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Reportaje:

Al 'cole' a los 55

Cuando a Julia la prejubilaron con 56 años, se le cayó el alma a los pies. "Me sentía llena de vida y capacidad de trabajar, no entendía nada", recuerda. Una hora más tarde cambió el planteamiento. Decidió volver a la Universidad 30 años después. Entonces estudió psicología, pero quería hacer historia. "La vida me ha dado ahora una segunda oportunidad", asegura. "Mi marido me preguntó: ¿pero tú sabes dónde te vas a meter? No me importaba, no podía quedarme en casa. ¡Qué horror! Había llegado el momento de cumplir los sueños que tenía aparcados por falta de tiempo".

Julia Montes tiene 58 años y sus compañeros dicen que es la empollona de la clase. Estudia, con otros 149 alumnos, dentro del programa de mayores de la Universidad Autónoma. Para Julia, igual que para otros 1.200 madrileños mayores de 55 años, los deberes, las lecturas obligadas, las excursiones y las actividades extraescolares se han convertido en rutina. Todos ellos estudian en alguna de las cinco universidades públicas madrileñas que los ofrecen: Autónoma, Complutense, Rey Juan Carlos, Carlos III y Alcalá de Henares. Los precios oscilan entre los 200 y los 300 euros al año. Los programas son para todos los públicos: "Sencillos para quienes no tienen formación e interesantes para quienes la tienen", explican desde la Universidad de Alcalá, con 14 años de experiencia.

1.200 madrileños estudian en los programas para mayores de las universidades públicas de la región

Mariano Jodra, de 60 años y también prejubilado, es el delegado de clase. Volvió a estudiar porque "nunca se sabe bastante" y se dehace en elogios cuando habla del taller de creación literario. Además de aprender, en estas clases se hacen amigos. "Somos un grupo en situación parecida, con ilusiones, intereses comunes y ganas de hacer cosas", explica Mariano. Cada año hacen una comida de fin de curso en casa de Juan y Mercedes, el único matrimonio de la clase, y planean un viaje de fin de curso a Siria y Jordania. "Nos metió el gusanillo el profesor de arte islámico, así que estamos deseando conocer esos dos países", cuenta ilusionada Julia. Tienen entre los 55 años y los 85 años.

En la Autónoma, el 44% de los estudiantes del Programa de Universidad para los Mayores (Puma) son licenciados. Pero entre estos estudiantes que ya peinan canas también hay quien no pudo estudiar en su juventud y apenas aprendió a leer y a escribir, quien estudió y nunca ejerció o quien se niega a dejar de aprender para no envejecer.

Según Luis Agüera, coordinador de los programas de psicogeriatría del 12 de Octubre, es una experiencia muy beneficiosa. "Está demostrado que el Alzheimer afecta menos a los cerecbros activos que están aprendiendo, pero estos cursos también son positivos emocional y psicológicamente, se tienen las pilas más cargadas", explica Agüera. Además, de los 55 a los 60 años se experimenta un momento de turbulencia psicológica, similar a la que se vive en la adolescencia. Los estudios benefician para superar esa crisis, explica Agüera.

Para los profesores universitarios, el tratar con alumnos mayores es también una gran experiencia: "Tienen ganas de aprender, mucha iniciativa y están muy ilusionados; para un profesor es un lujo contar con unos alumnos así", explica la profesora de la Autónoma Elena Escudero. El curso dura tres años, Mariano y Julia ya llevan dos y han puesto en marcha las neuronas para buscar alternativas cuando acabe. Un voluntariado o un año de especialización podrían ser la perfecta excusa para seguir siendo universitarios un año más.

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