50 años con la palabra en la boca

Emilio Lledó lleva 50 años "con la palabra en la boca". Empezó a dar clase en Heidelberg, donde estuvo seis años, "aprendiendo a despreciar los apuntes"; en 1962 se estrenó en la docencia española, dando clases en un instituto de Valladolid, y luego pasó por las universidades de La Laguna (donde se ganó el apelativo de el flautista de Hamelín, por los alumnos que arrastró con él) y Barcelona, hasta llegar a la UNED, donde se jubiló hace dos años.

Desde entonces no se subía a un estrado para hablar a alumnos, y ayer lo hizo con la energía que le ha hecho famoso. Cuando terminó sus dos primeras lecciones hablamos con cuatro profesoras que vinieron a escucharle a Santander, desde Canarias y desde Barcelona...

Carmen Pino Sarmiento: "¡Fue el que me enseñó a pensar! ¡Y eso es imperdonable!". Blanca Arizcun: "Tiene el mismo entusiasmo de entonces. Cuando le escucho me doy cuenta de que he elegido la mejor profesión del mundo: enseñar". María José Macho: "Tan cercano, tan latente. ¡Qué entusiasmo!". Tere Ureña: "Es fiel a sí mismo. ¿Te acuerdas que dice que se siente viejo? ¡Bromas! Él no es viejo ni es viejo lo que dice, sino todo lo contrario".

La última clase que dio Lledó en la universidad fue sobre la identidad. Ayer volvió a prevenirnos: "Identidad es algo en lo que uno se escuda para no ser uno mismo". No dar clases es para este hombre una frustración, claro. "Si volviera a nacer mil veces, mil veces haría lo que he hecho. Siempre me ha gustado enseñar, porque tengo una idea de lo público y también porque me gusta estar acompañado en mi pensamiento... Igual que el periodismo te obliga a conocer con otros lo que sucede, dar clases te ayuda a colectivizar la palabra, a hacer resonar el lenguaje individual...".

Lo que más le preocupa de estas lecciones es dejar inscrito este mensaje en quienes le escuchan: "La lectura no es un mito retórico: te permite abrir a otro pensamiento... Es un tesoro, te abre a opiniones que son siempre nuevas y que a lo mejor vienen de los tiempos de Platón...".