El ladrón más chic
Arsenio Lupin nació para la literatura de ficción en julio de 1905, hace exactamente 100 años, y con ocasión de su centenario, Edhasa anuncia la publicación de los 19 libros que componen la serie de sus aventuras. Lupin, como Fantomas, Rouletabille o Rocambole, pertenece al género de intriga y aventuras de nacionalidad francesa, criminales legendarios que mantuvieron en vilo a los lectores de misterio y aventuras. Quizá sea Arsenio Lupin el más reconocido de todos ellos; incluso se le ha comparado a Sherlock Holmes, con bastante poco criterio. Lupin es un criminal simpático, atractivo y un poco funambulista. Holmes es elegante, pero Lupin es chic; Holmes deduce antes de actuar y Lupin actúa mientras deduce, por lo que las sorpresas, los golpes de suerte, están más de su lado que del de Holmes. Quizá se deba a que, en realidad, el origen de las aventuras de Lupin hay que buscarlo en el género denominado específicamente folletín.
La condesa de Cagliostro es un libro emblemático. Aunque escrito en 1924, relata el nacimiento de Arsenio Lupin como tal. Yo no dudaría en calificar a esta novela de "novela de formación" pues a lo que asistimos es a la aventura que convertirá al jovencísimo Raúl D'Andrésy en Arsenio Lupin, su verdadero nombre. Este caballerete se ve envuelto en una complicada y misteriosísima trama debido precisamente a su exultación juvenil... y a su afición por las mujeres, aquí representadas por la angelical Clarissa d'Etigues y por la fascinante, turbadora, criminal y tentadora Josefina Balsamo, condesa de Cagliostro. La segunda de las novelas que comentamos, Arsenio Lupin, caballero ladrón, escrita con anterioridad, muestra al ladrón de guante blanco, bromista, émulo del gran Houdini, audaz y exquisito en que se ha convertido con el ejercicio de su profesión y de su charme. La complementariedad de estas novelas es un acierto.
Ahora que las novelas de "misterios históricos" se multiplican como champiñones, hay que decir que La condesa de Cagliostro llega con oportunidad; no sólo porque contiene una trama endiablada centrada en un misterio que se remonta a la época de las cruzadas sino porque es una lección de cómo se debe contar una historia de intriga. Normalmente, las historias de intriga se empiezan con grandes expectativas, se embarullan en exceso y engruesan por la cintura y se rematan de mala manera. Es el tributo que han de pagar los numerosos aficionados convertidos en autores. ¿Por qué no ocurre esto con los autores ingleses de best sellers? Sencillamente: porque poseen una formidable tradición novelística. Y los franceses tampoco tienen mal precedente. En cambio, en España, estamos realmente faltos y se nota de manera escandalosa, incluso en la literatura tenida por más seria.
Leblanc ha bebido de muchas fuentes, pero en esta novela iniciática quien está detrás es un constructor de folletones misteriosos, exagerados y apasionados como Eugenio Sue. Sin embargo, las huellas de la narrativa que va de Victor Hugo a Alejandro Dumas o a Balzac están impresas en La condesa de Cagliostro, pues siendo una novela que no tiene otra misión que la de entretener y hacer pasar un buen rato al lector, participa del ambiente de esa novela de tipos y costumbres que sucede en los escenarios rurales y urbanos y en las altas y bajas esferas de la comedia humana francesa, y que llegará hasta los escenarios de un Simenon o un René Clair.
Lupin tiene en su haber la creación y encarnación de una figura-símbolo de la novela de misterio: el ladrón de guante blanco. Él es un criminal simpático, un ladrón seductor, un bon vivant sin escrúpulos, pero generoso. Estos rasgos los reconocerá en seguida el lector en personajes de serie tan acreditados como El Barón, El Santo e, incluso, James Bond. Pues bien: he aquí al padre de todos ellos, Arsenio Lupin, que sigue de muy buen ver aunque sus aventuras sucedan a caballo entre el siglo XIX y el XX, antes del hundimiento definitivo de la vieja Europa. Incluso en La condesa de Cagliostro se permite (página 162) deducir a lo Sherlock Holmes, el más grande de todos los héroes del relato de intriga; en cambio, en Arsenio Lupin, caballero ladrón, Leblanc tiene el dudoso gusto de hacer aparecer en escena a un detective londinense llamado Herlock Sholmes, al que Lupin arrebata y devuelve su reloj: el chauvinismo francés no se detiene ni ante el ridículo...
En fin, que la reedición de las aventuras de Arsenio Lupin es un acierto que agradecerán todos los buenos amantes de las novelas de misterio... y los veraneantes en general.
Maurice Leblanc. La condesa de Cagliostro. Traducción de Tabita Perata. Edhasa. Barcelona, 2004. 384 páginas. 19 euros. Arsenio Lupin, caballero ladrón. Traducción de Lorenzo Garza. Edhasa. Barcelona, 2005. 320 páginas. 18 euros.
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