferrocarrils de la Generalitat.

La Ciudad Judicial, que se construirá en los antiguos cuarteles de Lepanto, junto a la plaza de Cerdà, según un proyecto de David Chippertfield, servirá para dinamizar la zona y dar trabajo a 10.000 personas. En el otro extremo de la Gran Via, junto a Bellvitge, construye un rompedor hotel el británico Richard Rogers, autor del centro Georges Pompidou, en París.

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