'Telecos' y yogures
A medida que se asientan los mercados y maduran las inversiones, las operaciones transfronterizas encuentran menos obstáculos y van haciéndose más numerosas. El caso de la operación de France Télécom para comprar la operadora de móviles Amena -la tercera de España- por 10.600 millones de euros es una prueba de la transparencia con que se debería operar en los mercados europeos. La primera aproximación es precisamente ésa, la de la universalidad del mercado en el ámbito económico europeo.
Las reticencias sobre el carácter parcialmente público del comprador -el Estado francés tiene casi el 35% del capital- están de sobra cuando de lo que se trata es de beneficiar a los accionistas y, al mismo tiempo, ayudar a la formación de sólidos grupos empresariales que sean capaces de competir en cualquier ámbito de negocio, que en este caso es el de las telecomunicaciones. Si acaso, debe reprocharse la confusión y la falta de transparencia con que se han desarrollado las operaciones previas a la compra final; los fondos de capital riesgo han amenazado con retirarse de la compra porque aseguraban que FT apareció en el último momento, con una oferta fuera de plazo.
La importancia de la operación radica precisamente en que France Télécom puede configurar en España un grupo competitivo, con tamaño y capacidad de maniobra suficiente para competir con Telefónica. De hecho, el Gobierno español no ha ocultado su disposición favorable a la compra, precisamente por motivos de competencia. En el mercado de las telecos es donde las fronteras están menos justificadas y el chovinismo empresarial resulta más ridículo. Telefónica compra empresas en Latinoamérica o en la República Checa siguiendo únicamente la lógica de la expansión y del reforzamiento financiero de la compañía. Resultaría chocante y desairado, por ejemplo, que en España se articularan respuestas tan rancias como la que se acaba de producir en Italia en torno a la aseguradora Unipol para oponerse a la OPA del BBVA sobre la Banca Nazionale del Lavoro.
Tampoco está justificada, por cierto, la resistencia del Gobierno francés a los movimientos del grupo PepsiCo para comprar el grupo alimentario Danone. Una operación empresarial, con precios que marca el mercado y accionistas que son capaces de defender sus intereses, no puede convertirse en un asunto de Estado, por más que se valore la amenaza de los gigantes estadounidenses.
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