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Teatro político veraniego

La designación de John Roberts como candidato a juez del Tribunal Supremo por parte de Bush se ha visto influida por la mala prensa que ha recibido por la filtración de Karl Rove (su indispensable mano derecha) del nombre de la agente de la CIA Valerie Plame a la prensa. A Roberts se le considera un magistrado brillante y culturalmente elitista licenciado en Harvard y la Escuela de Derecho de dicha universidad. Al elegirle, Bush esperaba aplacar a su verdadera némesis: los senadores republicanos que crearon la banda de los 14, unos perros guardianes moderados de los partidos Republicano y Demócrata que pretenden acabar con el poder de la derecha cristiana. Con la catástrofe de Irak y la desaprobación de sus planes para la seguridad social por parte de la ciudadanía, Bush está en apuros.

Es probable que la banda de los 14 piense en privado: aunque sea conservador, Roberts es uno de los nuestros, no uno de esos lunáticos de derechas y cristianos del Sur. Seguramente, un brillante chico de Harvard no sentirá inclinación alguna por desbaratar 40 años de legislatura progresista en cuestiones como el derecho al aborto. Las quejas de que Bush no ha elegido a una persona de una minoría o a una mujer han sido acalladas, ya que uno de los ardides favoritos de los republicanos es escoger como candidatos a mujeres e integrantes de minorías pertenecientes a la extrema derecha. Debido a que las inclinaciones ideológicas de Roberts, si es que las tiene, son desconocidas, se alzarán contra él las habituales protestas de la izquierda y la derecha cristiana, pero no las de ningún filibustero del Senado.

Mientras tanto, la investigación independiente sobre la filtración de la CIA sigue en marcha. Para recapitular un poco, hace dos años, el marido de Valerie Plame, el antiguo embajador Joseph Wilson, enfureció al sanctasantórum de Bush al revelar en un artículo de opinión de The New York Times que, primero, la Administración de Bush sabía que Irak no había intentado comprar a Nigeria el uranio necesario para la fabricación de armas de destrucción masiva, tal y como afirmaba, y segundo, que había inducido a la opinión pública estadounidense a creer que había armas de destrucción masiva cuando en realidad no existían. Y lo que es aún peor, Wilson ni siquiera era demócrata: ¡Había votado a Bush!

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Este verano, la opinión pública contra la guerra asciende a un 64% y va en aumento. Nuestro ejército, que disponía de numerosos voluntarios cuando se encontraba en un periodo de relativa paz, ahora anda falto de reclutas (los padres están aconsejando a sus hijos que no se alisten). Ni tenemos suficientes tropas para enviar a Irak ni podemos abandonar por completo el país en pleno caos. De lo que no se dan cuenta los europeos, pero ningún presidente estadounidense se atreve a olvidar, es que aquí las reacciones antibélicas tardan en empezar y que como país no tenemos el hábito de tomar las calles. Aunque la guerra de Vietnam empezó en l964, las protestas contra ella en realidad no se iniciaron hasta 1968 y entonces inundaron el país como un tsunami al acecho, lo cual arruinó la presidencia de Lyndon Johnson (había sido un muy buen presidente) y cambió Estados Unidos para siempre.

Hace dos años, Bush dijo al pueblo estadounidense que destituiría al miembro de su Administración que había filtrado la identidad de Valerie Plame. Su secretario de prensa, cuando fue interrogado por los periodistas, respondió categóricamente que Karl Rove no era la fuente de la filtración, y éste también había negado en un principio su implicación. Ahora resulta que fue Rove quien lo difundió. Pero, al igual que Clinton negó su escarceo con Monica Lewinsky, de acuerdo con el espíritu actual, si uno analiza sintácticamente una frase de cierta forma, es correcto engañar a la ciudadanía y mentir. En la era prehistórica, cuando el presidente Eisenhower descubrió que la esposa de su Karl Rove (Sherman Adams) había aceptado un abrigo de vicuña obsequio de un cabildero, no consultó con ningún abogado unas abstrusas interpretaciones jurídicas que hubieran sacado legalmente del atolladero a Adams: se limitó a despedirle. Los políticos nunca han sido miembros de una clase extremadamente limpia; la novedad es el uso político de la tergiversación mediática como principal motor de la política y como sustituto de la verdad. Ahora, Karl Rove afirma que mencionó a Valerie Plame sólo como esposa del embajador Wilson y que, por consiguiente, en realidad no filtró su "nombre", una distinción inexistente. ¿Es que esta gente ya no tiene miramientos a la hora de mentir? Nuestra versión actual del éxito incluye una puerta giratoria para los errores. Martha Stewart, que justa o injustamente cumplió condena por perjurio, ahora aparece con su historia en la portada de Vanity Fair, y Bill Clinton ha salido de sus juicios y tribulaciones como multimillonario, y así funciona. Bush no despedirá a Rove por su filtración. El mensaje de nuestros dos últimos presidentes es: si puedes salirte con la tuya, todo vale. Mientras tanto, Judith Miller, la periodista de The New York Times que no escribió un artículo sobre la filtración de la CIA, por un extraño giro de los acontecimientos, se encuentra en la prisión federal por no confesar quién le desveló la identidad de Valerie Plame. En la cárcel no había cama para ella, así que pasó la primera noche durmiendo en el suelo.

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