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¿Por qué no desacelera el crecimiento de China?

China lleva 26 años creciendo a un promedio anual del 9%, a pesar de su crisis financiera en 1987 y de la crisis asiática en 1997-1998, duplicando su PIB cada siete años, todo un récord mundial. En los últimos años ha contribuido en un 10% al crecimiento mundial, medido en dólares corrientes, y en un 33%, medido en dólares en paridad de poder de compra, y ello aunque su PIB sólo es el 4 y el 14% del PIB mundial, respectivamente, con ambas medidas.

La reciente caída de su demanda de importaciones, sus altos niveles de existencias, unidos al anuncio de su Gobierno en marzo de 2004 de introducir drásticas medidas para ralentizar su actividad económica, presagiaban una desaceleración. Sin embargo, en el primer semestre de este año, su tasa de crecimiento ha sido del 9,5%, tan sólo dos décimas menos que el primer semestre del año pasado e igual que en todo 2004.

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Existen varias razones por las que no ha habido ralentización. La caída de su demanda de importaciones se ha debido, por un lado, a una menor tasa de inversión en activos fijos, tras la decisión del Gobierno de reducirla a la mitad en el segundo semestre de 2004, que ha hecho que crezca al 23%, en lugar del 43% de hace un año, lo que se ha traducido en una caída de importaciones de maquinaria y bienes de equipo, en porcentaje de las importaciones totales, del 90%; por otro lado, a su intento de reducir sus elevados inventarios de materias primas para procesarlas de un tercio a un cuarto del total de las existencias. La tasa de crecimiento e importaciones totales ha caído en un año desde un 12,2% hasta un 5%.

Las condiciones monetarias y financieras siguen siendo más laxas que las del año pasado, por los bajos tipos reales de interés y el depreciado yuan, con lo que el consumo ha seguido creciendo a tasas elevadas, ya que las ventas al por menor han crecido al 13% anual. El crecimiento para el conjunto de 2005 será cercano al 9%, sólo cinco décimas menos que el año pasado.

Como efecto de que la desaceleración económica ha sido menos intensa de lo previsto, el Gobierno acaba de anunciar una medida largamente esperada, pero radical por su celeridad: abandona la paridad de 8,3 yuanes por dólar, que introdujo en 1995, y establece una nueva paridad el yuan con una cesta de monedas no especificada, que ha hecho que el yuan se aprecie un 2,1% frente al dólar en su primer día de cotización.

En principio, su flotación va a permitir que el yuan continúe apreciándose hasta un 6% mensual si la cotización alcanza cada día el tope de su banda superior de intervención que es del 0,3%. Pero esto no va a ocurrir, ya que las autoridades chinas prefieren que su apreciación sea gradual. Lo más probable es que pueda apreciarse alrededor de un 10% frente al dólar dentro de un año, alcanzando 7,4 dólares por yen.

Las consecuencias de este cambio van a afectar a otras monedas asiáticas como el won o el yen. Se espera que el dólar se deprecie un 15% frente al yen dentro de un año, y se deprecie sólo un 7,5% frente al euro.

Una apreciación del yuan del 10% hará que la balanza comercial china sea deficitaria, lo que ayudará al déficit externo americano. La demanda interna china tendrá mas espacio para expandirse, ya que sus políticas monetarias y fiscales podrán ser más laxas, al reducirse los riesgos de inflación. El resultado será positivo para que la economía china crezca a partir de 2006 a un ritmo inferior al actual, pero superior al que resultaría de no haber flexibilizado el tipo de cambio; de haberse mantenido el tipo fijo, su crecimiento caería al 7,5 % a finales de 2006.

Guillermo de la Dehesa es presidente del CEPR (Centre for Economic Policy Research) en Londres.

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