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Análisis:LUCHA CONTRA EL TERRORISMO | La política de Downing Street
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Las dos caras de Tony Blair

La ola de atentados que está sufriendo Londres ha reforzado de inmediato el liderazgo de Tony Blair. Arropado por su partido, por la oposición y por la opinión pública, vuelve a tener la estampa de primer ministro que parecía haber perdido tras una victoria electoral relativamente discreta que se interpretó como un triunfo del laborismo "a pesar de Blair" y del empuje decisivo de su gran rival político y aspirante a la sucesión, Gordon Brown.

Pero a medio y largo plazo la actual fuerza de Blair puede resultar efímera, construida con pilares de barro, fruto de la emoción suscitada por los atentados y, semanas antes, por el cierre de filas nacionalista desatado tras el no de franceses y holandeses al Tratado Constitucional europeo. La tormenta que puede acabar socavando esos pilares de barro es Irak. A pesar de los constantes esfuerzos de Blair por negarlo, la guerra de Irak, que ensombreció su segunda legislatura en Downing Street, está en el trasfondo de lo que pasa estos días.

Blair se apresuró a negarlo enseguida. Su tesis es simple: el terrorismo lo arma el diablo y su existencia es anterior a la invasión de Irak. Y pone como ejemplo los atentados del 11-S. Pero los británicos se plantean cada vez con más fuerza la pregunta que Blair se ha negado a responder al menos tres veces esta semana: ¿la guerra de Irak ha conseguido reducir el terrorismo en el mundo, y más en concreto en el Reino Unido, o, al contrario, ha contribuido a aumentarlo?

En el pasado, Blair admitió que la invasión de Irak podría generar más inseguridad a corto plazo pero era una batalla imprescindible a largo plazo. Hoy no se atreve a decir eso porque sería tanto como admitir que los atentados en Londres son consecuencia de la guerra contra el terrorismo. Pero sí lo han dicho instituciones de reconocido prestigio como Chatham House, uno de los más destacados foros británicos de debate sobre política exterior, que considera que "el Reino Unido afronta un riesgo particular" de padecer atentados terroristas porque, tras el 11-S, se convirtió en el primer aliado de EE UU, ha participado en las campañas de Afganistán e Irak y ha jugado "un papel de liderazgo" en la campaña internacional contra Al Qaeda. O que la guerra de Irak "ha ayudado a impulsar la red de propaganda, financiación y reclutamiento de Al Qaeda, ha provocado una gran división en la coalición, proporcionado un objetivo ideal y una zona de entrenamiento para los terroristas vinculados a Al Qaeda, y ha desviado recursos y asistencia que se podían haber desplegado para ayudar al Gobierno de Karzai y llevar a Bin Laden ante la justicia".

Lo dice también el Centro Conjunto de Análisis Terrorista (JTAC), formado por 11 departamentos o agencias del Gobierno británico, incluidos la policía, los servicios secretos y el Ministerio del Interior. En un dictamen emitido semanas antes del 7-J, el JTAC admitía que "la situación en Irak continúa actuando como motivación y foco de una serie de actividades relacionadas con el terrorismo en el Reino Unido".

El hecho de que los autores materiales de los atentados que causaron medio centenar de muertos en el metro y el autobús de Londres fueran jóvenes musulmanes nacidos en Inglaterra que se han radicalizado en los últimos años es un indicador más del impacto que ha podido tener Irak en una parte de ese segmento de población, que en muchos casos ya se consideraba agraviado por 60 años de diplomacia occidental en Oriente Próximo.

La reacción de Blair tras el 7-J ha mostrado lo mejor y lo peor de su personalidad. El primer ministro recuerda cada vez más al político intransigente y mesiánico de las vísperas de la invasión de Irak: ese Blair iluminado e irascible que se escuda en el maniqueísmo para explicar el fenómeno terrorista, que insinúa que todo aquel que busca explicaciones políticas le está haciendo el juego a los asesinos. Es ese Blair tan parecido a George W. Bush y a José María Aznar, que traslada su mensaje a un escenario de ángeles y diablos: "La gente responsable de los atentados terroristas son los terroristas y su combinación de terrorismo con una ideología diabólica basada en una perversión del islam".

Ese Blair de mirada inquisidora ha borrado aquel otro capaz de discutir su posición con quienes más se oponían a ella. Y apenas deja entrever al Blair moderado y flexible, capaz de reunir en Downing Street a los notables de la comunidad musulmana británica. Ese Blair que sabe que, además del demonio, el terrorismo lo crea la miseria, el analfabetismo, la corrupción de los Gobiernos árabes y el problema palestino.

Un policía supervisa unas maletas en Liverpool.
Un policía supervisa unas maletas en Liverpool.AP

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