_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ensoñación

Estaba en el mar, sumergido en agua y lentitud, en hora casi tardía, la gente a lo lejos. Estaba delante de rocas y árboles y tuve un rapto de optimismo. El inesperado encantamiento surgió al evocar la última visita del lehendakari al Rey. Y la relacioné con la buena nueva -casi ya vieja- de que el PNV y EA no hubieran alcanzado la mayoría absoluta en las últimas elecciones autonómicas. Porque, de ese modo, el intrépido plan Ibarretxe encalló. Y aunque esté Batasuna en el parlamento, esa presencia, extrañamente, parece menos inquietante que una victoria del famoso plan en las urnas. No es lo mismo, y quien bien lo sabía (y apostó por ese escenario) fue Zapatero. Una jugada maquiavélica, conectada a otra, ya más quimérica. Una jugada si quieren, cínica, pero esa habilidad a veces presta buenos servicios en política. Pues bien, el colofón de mi optimismo acuático brotó al constatar que el mismo lehendakari que hace tres meses patrocinaba un proyecto unilateral y excluyente, ahora afirma que todos los partidos vascos, todos, deberían pactar la nueva reforma estatutaria.

La otra pata de mi imprevista beatitud me vino desde Cataluña. Porque llegué a barruntar, con el agua al cuello, que sería posible un estatuto suscrito también por el PP. Un estatuto, claro, ajustado a la Constitución. Un texto en el que opino -como humilde jurista- que no puede figurar que Cataluña es una nación porque eso contradice el artículo 2 de la Carta Magna. Porque una cosa es que España, coloquialmente, pueda ser denominada "nación de naciones" y otra, muy distinta, que la soberanía estatal encuentre cauces para su despiece. Luego leí la noticia de la visita cautelosa, y acaso teatral de Carod a la Moncloa y entreví la paz. En el crepúsculo de la Plana intuí un equilibrio cuasifederal que podría durar una buena porción de años. Para dedicarnos luego a las cosas que importan: la sanidad, la integración de los inmigrantes, la seguridad ciudadana... Y la siempre pendiente mejora de los índices de lectura. Luego, en tierra, cerca ya de la noche, me empecé a tener por ingenuo, pero no del todo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_